La misa exequial se celebró en la parroquia Jesús de Nazareth, del barrio porteño de Nueva Pompeya. Fue presidida por el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia y concelebrada por una decena de sacerdotes, entre los cuales se encontraba el padre Lluís Picazo SF, superior general de la congregación, venido desde Barcelona, donde reside.
La homilía estuvo a cargo del padre Picazo y en ella expresó su deseo de acompañar al padre Antonio “con nuestra oración y nuestro cariño en tu viaje a la eternidad”.
Describió al sacerdote como “religioso, humilde y fiel”, que en el lecho de su dolor esperaba pacientemente la llegada del Señor.
“Por muchos años llevaste tu enfermedad con dignidad cristiana y nunca te quejaste, al contrario, siempre fiel a tu trabajo y consolando a todos los que acudían a ti para pedirte consejo o consuelo en sus tribulaciones. Gracias padre por esta gran lección, no pensar en tus dolencias sino en la de los demás”, expresó el padre Picazo.
“Sabías que tu partida era próxima, peleaste hasta el final el buen combate, concluiste tu carrera y conservaste la fe. Nunca te quejaste, siempre callado y paciente especialmente con los que te cuidaban, manteniéndote lo más posible en contacto con Dios mediante la oración y la plegaria. Limpiaste tu corazón con una buena y humilde confesión general de los pecados de toda tu vida pidiendo perdón y misericordia y poniéndote en las manos de tu Creador. Feliz fuiste el día de tu última misa en la que recibiste también la Unción de los enfermos para abrazarte con el Señor en la Cruz de su Pasión”, recordó.
Asimismo llamó a aprender esta gran lección: “Estemos donde estemos, vivamos donde vivamos, seamos siempre hombres y mujeres de Dios, pongamos nuestra fe y confianza en Él incluso en las dificultades y en las contradicciones de la vida, pues es allí donde encontraremos al Señor en su pasión y cruz para convertirlas en mensaje de salvación”.
“Ahora allí en el cielo con nuestro padre Fundador, San José Manyanet, nuestros religiosos mártires Jaime Puig y 19 Compañeros y el Siervo de Dios padre Magín Morera al que tanto admiraste, intercede por todos nosotros”, pidió, y también deseó “que tu vida y ejemplo nos inspire también a nosotros a ser hombres y mujeres de Dios”.
Testamento Espiritual
En su testamento espiritual, el padre Antonio manifestaba: “Me he sentido extraordinariamente feliz de ser sacerdote y quisiera transmitir esta alegría profunda a los jóvenes de hoy, como mi mejor testamento y herencia. El Señor fue bueno conmigo. Que las almas que hayan recibido la presencia de Jesús por mi ministerio sacerdotal, recen por mi eterno descanso. Pido perdón, con toda mi alma, por el bien que he dejado de hacer como sacerdote. Soy plenamente consciente de que ha habido muchos pecados de omisión en mi sacerdocio, por no haber sido yo generosamente lo que debiera frente al Señor. Quizás ahora, al morir, empiece a ser verdaderamente útil: ‘Si el grano de trigo… cae en tierra y muere, entonces produce mucho fruto’. Mi vida sacerdotal estuvo siempre marcada por un amor una presencia: Jesús, buen pastor, junto a María y José en Nazaret”.
“Agradezco al Señor el privilegio de su cruz. Me siento felicísimo de haber sufrido. Sólo me duele no haber sufrido bien y no haber saboreado siempre en silencio mi cruz. Deseo que, al menos ahora, mi cruz comience a ser luminosa y fecunda. Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho. ¡Yo sí pido perdón, con toda mi alma, porque hice sufrir a tantos!”, expresaba.
El sacerdote agradecía al Señor “que me haya hecho comprender el misterio escondido en Nazaret, guiado por la espiritualidad de San José Manyanet y el testimonio de los beatos mártires por la familia, Jaime Puig y compañeros” y pedía “que hagan celebrar misas por mí y rezar por mi alma y las de tantos por quienes nadie se acuerda. De un modo especial quiero que hagan rezar por la santificación de sacerdotes, de los religiosos y religiosas y de todas las almas consagradas”.
“Quiero morir tranquilo y sereno: perdonado por la misericordia del Padre, la bondad maternal de la Iglesia y el cariño y comprensión de mis hermanos. No tengo ningún enemigo, gracias a Dios; no siento rencor ni envidia a nadie. A todos les pido que me perdonen y recen por mí. ¡Hasta reunirnos en la Casa del Padre! ¡Los abrazo y bendigo con toda mi alma por última vez en el nombre del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo! Los dejo en el corazón del misterio de Nazaret, imagen de la Trinidad. ¡Alabada sea la Sagrada Familia, Jesús, María y José!”,concluía.+
Publicar un comentario