Mons. Arancedo presidió en Luján la misa de apertura de la asamblea plenaria
“Cada instituto tiene su propia historia carismática que es un don que nos enriquece, diría que nos pertenece. Somos testigos agradecidos de este camino de Dios en la Iglesia Argentina. Esto es hoy para los obispos, queridos religiosas y religiosos, motivo de alabanza y gratitud a Dios y de reconocimiento a ustedes por su entrega”, subrayó el prelado.
Durante la celebración eucarística en el santuario mariano nacional se escucharon testimonios de consagrados en recuerdo al cardenal Eduardo Pironio, quien fue prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y cuyos restos descansan en la basílica. También se les entregó a los consagrados un texto inédito del cardenal Pironio: “La comunidad religiosa, ¿signo de esperanza de la cruz?”, escrito en 1985.
Monseñor Arancedo aseguró que “toda celebración es memoria de una historia vivida, pero sobre todo apertura y compromiso con el futuro. Argentina necesita con urgencia del encuentro de sus hijos. Les recuerdo uno de las metas que propusimos a luz del Bicentenario: ‘Avanzar, decíamos, en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo’”.
“Una amistad social que incluya a todos, es el punto de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional. Y concluíamos con una cita del documento de Aparecida: Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y camino de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración”, subrayó.
La asamblea en sí comenzará mañana en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera de Pilar, con un intercambio pastoral y se extenderá hasta el viernes 13 por la tarde.
Texto de la homilía
Hemos venido a la Basílica de Nuestra Señora de Luján, para iniciar la 110° Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino. El motivo es celebrar y unirnos en esta Eucaristía y en el marco de este Templo que lo sentimos tan nuestro, al camino de gracia del Año de la Vida Consagrada que finalizará, Dios mediante, en la Fiesta de la Presentación del Señor el próximo 2 de febrero de 2016. Vivimos este año jubilar como un momento de reconocimiento, de gratitud y de viva comunión eclesial.
La palabra del Señor que acabamos de proclamar nos introduce en esa sabiduría siempre nueva del evangelio del amor, de la generosidad y el compartir. Ella nos descubre en nuestra condición de hijos de Dios y en su necesaria consecuencia que es la donación y el servicio. Oración y caridad son expresiones de una auténtica vida de fe. Frente a muchos ricos que daban de su abundancia en el Templo para ser vistos, nos dice Jesús: “Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre, para luego concluir con un enseñanza a sus discípulos, a nosotros, les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros” (Mc. 12, 41-44).
No importa la cantidad o la publicidad ante Dios, sino el espíritu de desprendimiento y de generosidad con que se vive la fe y se practica la caridad. ¡Cuántas veces hemos sido testigos y aprendido este evangelio del amor y el silencio en la sencillez de nuestra gente! Este camino de humildad y ocultamiento, de oración y de compartir, es el que le da sabor y autenticidad a toda vida cristiana. ¡Danos, Señor, la gracia de comprender y de vivir la grandeza de lo pequeño para dar sentido evangélico a nuestras vidas!
El Santo Padre Francisco ha querido, al recordar los 50 años de la Constitución Dogmática Lumen Gentium que dedicó un capítulo especial a la vida consagrada, abrir en la Iglesia un año de oración y de reflexión sobre la riqueza de este don del Espíritu Santo. Es, ante todo, un acto de fe en esa historia del amor de Dios que va suscitando testigos y comunidades en la vida de la Iglesia, para continuar acompañándonos y mostrarnos la belleza, la santidad y la alegría de la vida consagrada.
Este camino tiene su fuente en Jesucristo en quien descubrimos la obra de Dios y la llamada a seguirlo de un modo totalizante. Así actúa el Espíritu Santo, él nos orienta a escuchar al Señor y a hacernos sus discípulos para gloria de Dios, y al servicio de nuestros hermanos más necesitados. Es Dios y nosotros, nunca nosotros y Dios. Él es el centro, el origen y la finalidad de nuestras vidas, llamadas a ser vividas en el hoy de la historia, en la comunión de la Iglesia y en la dinámica misionera del Evangelio.
