El Papa canonizará a Nunzio Sulprizio, joven trabajador protector de los discapacitados
El joven Nunzio, de la provincia de Pescara, es considerado el protector de los discapacitados y víctimas de trabajo, y será canonizado junto con el papa Pablo VI -que lo beatificó el 1 de diciembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II-, monseñor Oscar Romero, los sacerdotes Francesco Spinelli, fundador del Instituto de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, y Vincenzo Romano, y la hermana María Catalina Kasper, fundadora de las Siervas pobres de Jesucristo.
La curación de un niño en coma después de un accidente
El milagro que llevó a la canonización del humilde trabajador de la región de los Abruzos se refiere a un joven de Taranto, quien resultó gravemente herido en un accidente con la bicicleta y entró primero en estado de coma y luego en estado vegetativo. Los padres que llevaban siempre en su cartera una estampa del beato Nunzio Sulprizio, pidieron una reliquia del beato a la parroquia de San Domenico Soriano (Nápoles), donde se encuentran sus restos, junto al santuario de Pescosansonesco. La reliquia fue colocada en la sala de cuidados intensivos para pedir por la intercesión del beato la curación del niño, al que el padre le mojó la cara con agua bendita traída de la fente de Riparossa en el pueblo de los Abruzos donde el joven Nunzio lavaba su pierna afectada por la gangrena.
En los días siguientes el personal médico comunicó a los padres que el joven ya no necesitaba reanimación y en cuatro meses salió de un estado vegetativo, con una recuperación rápida y estable de las funciones neurológicas y mentales, sin sufrir consecuencias físicas.
El próximo santo
Nunzio Sulprizio nació en Pescosansonesco, en la región de los Abruzos, al pie de los Apeninos, el 13 de abril de 1817 y murió a los 19 años en Nápoles, sur de Italia, el 5 de mayo de 1836. Su padre era zapatero. A la muerte del padre, en agosto de 1820, él y su madre caen en una miseria inclemente.
En efecto, huérfano, fue esclavizado a trabajar duramente, sin comer y casi sin descanso por un tío materno. Enfermo de una pierna, que después se deterioró por la cangrena, siempre ofreció sus sufrimientos a Jesús. Contemplaba la cruz e iba a misa como aliciente para su alma dado que su cuerpo débil lo abandonaba poco a poco por las consecuencias de la usura del trabajo y de la enfermedad.
En julio de 1859 el papa Pío IX lo declaró venerable, y León XIII, en 1891, “declaró heroicas las virtudes del joven, comparando su figura con la de San Luis Gonzaga, con motivo del tercer centenario de la muerte de este santo, por la devoción que Nunzio Sulprizio le dispensó”, explicó el papa Pablo IV durante su beatificación en 1963.
Gonzaga y Sulprizio murieron muy jóvenes, pero ambos “proporcionan a la Iglesia el gozo y la gloria de una misma virtud: la santidad juvenil”.
Joven, obrero y santo, su figura robustece de testimonio el próximo Sínodo de los jóvenes que el papa Francisco celebrará en octubre. +
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