Su hilo conductor es la “conversión”, una conversión en diferentes sentidos: integral, pastoral, cultural, ecológica y sinodal. El texto es el resultado del "intercambio abierto, libre y respetuoso", que tuvo lugar desde el pasado lunes 7 de octubre y durante tres semanas de trabajo.
Entre los principales temas, se tratan la misión, la inculturación, la ecología integral, la defensa de los pueblos indígenas, el rito amazónico, el papel de la mujer y los nuevos ministerios, especialmente en las zonas con difícil acceso a la Eucaristía.
Su objetivo es contar la historia de los desafíos y potencialidades de la Amazonía, el "corazón biológico" del mundo extendido a lo largo de nueve países y habitado por más de 33 millones de personas, de las cuales cerca de 2,5 millones son indígenas. Sin embargo, esta región, la segunda más vulnerable del mundo debido al cambio climático provocado por el hombre, se encuentra "en una carrera desenfrenada hacia la muerte", y esto requiere “una nueva dirección que permita salvarla de un impacto catastrófico en todo el planeta”, detalla el documento.
El desarrollo del documento
Al comenzar el documento exhorta a una "verdadera conversión integral", con una vida sencilla y sobria, al estilo de San Francisco de Asís, comprometida a relacionarnos armoniosamente con la "casa común", y entrar en el corazón de todos los pueblos amazónicos. La Amazonía posee una realidad multiétnica y multicultural, con el "buen vivir" y el "hacer el bien" como estilo de vida, es decir, vivir en armonía consigo mismos, con los seres humanos y con el ser supremo, en una sola intercomunicación entre todo el cosmos, para forjar un proyecto de vida plena para todos.
Además, se describen “los dolores y la violencia que hoy hieren y deforman la Amazonía”: la privatización de los bienes naturales; los modelos de producción depredadores; la deforestación que afecta a casi el 17% de toda la región; la contaminación de las industrias extractivas; el cambio climático; el narcotráfico; el alcoholismo; la trata; la criminalización de los líderes y los defensores de la Amazonía; y los grupos armados ilegales. Asimismo, el problema de la migración exige una pastoral transfronteriza que incluya el derecho a la libre circulación. La exhortación es a crear equipos misioneros que se ocupen de este aspecto.
Capítulo II: La conversión pastoral
Este bloque hace referencia a la naturaleza misionera de la Iglesia: “la misión no es algo facultativo porque la Iglesia es misionera y la acción misionera es el paradigma de toda la obra de la Iglesia”. En la Amazonía, debe ser "samaritana", debe salir al encuentro de todos; "Magdalena", amada y reconciliada para anunciar con alegría a Cristo resucitado; "mariana", generando hijos a la fe; e "inculturada" entre los pueblos a los que sirve.
Es importante pasar de una "visita pastoral” a una "presencia permanente”. En este sentido, el Documento Sinodal sugiere que las congregaciones religiosas del mundo se instalen allí. El sínodo ha recordado a los numerosos misioneros que dieron su vida para transmitir el Evangelio en la Amazonia.
Asimismo, se concede gran importancia al diálogo, tanto ecuménico como interreligioso: "camino irrenunciable de la evangelización en la Amazonía", que debe partir de la centralidad de la Palabra de Dios para iniciar caminos reales de comunión. En el frente interreligioso, el Documento anima a un mayor conocimiento de las religiones indígenas y de los cultos afrodescendientes, para que cristianos y no cristianos, juntos, puedan actuar en defensa de la casa común. Se proponen momentos de encuentro, estudio y diálogo entre las Iglesias amazónicas y los seguidores de las religiones indígenas.
El documento señala, además, la urgencia de una pastoral indígena que tenga su lugar específico en la Iglesia. De este modo, se dará mayor impulso misionero entre las vocaciones indígenas, porque la Amazonía también debe ser evangelizada por los amazónicos. Asimismo, dar lugar a los jóvenes amazónicos, divididos entre tradición e innovación, inmersos en una intensa crisis de valores, víctimas de tristes realidades como la pobreza, la violencia, el desempleo, nuevas formas de esclavitud y las dificultades para acceder a la educación, que a menudo terminan en prisión o mueren por suicidio.
La evangelización debe ser a través de un “ministerio juvenil renovado y audaz”, con una pastoral siempre activa, centrada en Jesús. Los jóvenes quieren ser protagonistas y la Iglesia Amazónica quiere reconocer su espacio. La invitación es a promover nuevas formas de evangelización también a través de los medios sociales y a ayudar a los jóvenes indígenas a lograr una sana interculturalidad.
Por otro lado, aborda la pastoral urbana, con una mirada particular en las familias de las periferias que sufren pobreza, desempleo, falta de vivienda y problemas de salud. Es necesario defender los principios de sostenibilidad, democracia y justicia social. “Luchar para que las ‘favelas’ y ‘villas miserias’ tengan asegurados los derechos básicos fundamentales”, explica el texto. Al tiempo que menciona el "ministerio de acogida" para una solidaridad fraterna con los migrantes, refugiados y personas sin hogar. En este ámbito, se destaca la ayuda las comunidades eclesiales de base y se invita a crear políticas públicas que mejoren la calidad de vida en las zonas rurales.
Capítulo III: Conversión cultural
La inculturación y la interculturalidad son herramientas importantes para lograr una conversión cultural para ir al encuentro del otro y aprender de él. Los “perfumes antiguos” de los pueblos amazónicos contrastan la desesperación que se respira en el continente y con sus valores de reciprocidad, solidaridad y sentido de comunidad, ofrecen enseñanzas de vida y una visión integrada de la realidad capaz de comprender que toda la creación está conectada y de garantizar, por tanto, una gestión sostenible.