Cada Instituto tiene su propia historia carismática que es un don que nos enriquece, diría que nos pertenece. Somos testigos agradecidos de este camino de Dios en la Iglesia Argentina. Esto es hoy para los obispos, queridos religiosas y religiosos, motivo de alabanza y gratitud a Dios y de reconocimiento a ustedes por su entrega. Esto queremos decírselo en este día. Hay un momento fundante en la historia de cada carisma que nos recuerda la riqueza y el fuego del comienzo, no la nostalgia de lo que fue. Ello requiere hoy de una fidelidad creativa que mantenga vivo el sentido y la vivencia del carisma.
Lo auténticamente nuevo en la Iglesia siempre es obra del Espíritu Santo que presenta en la vida consagrada, nos recuerda Francisco, una nota particular de profecía. Ella está llamada, en el seguimiento a Jesús y en la comunión de la Iglesia, a mostrar la audacia del Espíritu en caminos nuevos, sea en la vida activa como contemplativa. Valoren el don recibido. Reconocemos con gratitud tantas obras misioneras, caritativas como educativas entre otras, que llevan adelante con esfuerzo y no siempre en las mejores condiciones, se lo agradecemos sinceramente, pero sobre todo valoramos sus personas, la presencia de ustedes y la riqueza del carisma en nuestras iglesias particulares.
Fortalecer nuestros vínculos de trabajo en la vida de la comunión apostólica que nos encomendó el Señor, es una tarea que hace al camino pastoral de la Iglesia. En este sentido me permito insistir en el valor de las Orientaciones Pastorales para el trienio 2015-2017 “Felices los misericordiosos porque obtendrán misericordia”. En ellas, como obispos, hemos presentado a todo el pueblo de Dios algunas prioridades, acontecimientos y desafíos pastorales. Hemos asumido directivas del Santo Padre, del magisterio de la Iglesia Latinoamericana, en la continuidad del camino pastoral de la Iglesia en Argentina. Considero a estas breves orientaciones, que están abiertas a la reflexión y el camino de cada comunidad, un lugar de encuentro eclesial y pastoral.
Próximos a la celebración del Congreso Eucarístico Nacional en Tucumán, bajo el lema “Jesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos”, convocamos a todo el pueblo de Dios a asumirlo como un compromiso que hace a nuestra fe en Jesús Eucaristía, pero también a un acontecimiento en la vida y el futuro de nuestra Patria. Vamos a concluir el camino que habíamos iniciado “Hacia un Bicentenario en Justicia y solidaridad 2010-2016”. Toda celebración es memoria de una historia vivida, pero sobre todo apertura y compromiso con el futuro. Argentina necesita con urgencia del encuentro de sus hijos. Les recuerdo uno de las metas que propusimos a luz del Bicentenario: “Avanzar, decíamos, en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo. Una amistad social que incluya a todos, es el punto de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional. Y concluíamos con una cita del documento de Aparecida: Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y camino de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración” (Hacia un Bicentenario, 33).
Finalmente, celebramos este domingo: La Jornada Nacional del Enfermo. Nuestra mirada y nuestra oración se dirigen en primer lugar a ese hermano nuestro que vive momentos de fragilidad por su enfermedad, pero también queremos tener presente a todas las personas que cuidan a un enfermo, pienso en sus familiares y en ese gran número de profesionales, enfermeras, enfermeros y voluntarios de la pastoral de salud, que los acompañan con su presencia y afecto. La cercanía con el enfermo es un tema evangélico, un camino que nos debe interrogar en nuestro seguimiento a Jesucristo en una de las obras de misericordia. Así, en la presentación del Año Santo de la Misericordia, el Papa Francisco al hablarnos de “las obras de misericordia corporales y espirituales”, nos dice: “La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos” (M. V. 15).
Ponemos a los pies de María Santísima, Nuestra Madre de Luján estas intenciones con las que hemos venido a su Casa, como así también, los trabajos que hoy iniciamos en nuestra 110° Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino. Amén.+
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