Conservar la doctrina sin progreso es humillar la acción del Espíritu Santo, dijo el Papa
“Al presentar el Catecismo de la Iglesia Católica, san Juan Pablo II sostenía que éste debía tener en cuenta las explicitaciones de la doctrina, que en el curso de los tiempos el Espíritu ha sugerido a la Iglesia”, explicó el papa Francisco.
“Este Catecismo –dijo el Papa- constituye un instrumento importante no solo porque presenta a los creyentes la enseñanza de siempre, de modo de crecer en la compresión de la fe, sino también y sobre todo porque quiere acercarse a nuestros contemporáneos con sus nuevas y diversas problemáticas; a la Iglesia, comprometida en presentar la fe como respuesta significativa para la existencia humana. Es necesario y urgente que, frente a los nuevos desafíos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar la novedad del Evangelio de Cristo que, encerrada en la Palabra de Dios, no han venido todavía a la luz.”
El obispo de Roma aseguró que “la tradición es una realidad viva, y solo una visión parcial puede pensar en el ‘depósito de la fe’ como algo estático. La Palabra de Dios no puede ser conservada en naftalina como si se tratase de una vieja manta para protegernos de los parásitos”.
“La Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque es atraída hacia un cumplimiento que los hombres no pueden parar”.
“No se puede conservar la doctrina sin progreso, ni puede estar ligada a la lectura rígida e inmutable sin humillar la acción del Espíritu Santo”.
“Custodiar” y “proseguir” es “lo que compete a la Iglesia por su misma naturaleza, para que la verdad impresa en el anuncio del Evangelio de parte de Jesús pueda alcanzar su plenitud hasta el fin de los siglos”.
Se trata de una misión que atañe a todos los cristianos, que deben acercarse “a los hombres y mujeres de nuestro tiempo para permitir que descubran la inagotable riqueza de la persona de Jesucristo”.
“Conocer a Dios, como bien sabemos, no es en primer lugar un ejercicio teórico de la razón humana, sino un deseo inextinguible impreso en el corazón de toda persona. Es el conocimiento que proviene del amor porque nos hemos encontrado con el Hijo de Dios en nuestro camino… El que ama quiere conocer cada vez más la persona amada para descubrir la riqueza que esconde en sí y que cada día emerge como una realidad siempre nueva.”
El Papa reiteró que “el catecismo se pone a la luz del amor como una experiencia de conocimiento, de confianza y de abandono al misterio.
El Catecismo de la Iglesia Católica al delinear los puntos estructurales de su propia composición, retoma un texto del Catecismo Romano; lo hace suyo, proponiéndolo como clave de lectura y de aplicación: “Toda la sustancia de la doctrina y de la enseñanza debe ser orientada a la caridad que no tendrá fin jamás. De hecho, sea que se expongan las verdades de la fe, o los motivos de la esperanza, o los deberes de la actividad moral, siempre y en todo se le da relieve al amor de nuestro Señor. De modo de hacer comprender que cada ejercicio de perfecta virtud cristiana no puede brotar sino del amor, como en el amor tiene su último fin.”
La pena de muerte es una medida deshumana que humilla
En su discurso el pontífice dedicó varios párrafos a la pena de muerte. “En este horizonte de pensamiento -dijo Francisco- me complace hacer referencia a un tema que debería encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un espacio más adecuado y coherente con esta finalidad expresada. Pienso de hecho en la pena de muerte".
“Esta problemática no puede ser reducida a un mero recuerdo de enseñanza histórica sin hacer emerger no solo el progreso en la doctrina y obra de los últimos pontífices, sino también en la cambiante consciencia del pueblo cristiano, que rechaza una actitud concordante ante una pena que socava en gran medida la dignidad humana”.
Aunque no lo mencionó, es importante recordar que el punto 2267 del Catecismo indica que “la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”.
Al respecto y en su reflexión, el Santo Padre resaltó que “se debe afirmar con fuerza que la sentencia a pena de muerte es una medida deshumana que humilla”.
“Es en sí misma contraria al Evangelio porque con ella se decide voluntariamente una vida humana que es siempre sagrada a los ojos del Creador y de la que Dios solo, en un último análisis, es verdadero juez y garante”, agregó.
Francisco manifestó que “a ninguno le puede ser quitada no solo la vida, tampoco la misma posibilidad de un rescate moral y existencial que vuelva a favor de la comunidad”.
El pontífice aprovechó para reconocer que también “en el Estado Pontificio”, en alguna ocasión, “se ha hecho recurso a este extremo y deshumano remedio, descuidando que debe primar la misericordia sobre la justicia”.
Esto fue en parte a que “la preocupación por conservar íntegros los poderes y las riquezas materiales habían llevado a sobrestimar el valor de la ley, impidiendo ir en profundidad en la comprensión del Evangelio”.
A este respecto señaló que “la defensa de la dignidad de la vida humana desde el primer instante de la concepción hasta la muerte natural siempre ha encontrado en la enseñanza de la Iglesia su voz coherente y autorizada”.+
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