Mons. Castagna: “La nueva evangelización es la respuesta a las agresiones”
“No es el momento de investigar los orígenes de su incredulidad, muy a la vista para pretender disimularlos. La constatación del hecho doloroso constituye un desafío apremiante para la evangelización de la Iglesia Católica. Es inevitable que el mundo la declare innecesaria si no desempeña su misión de evangelizar”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.
En este sentido, el prelado consideró que la Iglesia debe enfocar “toda su acción a evangelizar al mundo, respetando las condiciones imprescindibles para lograrlo: la Palabra, expuesta en la predicación y en la catequesis, la celebración de los sacramentos y la santidad de los evangelizadores”.
Monseñor Castagna estimó que habría que comenzar por la última condición, a la que San Juan Pablo II consideraba “impostergable ante un mundo que anda a los tumbos: ‘El mundo actual espera de la Iglesia el testimonio de la santidad’”.
“Es un mundo que rechaza un mensaje de vida que no va acompañado por el testimonio de vida de quienes lo proponen. Se impone - en el interior de la Iglesia - un examen sincero de conciencia y la continua reconversión a Cristo, ‘el Evangelio del Padre’”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- La samaritana y el encuentro con Jesús. Este extenso texto del evangelista San Juan, reproduce una escena de excepcional densidad doctrinal. Es el encuentro con la mujer samaritana. No haré una exégesis técnica, no me corresponde ni lo sabría hacer. Que la acción sugeridora del Espíritu, tenga la bondad de asistirme, y asistirnos. Los samaritanos y los judíos tienen un origen común y conservan la unidad hasta que Samaría es invadida y sometida por los asirios, en el año 722 (AC). Desde entonces no se tratan. Pero, Jesús no se atiene a esas viejas enemistades, por ello, inicia, libremente, una conversación con aquella mujer samaritana. Ella se sorprende de que un judío le pida de beber: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Juan 4, 9) Jesús aprovecha aquel planteo para recomponer el diálogo con un pueblo emparentado cultural y religiosamente con el suyo. La ocasión no puede ser mejor. Se produce una comunicación fluida que Jesús no había logrado con la dirigencia de su pueblo. Después del prolongado y significativo pasaje sobre el agua viva, la simplicidad de aquella mujer supera los escollos de la discusión doctrinal entre ambos pueblos. Ya no queda margen para otros argumentos; es el momento de la gran revelación: “La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: Soy yo, el que habla contigo” (Juan 4, 25-26).2.- Una ferviente evangelizadora. El resultado de aquel encuentro es la fe. Esa era la voluntad de su Padre: recuperar a quienes estaban perdidos, sin discriminar a ninguno de ellos por causa de la raza, pueblo, sexo o religión. Aquella mujer procedía de una nación enfrentada con la suya, a causa de muy antiguas diferencias. El diálogo entre ambos logra la claridad necesaria para que la samaritana supere su prejuicio nacional y reconozca, en aquel joven judío, al Mesías prometido y esperado. Difícil tránsito, e imposible cuando las desavenencias religiosas se confunden con actitudes ideológicas infranqueables. La reacción inmediata de la mujer es comunicar a sus vecinos el hallazgo de aquel personaje, tan esperado por sus antepasados comunes: “La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?” Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro”. (Juan 4, 28-30) Sin pretenderlo, la samaritana se constituye en una ferviente evangelizadora. Transmite, desde su personal experiencia, el hecho de su encuentro con el Salvador. Quienes acuden, a causa de su testimonio, logran una experiencia personal y, como ella, también ellos se enfervorizan y exaltan: “Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo”. (Juan 4, 42)
3.- El mundo necesitado de Jesús. ¿Qué mensaje encarna para la actualidad? Las agresiones contra la Catedral de Buenos Aires, desvirtuando una pacífica concentración, con motivo del Día Internacional de la Mujer, constituyen la manifestación, por fortuna minoritaria, ideológicamente sustentada por la extrema izquierda. Escuché comentarios inteligentes sobre los hechos que han sacudido, y sacudirán aún, a nuestra sufrida sociedad. Con respecto a los ataques antirreligiosos, llegados a la ofensa furibunda y blasfema - contra Jesús y la Inmaculada Virgen - se produjo un silencio temeroso y evasivo. Los mismos agresores, casi con absoluta certeza, son parte del 80% de los bautizados en la Iglesia Católica, que hoy la agravian. ¡Qué gran desafío para la misma Iglesia! La gracia del Evangelio es “el poder de Dios” capaz de restablecer el orden de la fe. Es preciso reactivar el ministerio de la predicación, instrumento válido, escogido por Dios para suscitar la fe o reavivarla: “En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación”. (1 Corintios 1, 21) Depositarios de la misión, que Jesús recibió de su Padre, los Apóstoles se arriesgaron a enfrentar al mundo judío y pagano con la fuerza transformadora de la Palabra. Parece que hoy nos hallamos en peores condiciones. Nuestro mundo occidental fue cristianizado por la Iglesia, durante más de veinte siglos. Es ahora - y aquí - cuando se producen los ataques mencionados. La Iglesia se encuentra ante tres situaciones: 1) Ante la de quienes no han recibido el mensaje evangélico, que son muchos aún. 2) Ante la de quienes lo han recibido, como parte de su cultura, y han ido perdiendo la pureza de su contenido - un porcentaje muy alto - o han apostatado prácticamente de él. 3) Ante su “pequeña grey” que necesita, por cierto, el constante alimento de la Palabra y de los sacramentos, y sobre la cual recae la grave responsabilidad de ofrecer el testimonio de la santidad.
4.- La nueva evangelización es la respuesta a las agresiones. Nuestro mundo, en sus diferentes manifestaciones, ha perdido la fe en Cristo y en su Iglesia. No es el momento de investigar los orígenes de su incredulidad, muy a la vista para pretender disimularlos. La constatación del hecho doloroso constituye un desafío apremiante para la evangelización de la Iglesia Católica. Es inevitable que el mundo la declare innecesaria si no desempeña su misión de evangelizar. Por ello, es preciso que enfoque toda su acción a evangelizar al mundo, respetando las condiciones imprescindibles para lograrlo: la Palabra, expuesta en la predicación y en la catequesis, la celebración de los sacramentos y la santidad de los evangelizadores. Comenzaría por la última condición, que San Juan Pablo II consideraba impostergable ante un mundo que anda a los tumbos: “El mundo actual espera de la Iglesia el testimonio de la santidad”. Es un mundo que rechaza un mensaje de vida que no va acompañado por el testimonio de vida de quienes lo proponen. Se impone - en el interior de la Iglesia - un examen sincero de conciencia y la continua reconversión a Cristo, “el Evangelio del Padre” (Conferencia Episcopal de Santo Domingo – 1992).+
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