Esa lectura bíblica, destacó monseñor Martorell, "nos presenta al profeta Elías, que abatido por las luchas y persecuciones, sube al monte Horeb para encontrar a Dios, sube al monte donde Dios se encontró con Moisés. Allí Dios le dice al profeta: “sal y aguarda al Señor en el monte”. El profeta obedeciendo a Dios espera. Primero escuchó un viento huracanado, pero allí no estaba Dios; luego siguieron un terremoto y hasta fuego, pero como dice el texto: “en el viento… en el terremoto… en el fuego no estaba el Señor”. “Se escuchó un susurro” y allí estaba Dios. Dios estaba en una brisa suave, pues quiere aquietar los ánimos del profeta que está cansado y agobiado, quiere manifestarse como el Señor del auxilio y de la paz; por eso no lo preceden las tormentas de la naturaleza. El Señor quiere manifestar su delicada bondad para con el Profeta que está cansado y desesperado. Dios quiere infundir su paz y su ternura a aquel profeta fiel que en su nombre trabaja y predica. Es por eso que se manifiesta como “un susurro”, manifestándole también la calidez de su intimidad.
"El Señor -prosiguió el obispo de Puerto Iguazú- se comunica así también con nosotros cuando estamos cansados y abatidos, ya sea por nuestros fracasos o por nuestros pecados que arraigados en nuestro corazón no podemos superar y recurrimos a Él. Es necesario afinar el oído espiritual para captar el leve susurro que aquietará nuestros corazones. Allí se hará oír Dios para darnos de nuevo la paz y la fortaleza en el corazón. Acudir al buen Dios es como una necesidad del corazón frente a nuestras fatigas en el camino de la vida. Él se convierte en nuestra fortaleza y aliento".
Tras reflexionar sobre el Evangelio donde se narra el episodio de Jesús caminando sobre las aguas, monseñor Martorell exhortó a "comprender que nuestra fe viene de Dios y en Él debemos apoyarnos como una plataforma de lanzamiento para ir a la vida y llevarlo a todos", porque "Dios es nuestra esperanza y aunque a veces nos acompañe de lejos está siempre dispuesto a socorrer nuestras necesidades y dificultades. Y cuando nos sintamos agobiados, angustiados, con dudas y con sensación del fracaso, allí está Jesús que nos susurra en el corazón o nos toma de la mano como a Pedro", porque "Él es el Señor de la vida, de la historia, es el Señor de nuestra propia historia personal".+
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