"Este Mes misionero extraordinario –dijo el Papa- quiere ser una sacudida que nos impulse a ser activos en el bien. No notarios de la fe y guardianes de la gracia, sino misioneros", expresó.
“Dios no nos preguntará si custodiamos celosamente los ‘bienes’ que nos ha dado, es decir, la vida y la fe. El Señor nos preguntará ‘si los pusimos en juego’ -señaló-. "Los dones que el Padre nos dio no son para custodiar en la caja fuerte, sino para hacerlos fructificar con audacia y creatividad”, agregó.
Francisco indicó que para “convertirnos en misioneros”, debemos “vivir como testigos”, es decir, “testimoniando con la vida que conocemos a Jesús”.
Entonces, el Papa preguntó a la comunidad presente: “¿Cómo podemos callar la alegría de ser amados, la certeza de ser siempre preciosos a los ojos de Dios? Es el anuncio que tanta gente está esperando. Y es nuestra responsabilidad. Preguntémonos este mes: ¿cómo va mi testimonio?”.
En este sentido, recomendó evitar la omisión, que “puede ser el pecado de toda una vida”, porque “no hemos recibido la vida para enterrarla, sino para ponerla en juego”. “Vivir de omisiones es negar nuestra vocación: la omisión es contraria a la misión”.
El Santo Padre subrayó que se peca “por omisión”, cuando “en lugar de difundir alegría, nos encerramos en una triste victimización”, cuando “se cede a la resignación” o cuando “lamentándonos, seguimos diciendo que todo va mal, tanto en el mundo como en la Iglesia”. Y también: “cuando somos esclavos de los miedos que nos inmovilizan y nos dejamos paralizar por el ‘siempre se hizo así’”.
“Pecamos contra la misión cuando vivimos la vida como una carga y no como un don; cuando en el centro estamos nosotros con nuestras fatigas, no los hermanos y hermanas que esperan ser amados”.
Más adelante, Francisco se refirió a la Iglesia en salida, “la que Dios ama”, la que sabe que “la fuerza misma de Jesús”. “Es una Iglesia que no pierde el tiempo llorando por las cosas que no están bien, por los fieles que ya no tiene, por los valores de un tiempo que ya no está”.
Finalmente, el pontífice recordó a Santa Teresita del Niño Jesús, San Francisco Javier, y a la venerable Pauline Jaricot: "Ellos nos dicen que nadie está excluido de la misión de la Iglesia”. “En este mes el Señor llama también a ti. Te llama a ti, padre y madre de familia; a ti, joven que sueñas con grandes cosas…”, les dijo a los presentes.
"¡Coraje!", concluyó el Papa: "El Señor espera mucho de ti. También espera que alguien tenga la valentía de partir, de ir allí donde falta la esperanza y la dignidad, ad gentes, allí donde demasiada gente que todavía vive sin la alegría del Evangelio”.+
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