El Santo Padre explica las razones de este cambio, recordando que originalmente, el término secretum tenía un significado preciso: indicaba que la institución nacida en 1612 a instancias del papa Pablo V “no era otro que el archivo privado, separado y reservado del Papa. Así es como todos los pontífices quisieron definirlo siempre, y así es como todavía lo definen hoy, sin ninguna dificultad, los estudiosos. Esta definición, por otra parte, estaba muy extendida, con un significado análogo en las cortes de soberanos y príncipes, cuyos archivos se definían propiamente como secretos”.
El Papa explica en su carta que “mientras perduró la conciencia de la estrecha relación entre la lengua latina y las lenguas que de ella se derivan, no hubo necesidad de explicar o incluso justificar este título de Archivum Secretum”.
Pero –agregó- con “los progresivos cambios semánticos que se produjeron en las lenguas modernas y en las culturas y sensibilidad social de las diferentes naciones, en mayor o menor medida, el término secretum, adosado al Archivo Vaticano, comenzó a ser malinterpretado y a colorearse de matices ambiguos, incluso negativos”.
“Al haber perdido el verdadero significado del término secretum y asociando instintivamente su valencia al concepto expresado por la palabra moderna “secreto”, en algunos ámbitos y ambientes, incluso en aquellos de cierta importancia cultural, este término asumió el significado prejudicial de escondido, de no revelado y reservado para unos pocos. Todo lo contrario de lo que siempre fue y pretende ser el Archivo Secreto Vaticano”, subrayó el pontífice.
El archivo y la Santa Sede
La nueva denominación, explica finalmente el Papa, destaca “el estrecho vínculo entre la Sede romana y el Archivo, una herramienta indispensable del ministerio petrino”. Al mismo tiempo, subraya “la dependencia inmediata del romano pontífice, como ya sucede en paralelo para la denominación de la Biblioteca Apostólica del Vaticano”.
El Archivo atraviesa 85 km de estanterías en un edificio de dos pisos, ubicado en el sótano del Cortile della Pigna de los Museos Vaticanos. El patrimonio documental conservado en sus vastos depósitos cubre un lapso cronológico de unos doce siglos (siglos VIII al XX). Contiene los archivos históricos de varias instituciones públicas y privadas. Desde que el Papa León XIII, en 1881, abrió sus puertas a los eruditos, se convirtió en un centro de investigación histórica entre los más importantes del mundo.
La actividad del Archivo se desarrolla en dos direcciones principales: la protección del patrimonio documental, favoreciendo las condiciones de preservación que salvaguardan su integridad, y su mejora como memoria histórica de la actividad milenaria de la Iglesia.
“Este largo servicio prestado a la Iglesia, a la cultura y a los estudiosos de todo el mundo –escribe el Papa en el motu proprio- lo hizo acreedor de estima y gratitud al Archivo Secreto Vaticano, sobre todo desde la muerte de León XIII hasta nuestros días, tanto por la progresiva ‘apertura’ de la documentación puesta a disposición para su consulta (que a partir del 2 de marzo de 2020, por disposición mía, se extenderá hasta el final del pontificado de Pío XII), como por el aumento del número de investigadores que son admitidos diariamente en dicho Archivo y ayudados en todo lo posible en sus investigaciones”.
Cada año, el Archivo da la bienvenida a unos 1.500 académicos de más de 60 países.
Finalmente el pontífice dispone que “la presente Carta Apostólica en forma de Motu Proprio –fechada el 22 de octubre de 2019- sea promulgada mediante su publicación en el diario L'Osservatore Romano, entrando en vigor inmediatamente después de dicha publicación, para incorporarse inmediatamente a los documentos oficiales de la Santa Sede, y que, posteriormente, se inserta en las Acta Apostolicae Sedis”. +
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