Antiguamente, explicó monseñor Frassia, este pasaje del Evangelio se llamaba la parábola de los viñadores homicidas. Los dirigentes de aquella comunidad hebrea no supieron recibir y por eso es el reproche de la parábola, no dieron frutos, no lo aceptaron a Jesús, al propio Hijo de Dios no lo aceptaron. Se quisieron quedar con la herencia. Es muy duro este Evangelio pero es una expresión de la realidad.
Volviendo a nuestra historia actual, la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios y el Señor ha enviado al Espíritu Santo para consolidarla como Pueblo de Dios. Resulta también que nosotros, que somos los destinatarios, no podemos apoderarnos de los frutos o de los dones que Dios nos permite cosechar.
También nosotros -señaló el prelado- podemos secarnos, podemos esterilizar nuestra vida, porque no estamos dando frutos. Aquí es importante reconocer el llamado a una verdadera conversión; a una Iglesia que tiene que ser más creíble, más creyente, que tiene que dar más frutos, que salga a buscar a los hombres, que sepamos que lo que se nos ha confiado como discípulos tenemos que testimoniarlo y llevarlo a los demás. No podemos hacer todo pero no podemos cerrarnos ante este todo, concluyó.+
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