Cada día, bastante antes del alba, este árabe israelí de 39 años, yesero de profesión, comienza su ronda por el casco antiguo de Acre, relata en una nota el periodista de AFP Majeda El-Batsh.
Ayub rompe el silencio de la noche con su voz potente y su tambor por las callejuelas decoradas con las luces del ramadán. A su paso, la ciudad se despereza.
“Ustedes que duermen, existe un Dios eterno”, canta. Lleva una 'kufiyya' o pañuelo palestino sobre los hombros, pantalones bombachudos de color beige, un cinturón bordado, chaleco y turbante negro y blanco.
Los vecinos lo saludan medio dormidos y le hacen señas de que van a preparar el 'sahur' o comida de antes del alba.
La tradición del 'messaharati' había desaparecido en Acre hasta que Ayub la recuperó hace 13 años para hacer revivir la herencia transmitida por su abuelo.
Él es católico practicante, señala la nota de Majeda El-Batsh, pero de niño escuchaba “la lectura del Corán todos los viernes” a la hora de la oración musulmana. “crecimos en un ambiente de respeto hacia las otras religiones”, asegura.
Acre lleva la impronta de siglos de historia. Ya existía en la época de los fenicios, en la Edad Media fue el principal puerto del reino cristiano de Jerusalén (conquistado tras la primera cruzada) y más tarde se convirtió en una ciudadela otomana.
El casco antiguo, con sus murallas y mezquitas, está inscrito en la lista del patrimonio mundial de la humanidad de la UNESCO. Cuenta con unos 50.000 habitantes, entre judíos, musulmanes, cristianos y bahaíes. Casi un tercio de ellos son árabes, en su mayoría musulmanes.
Michel Ayub resta importancia a su misión: “No hago más que cumplir con mi deber, ayudando a nuestros hermanos musulmanes”.
“Somos una misma familia. Hay un solo Dios y no hay diferencia entre cristianos y musulmanes”, afirma este descendiente de palestinos que se quedaron en sus tierras tras la creación del Estado de Israel. Estos cristianos y musulmanes son ciudadanos israelíes pero suelen considerarse palestinos. Son 1,4 millones, es decir el 17,5% de la población de Israel.
Sabra Aker “creció con el despertador de Michel Ayub durante el ramadán”. “Si un día deja de venir, estamos perdidos”, afirma una joven de 19 años desde la ventana de su casa.
En medio de la noche, Safia Sawaid, de 36 años, sale con sus hijas para hacerse una fotografía con Michel Ayub. “Impresiona ver a alguien tan apegado a nuestra cultura y nuestras tradiciones, espero que siga viniendo todos los años”, declara al cronista de AFP.
Para seguir con la tradición, Ayub decidió formar a Ahmed al Rihaui, de 12 años, que lo acompaña en sus giras nocturnas. El niño “promete ser muy bueno”, aseguró el 'messaharati' católico.+
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