Mons. Mestre: Un pasaporte a la vida eterna
¿Cuál es hoy el nombre de mi pobre Lázaro?
Al reflexionar en el primer punto, apuntó a los detalles de la parábola, “vivos y dramáticos”. Se detuvo en el detalle del nombre de Lázaro y que “el rico no tiene nombre”. En este sentido, “el texto evangélico va a contrapunto con el criterio de este mundo. En el mundo los que tienen nombre son los ricos y los poderosos”. Por eso, el obispo de Mar del Plata animó a preguntarse por “los nombres de los pobres Lázaros que yacen en la puerta de nuestra vida”.
¿Cuál es mi actitud ante el pobre Lázaro?
En el segundo punto, habiendo nombrado a estos “pobres”, el prelado se detuvo en el “actuar”, es decir, “revisar nuestra actitud ante el pobre Lázaro”. Recordó al buen samaritano, que se hizo cargo del pobre, con una “actitud de compromiso”. Por el contrario, “el rico, ensimismado en sus banquetes no ve y no actúa ante el pobre Lázaro. Está tan concentrado en lo propio que está anulado para ser buen samaritano”. La invitación es a “superar toda tentación de egolatría y egocentrismo que nos presenta el modelo del rico de la parábola”.
Todo gesto de esta vida tiene repercusión en la vida eterna
Monseñor Mestre sostuvo que la “enseñanza central” de la parábola es que “todo acto de esta vida terrena e histórica tiene consecuencias”. Es decir que “cada gesto de respeto, diálogo, amor, perdón, delicadeza y compromiso, es realmente un fecundo acto de vida eterna”. Del mismo modo, “cada actitud de rencor, venganza, resentimiento, violencia, desprecio y marginación es un pasaporte a lo contrario de la vida eterna”, observó el obispo. Finalmente, recomendó una “profunda responsabilidad” para el camino de coherencia cristiana.+
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