El Papa explicó que "Jesús observa atentamente a esa mujer y dice que “ella dio más que todos”, mientras la contrapone a los escribas y doctores de la ley que “bajo apariencias tan solemnes esconden falsedad e injusticia y mientras se pavonean en público, usan su autoridad para devorar los bienes de las viudas y las personas más indefensas y desamparadas” y subrayó Francisco eso sucede “cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres”
Francisco señaló que la viuda "en su pobreza comprendió que, teniendo a Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente por Él y, a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué lindo ejemplo esa viejita, lindo ejemplo!” Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que la medida de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una enfermedad que hace que el corazón se baje hasta la billetera".
El Papa comparó a la viuda pobre con la Virgen María que dio toda su vida a Dios por nosotros, pidió que nos pongamos en su escuela y rogó a Dios para que tengamos un corazón pobre, pero rico de generosidad alegre y gratuita”.
Palabras del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, buenos días con este bonito sol.
El pasaje del Evangelio de este domingo se compone de dos partes: una en la que se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo; la otra en la que se propone un ideal ejemplar de cristiano.
En la primera parte, Jesús critica a los escribas, maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, codicia e hipocresía. A ellos les gusta “que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Mc 12,38-39). Pero bajo apariencias tan solemnes se esconden falsedades e injusticias. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad para “devorar los bienes de las viudas” (cfr v. 40), que eran consideradas, junto a los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y menos protegidas.
Finalmente, los escribas “hacen largos rezos para hacerse ver” (v. 40). También hoy existe el riesgo de asumir estas actitudes. Por ejemplo, cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios, y sin embargo se antepone a Él la propia vanidad, el propio beneficio.
Y en esta línea se coloca la segunda parte del Evangelio de hoy. La escena ambientada en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar donde la gente echaba las monedas como ofrenda. Hay muchos ricos que echan muchas monedas, y hay una mujer pobre, viuda, que pone apenas dos monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la atención de sus discípulos sobre el fuerte contraste de la escena. Los ricos han dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha dado “todo lo que tenía para vivir” (v. 44). Por esto --dice Jesús-- ella ha dado más que nadie. A causa de su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere hacer las cosas a medias con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, tiene todo; se sienta amada totalmente por Él y a su vez, lo ama totalmente. Bonito ejemplo esta viejecita, bonito ejemplo.
Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener mucho dinero y estar vacío. No hay plenitud en tu corazón. Pensad esta semana en la diferencia que hay entre cantidad y plenitud.
No es una cuestión de cartera, sino de corazón. Hay diferencia entre cartera y corazón. Algunos tienen, hay enfermedades cardíacas, que hacen bajar el corazón a la cartera y eso no va bien. Amar a Dios “con todo el corazón” significa fiarse de Él, de su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres sin esperar nada a cambio. Me permito contaros una anécdota que sucedió en mi diócesis anterior. Estaban en la mesa una madre con los tres hijos, el padre estaba en el trabajo. Estaban comiendo milanesas. En ese momento llaman a la puerta, uno de los hijos va, pequeños, 5, 6, 7 años el más grande, y viene y dice ‘mamá hay un mendigo que pide comida’. Y la madre, buena cristiana, les pregunta ‘¿qué hacemos?’ ‘Le damos de comer, mamá’. Toma el tenedor y el cuchillo y quita la mitad de la milanesa a cada uno. ‘Ah, no, mamá, así no, sacá de la heladera’. ‘No, hacemos tres bocadillos así’. Y los hijos aprendieron que la verdadera caridad se da, se hace, no de lo que nos sobra sino de lo que es necesario. Y estoy seguro que esa tarde tuvieron un poco de hambre, pero se hace así.
Frente a las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos de algo como estos niños, de la mitad de las chuletas, de algo indispensable no solo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no solo lo que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida y sin reservas nuestro talento, no después de haberlo utilizado para nuestros fines personales o de grupo.
Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los discípulos, la hace subir a la cátedra y la presenta como maestra del Evangelio vivo. Por la intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad feliz y gratuita.+
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