En el discurso que les ha dirigido, reunidos en la plaza de San Pedro, Francisco ha observado que a ellos se les confía “el cuidado del derecho al descanso”. Me refiero --ha especificado-- no solamente al descanso que es sostenido y legitimado por una amplia serie de prestaciones sociales sino también y sobre todo a una dimensión del ser humano que no le faltan las raíces espirituales y de las cuales también vosotros, por vuestra partes, sois responsables.
Asimismo, el Santo Padre ha asegurado a los presentes que “vuestra difícil tarea es contribuir para que no falten las subvenciones indispensables para los trabajadores desempleados y sus familias”. Y les ha pedido que no les falte entre sus prioridades una atención privilegiada por el trabajo femenino, así como la asistencia a la maternidad que debe tutelar siempre la vida que nace y a quien la sirve cotidianamente. Que no falte nunca “el seguro por la vejez, la enfermedad, las lesiones unidas al trabajo”, ha exhortado. Y ha proseguido: “no falte el derecho a pensión, y subrayo: el derecho, la pensión es un derecho, porque de esto se trata”.
Tal y como les ha recordado, “vosotros honráis la delicada tarea de tutelar algunos derechos legales del ejercicio del trabajo; derechos basados en la naturaleza misma de la persona humana y de su trascendente dignidad”.
De este modo, ha explicado que el descanso, en el lenguaje de la fe, es por tanto una dimensión humana y divina al mismo tiempo. Con una prerrogativa única: “no es una simple abstención del cansancio y del compromiso ordinario, sino una ocasión para vivir plenamente la propia creaturalidad elevada a la dignidad filial de Dios mismo”.
Asimismo, el Papa ha recordado que la exigencia de “santificar” el descanso se une a un tiempo que permita cuidar la vida familiar, cultural, social y religiosa, haciendo de todos estos horizontes un espacio y un tiempo para Dios y para el hombre.
Por esto, ha subrayado a los presentes que “contribuyen a poner las bases para que el descanso pueda ser vivido como dimensión auténticamente humana, y por esto abierta a la posibilidad de un encuentro vivo con Dios y con los otros”.
Además, el Pontífice ha asegurado que están llamados “a hacer frente a desafíos cada vez más complejos”. Desafíos --ha indicado-- que provienen tanto de la sociedad actual, con la criticidad de sus equilibrios y la fragilidad de sus relaciones; como del mundo del trabajo, plagado de la insuficiencia ocupacional y de la precariedad de las garantías que logra ofrecer.
Ha advertido que hasta hace algún tiempo era común asociar la meta de la pensión a la llegada de la tercera edad. Pero, ha observado “la época moderna ha cambiado sensiblemente los ritmos”. Por un lado, “la eventualidad del descanso se ha anticipado, a veces diluida en el tiempo, a veces renegociada hasta los extremos aberrantes, como el que distorsiona la idea misma de una cesación laboral”. Y por otro lado, ha asegurado, “nunca nos olvidamos de las exigencias de atención, tanto para quienes perdieron o nunca tuvieron un trabajo, como para aquellos que se ven obligados a interrumpirlo por varias razones”.
Trabajar, ha asegurado el Papa, quiere decir prolongar la obra de Dios en la historia, contribuyendo de forma personal, útil y creativa. De este modo ha añadido que el trabajo “no puede ser prolongado o reducido en función del beneficio de pocos y de formas productivas que sacrifican valores, relaciones y principios”.
Finalmente, Francisco ha pedido “amar y servir al hombre con conciencia, responsabilidad y disponibilidad”. Trabajad para quien trabaja --ha concluido-- y para quien quisiera hacerlo pero no puede. No como solidaridad, sino como deber de justicia.+ (Zenit)
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