Durante los días de misión, se alojaron en la casa de retiros Sagrado Corazón, y visitaron las comunidades de las distintas capillas que pertenecen a la parroquia: San Lorenzo, San Cayetano y San Francisco de Asís.
Además, recorrieron los hogares donde impartieron bendiciones y el sacramento de la Unción de los Enfermos, además de compartir la fe de la comunidad, en sus distintas manifestaciones. En San Francisco, compartieron también la religiosidad de las comunidades paraguaya y boliviana que allí residen.
Además, celebraron misa todos los días: el lunes, la misa de apertura fue en la sede parroquial; los días martes y miércoles hubo misa en las cuatro comunidades, y el jueves se celebró la Eucaristía de clausura, también en la parroquia. El obispo diocesano, monseñor Gabriel Barba, acompañó a los sacerdotes y se fue turnando en las diversas comunidades.
En la misa de clausura, monseñor Barba destacó que Jesús, después de su muerte y resurrección ha dejado “un tiempo del fuego de Dios, del fuego del Espíritu Santo”. Cuando Él vuelve junto al Padre, “comienza el tiempo de la responsabilidad de los cristianos”, afirmó.
“Su tiempo sobre la tierra, su ministerio ha sido muy breve, y después los dejó a los apóstoles, a los discípulos, por eso les envió al Espíritu Santo, para que tengan el fuego de Dios”, recordó el obispo.
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“Y el fuego del Espíritu es el que da vida a la Iglesia, la imagen del fuego nos recuerda a este Dios que ilumina, a este Dios que purifica como el fuego; a este Dios que da calidez. Pero también la presencia del fuego es una presencia que muchas veces se hace violenta, el Evangelio muchas veces se hace violento, y ¿qué significa la violencia del Evangelio? La de la fuerza de Dios, la de la fuerza de la vida que tiene que vencer a la muerte, la fuerza de Dios que levanta al débil, que nos llama a la justicia, que nos llama a defender la verdad. Y muchas veces son caminos donde hay que jugarse, donde la neutralidad no es sana”, advirtió.
“El fuego del Espíritu nos lleva a los caminos de Dios en medio de los hombres, a purificar nuestros corazones pero también a purificar nuestras comunidades y nuestra gran comunidad, que es la sociedad”, sostuvo.
“Hoy cerramos una misión que hemos disfrutado mucho, hemos venido a celebrar juntos la comunión, a renovar juntos la alegría de seguir a Jesús, a dar testimonio de unidad, de comunión entre los sacerdotes y junto a las comunidades, porque así es la Iglesia, caminar juntos en la unidad y la diversidad”, destacó monseñor Barba.
“Hoy ha tenido la gracia la parroquia de Caacupé de recibir esta primera misión de los sacerdotes, nos vamos con el corazón lleno y con el deseo de que en 2020 volvamos a repetir una semana en que los sacerdotes volvamos a ponernos al servicio de una comunidad, para animarlos a empujar, a volver a ponernos en movimiento”, concluyó, agradeciendo a Dios por esta experiencia compartida.
La misión fue organizada por el equipo diocesano de misión, y durante estos días, convocaron a los fieles de la diócesis a “adoptar” a alguno de los treinta sacerdotes para rezar por ellos. De ese modo, más de cien personas estuvieron rezando por los frutos de esta misión.+
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