Ángelus: Hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor

Ciudad del Vaticano (AICA): “La familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad”, dijo el papa Francisco, en el mediodía de este domingo, Fiesta de la Sagrada Familia, en sus palabras previas al rezo del Ángelus. El Santo Padre invitó a contemplar la Sagrada Familia de Jesús, María y José, ya que aquí admiramos la realización del designio divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor.
“La familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad”, dijo el papa Francisco, en el mediodía de este domingo, Fiesta de la Sagrada Familia, en sus palabras previas al rezo del Ángelus. El Santo Padre invitó a contemplar la Sagrada Familia de Jesús, María y José, ya que aquí admiramos la realización del designio divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor.

Francisco recordó su viaje a los Estados Unidos para participar del Encuentro Mundial de las Familias, donde se encontró con padres y madres de todo el mundo. “Quisiera saludarlos a todos con afecto y reconocimiento, especialmente en este tiempo, en el cual la familia está sujeta a incomprensiones y dificultades de diverso tipo que la debilitan”, expresó.

“El Evangelio de hoy invita a las familias a recibir la luz de esperanza proveniente de la casa de Nazaret, en la cual se desarrolló en la alegría la infancia de Jesús, el cual –dice San Lucas- ‘creció en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres’”, indicó Francisco.

El Pontífice advirtió que si no abrimos la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, “la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. En cambio, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad”.

“Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo trajo como don a la humanidad”, concluyó.

Palabras del Papa
En el clima de alegría que es propio de la Navidad, celebramos en este domingo la fiesta de la Santa Familia. Vuelvo a pensar en el gran encuentro de Filadelfia, en septiembre pasado; en las tantas familias encontradas en los viajes apostólicos, y en las de todo el mundo. Quisiera saludarlas con afecto y reconocimiento, especialmente en este nuestro tiempo, en el que la familia está sujeta a incomprensiones y dificultades de varios tipos que la debilitan.

El Evangelio de hoy invita a las familias a recibir la luz de esperanza que proviene de la casa de Nazaret, en la que se desarrolla en la alegría la infancia de Jesús, el cual– dice san Lucas – “crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres” (2,52).

El núcleo familiar de Jesús, María y José, es para todo creyente, y especialmente para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos la realización del designio divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor. Aquí aprendemos que cada núcleo familiar cristiano está llamado a ser “iglesia domestica”, para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Santa Familia son: recogimiento, hospitalidad y oración, comprensión mutua y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.

Del ejemplo y del testimonio de la Santa Familia, cada familia puede tomar indicaciones preciosas para el estilo y las elecciones de vida, y puede tomar fuerza y sabiduría para el camino de cada día. La Virgen y san José enseñan a recibir a los hijos como don de Dios, a engendrarlos y educarlos cooperando en modo maravilloso en la obra del Creador y dando al mundo, en cada niño, una nueva sonrisa. Es en la familia unida donde los hijos llevan la maduración a su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto mutuo, de la mutua comprensión, del perdón y de la alegría.

Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace gustar la belleza de estar juntos, de apoyarnos mutuamente en el camino de la vida. Pero en la base de la alegría está la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos. Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. En cambio, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.

Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo trajo como don a la humanidad.+

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