El presbítero Carlos Sánchez será el séptimo arzobispo y décimo obispo de Tucumán. Se desempeña como párroco de la basílica Nuestra Señora de La Merced desde 2011.
A sus 54 años, el sacerdote tucumano asumirá el mando de la arquidiócesis, sucediendo a monseñor Alfredo Horacio Zecca. En conversación con el periódico “La Gaceta” de Tucumán, el futuro arzobispo se refirió al gran desafío de ser profeta en su tierra, y reconoció que es “simplemente un cura” que conoce y ama Tucumán.
¿Cómo le llega la noticia de su designación?
- La semana pasada me hicieron llamar de la Nunciatura. Pensé que podían ofrecerme ser obispo, ¡pero nunca me imaginé que de Tucumán! (risas). Dije sí, como le dije sí al Señor hace 29 años, cuando me consagré sacerdote para esta iglesia de Tucumán y, ahora, cuando el Señor me pide que siga sirviendo como obispo en esta Iglesia. Para mí es una dicha muy grande porque es la Iglesia que me ha visto crecer, a mí y a mi vocación. Y lo lindo es que los tucumanos me conocen como soy: mis límites, mis miserias, mis pecados. Sé que me van a saber perdonar y que vamos a trabajar juntos.
- ¿Cree que en algún momento la muerte del padre Viroche ha dividido al clero?
- No. La muerte del padre Juan ha sido un mazazo para la Iglesia tucumana. Quizás algunos sin querer, sin saber nada, pueden haber juzgado, pero esto también es crecer en comunión. Aquí lo importante es el testimonio de fe y de amor y nuestro legado es seguir creciendo.
- ¿Usted ha cursado estudios en Roma?
- No, mi título es de egresado de Estudios Eclesiásticos del Seminario Mayor de Tucuman. No tengo licenciatura ni doctorado, igual que el padre Melitón (Chávez). No tenemos estudios superiores. Yo soy simplemente un cura.
- ¿Qué dijo monseñor Alfredo Zecca de su designación?
- Me escribió diciéndome que está orgulloso de que sea yo su sucesor. Porque yo conozco y amo Tucumán. Él se lamentaba de que estaba muy limitado por su salud, por eso no podía salir adelante. Me pidió que cuente con sus oraciones. “Hace falta alguien tucumano, así como vos, para conducir la diócesis”, me dice.
- Pero ¡qué difícil es ser profeta en la misma tierra! ¿No?
- A ver, es un desafio muy grande. A mí me tocó vivirlo cuando fui cura en mi propia comunidad parroquial de Villa Luján. Sin embargo, allí percibí el cariño de la gente. La viejita que me vio nacer, que me conoció en la panza de mi madre, se arrodillaba frente de mí para confesarse. ¡Y mi propia madre, se arrodillaba también para confesarse! A los chicos con los que jugábamos al carnaval y macaneabamos los veía acercarse para la reconciliación. Los viejos que eran de los grupos de adultos de Cáritas, de la Legión de María, pidiéndome consejos. Yo era changuito, pero era cura. Ellos no veían a Carlitos sino al Cristo sacerdote. Lo buscaban a Cristo sacerdote en la persona de Carlos.
- También verán a Cristo en su investidura de arzobispo...
- Nuestra gente de Tucumán tiene una fe enorme porque no se quedan con el cura sino con el Cristo que está presente en el cura. Aquí me conocen, saben cómo soy, conocen mis pecados. Yo digo que soy el burrito que lleva a Jesús. Para que lo sigan a Jesús, no al burrito, ¿no?
> LA NOTICIA QUE CAMBIÓ LA AGENDA
Eran las 7 cuando AICA -la Agencia Informativa Católica Argentina- publicó la designación de Carlos Sánchez y la inmediata viralización de la noticia añadió un nuevo ingrediente al desayuno de los tucumanos. El dato se mantuvo a salvo de filtraciones en los últimos días, aunque se sabía que el anuncio del nuevo arzobispo estaba al caer. Sánchez vivió una jornada vertiginosa, a puro llamado y felicitación. Desacostumbrado a semejante exposición, la manejó con naturalidad, sin abandonar el estilo campechano y decidido a ponerle su impronta al cargo desde el minuto cero. Fueron sus máximos referentes -Francisco y el cardenal Luis Villalba- quienes lo bendijeron.+
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