Con el repique de campanas de la catedral basílica y santuario Nuestra Señora del Valle, y la misa celebrada a los pies de la patrona de Catamarca, los fieles agradecieron a la Virgen por su protección, colmando el templo.
El repique de campanas fue a las 8.53, horario en el que hace 13 años se produjo el movimiento telúrico. Luego se celebró la misa, presidida por el presbítero Gustavo Molas y concelebrada por el presbítero Juan Orquera. Asistieron miembros de Defensa Civil de Catamarca, quienes trabajaron arduamente en las horas posteriores al terremoto que sacudió el Valle Central, servidores marianos, miembros de instituciones eclesiales y fieles en general.
En su homilía, el presbítero Molas expresó: “Celebramos ya por décimo tercera vez la acción de gracias a la Virgen del Valle por aquella maravilla que nos ha tocado protagonizar”. También reflexionó acerca de que existe “una relación muy llamativa y particular entre la madre tierra y la Madre Virgen, dicho en quechua, la Pachamama y la Mama Achachita, que ha sido una constante en la historia de Catamarca. En las Sagradas Escrituras, se observa desde el Génesis hasta el Apocalipsis esta relación, que encuentra su plenitud en Cristo”.
El sacerdote trajo a la memoria las palabras de monseñor Adolfo Tortolo, quien decía que “la Virgen está predestinada desde toda la eternidad por Dios para ser nuestra Madre, en esta advocación del Valle, y nosotros, los catamarqueños, a ser sus hijos”. Asimismo, afirmó que “desde siempre Dios quiso esto, y desde el año 1600 empieza esta historia ininterrumpida de protección en todos los niveles. Ya son 400 años, con terremotos, con sequías, con invasiones de gusanos y de langostas, siempre está con nosotros y nunca nos va a dejar. No se olviden nunca que el corazón de la madre se pega siempre al hijo más necesitado”.
Para finalizar, comentó que “dicen los que saben, que cuando se produce mucho tiempo un mismo fenómeno en una comunidad, se carga en los genes, y yo estoy seguro de que los catamarqueños tenemos a la Virgen del Valle en los genes, después de 400 años de una devoción permanente y constante”.+
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