Mons. Collazuol llamó a vivir con intensidad el Año de la Misericordia
El objetivo del encuentro fue “valorar y celebrar lo realizado, abriendo nuestros espíritus y el sentir de nuestras comunidades a lo que el Espíritu Santo siga diciendo”.
Monseñor Collazuol alentó a ser “misericordiosos como el Padre” y detallan algunas de las acciones a seguir en el marco del Año Santo de la Misericordia convocado por el papa Francisco.
Trazó en este sentido cuatro propuestas para la nueva evangelización “con un renovado entusiasmo y con una renovada acción pastoral”: anunciar, salir al encuentro de todos sin excluir a ninguno, testimoniar en lenguaje y gestos, y ser “oasis de misericordia”.
“Al programar y emprender cualquier acción eclesial en nuestras comunidades, deberemos preguntarnos cómo responden a estos cuatro verbos que tienen como complemento la misericordia. Se trata del ser y el hacer de una Iglesia diocesana misericordiosa como el Padre, que ‘se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor’, una Iglesia que obre con los sentimientos del corazón misericordioso de Jesús, que ‘nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar’”, subrayó.
El prelado sostuvo que “el ‘signo jubilar’ de cada cristiano y de cada comunidad sean las ‘obras de misericordia’”, por lo que consideraron que hay que “enseñarlas en la catequesis, examinar nuestra conciencia a su luz, y ponerlas por obra en gestos comunitarios. Estas obras testimonian la coherencia entre el anuncio del Evangelio y la forma de vida que debe caracterizar a aquellos que llevamos el nombre de cristianos”.
“Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios”, agregó.
“El Jubileo es tiempo de gracia, de reconciliación, de perdón, de sanación interior. La apertura de la ‘Puerta de la Misericordia’, las peregrinaciones, la disposición de algunos templos y tiempos en las zonas pastorales de la diócesis donde obtener la indulgencia plenaria a través de la oración y la celebración de los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, que serán acompañados por algunos ejercicios de piedad, serán signos concretos del camino de conversión e ‘inmersión’ en la misericordia del Padre”, afirmó.
Por último, monseñor Collazuol llamó a fijar “la mirada en el Corazón inmaculado de la Virgen María, nuestra Madre y Modelo de la Iglesia. Ella fue la primera santificada, desde su concepción, en vista de la futura Redención obrada por Cristo, su Hijo. Nos ponemos en sus manos, bajo su protección. Nos confiamos a su ‘omnipotencia suplicante’ para que nos alcance todos los dones de la gracia que brotan del Corazón misericordioso de Jesús”.+
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