“La Iglesia se compromete a ser aliada de los pueblos indígenas, especialmente para denunciar los atentados perpetrados contra sus vidas, los proyectos de desarrollo depredador etnocidas y ecocidas y la criminalización de los movimientos sociales”, menciona el documento.
Luego afirma: "La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que la defensa de la vida". La Iglesia debe emprender dos tipos de acción para proteger a los pueblos: una pastoral y otra de incidencia, para que los Estados protejan los derechos y la inviolabilidad de sus territorios.
Desde la perspectiva de la inculturación, es decir, de la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas, se da espacio a la teología india y a la piedad popular. Sus manifestaciones deben ser apreciadas, acompañadas, promovidas y algunas veces purificadas, ya que son momentos privilegiados de evangelización que deben llevar al encuentro con Cristo. El anuncio del Evangelio, en efecto, no es un proceso de destrucción, sino de consolidación y fortalecimiento de aquellos sembradores del Verbo presentes en las culturas.
Se rechaza la "evangelización al estilo colonial" y el "proselitismo", en favor de un anuncio inculturado que promueva una Iglesia con rostro amazónico, en pleno respeto e igualdad con la historia, la cultura y el estilo de vida de las poblaciones locales. En este sentido, el Documento del Sínodo propone que los centros de investigación de la Iglesia estudien y recojan las tradiciones, lenguas, creencias y aspiraciones de los pueblos indígenas, fomentando su trabajo educativo sobre la base de su propia identidad y cultura.
“En el campo de la salud, este proyecto educativo deberá promover el conocimiento ancestral de la medicina tradicional de cada cultura”, detalla el documento. La Iglesia se compromete a ofrecer asistencia sanitaria allí donde el Estado no llega. Se requiere también una educación a la solidaridad, basada en la conciencia de un origen común y un futuro compartido por todos, así como de una cultura de la comunicación que promueva el diálogo, el encuentro y el cuidado de la "casa común". El texto sinodal propone la creación de una red de comunicación eclesial panamazónica, una red escolar de educación bilingüe y nuevas formas de educación, también a distancia.
Capítulo IV: Conversión ecológica
Ante "una crisis socio-ambiental sin precedentes", el Sínodo invoca una Iglesia amazónica capaz de promover una ecología integral y una conversión ecológica según la cual "todo está íntimamente conectado". Al reconocer "las heridas causadas por el ser humano al territorio”, se deben buscar "modelos de desarrollo justo y solidario". Es decir, adoptar una actitud que vincule el cuidado pastoral de la naturaleza con la justicia para las personas más pobres y desfavorecidas de la tierra. La ecología integral no debe ser entendida como un camino extra que la Iglesia puede elegir para el futuro, sino como la única manera posible de salvar a la región del extractivismo depredador, del derramamiento de sangre inocente y de la criminalización de los defensores de la Amazonía.
Los derechos humanos deben ser defendidos y promovidos, como exigencia de fe. En este sentido, se denuncia su violación, se asumen y apoyan, las campañas de desinversión de las compañías extractivas que causan daños sociales y ecológicos a la Amazonía; se llama a una transición energética radical y la búsqueda de alternativas; y se propone el desarrollo de programas de capacitación para el cuidado de la "casa común".
Los Estados deben dejar de considerar la región Amazónica como una “dispensa inagotable”. Por el contrario debe desarrollarse un "nuevo paradigma de desarrollo sostenible" que combine el conocimiento científico y el tradicional, en el que los criterios comerciales no estén por encima de los criterios ambientales y de los derechos humanos.
La Iglesia es aliada de las comunidades amazónicas y camina con ellas sin imponer una forma particular de actuar, reconociendo la sabiduría de los pueblos sobre la biodiversidad contra toda forma de biopiratería. Se pide a los agentes pastorales y a los ministros ordenados que se formen en esta sensibilidad social y ambiental, siguiendo el ejemplo de los mártires de la Amazonía. La idea es crear ministerios para el cuidado de la casa común.
El documento reafirma el compromiso de la Iglesia en la defensa de la vida "desde la concepción hasta su ocaso", y en la promoción del diálogo intercultural y ecuménico para contener las estructuras de muerte, pecado, violencia e injusticia.
Se propuso la definición de "pecado ecológico" como "una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente", contra las futuras generaciones y contra la virtud de la justicia. El Sínodo recuerda la necesidad “urgente” de desarrollar políticas energéticas que reduzcan drásticamente las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases relacionados con el cambio climático, promuevan la energía limpia y monitoreen la cadena de suministro, también sobre el acceso al agua potable, derecho humano básico, fundamental y universal, y condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Proteger la tierra significa favorecer la reutilización y el reciclaje, reducir el uso de combustibles fósiles y plásticos, cambiar hábitos alimenticios como el consumo excesivo de carne y pescado, adoptar estilos de vida sobrios y sembrar árboles.
La propuesta es que el Observatorio Social y Pastoral Amazónico trabaje con el Celam, la CLAR, Cáritas, la Repam, los episcopados nacionales, las iglesias locales, las Universidades Católicas, la CIDH, y otros actores no eclesiales, en conjunto con los representantes de los pueblos indígenas. También se propuso la creación de una oficina amazónica dentro del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral.
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