Mons. Arancedo llamó a la reconciliación y a superar odios y divisiones
Unas 125.000 personas -según estimó el presbítero Enzo Romero, encargado de la logística del CEN- participaron de la misa presidida por el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, en el XI Congreso Eucarístico Nacional que se realiza en Tucumán, acompañados por la presencia de la imagen de Nuestra Señora de la Merced, patrona del arzobispado de Tucumán, el Señor del Milagro (de Salta); la Cruz de Matará y el Señor de los Milagros de Mailín (Santiago del Estero).
El prelado llamó hoy, en su homilía, a ser protagonistas dispuestos a superar odios y divisiones que “enfrentan y aislan” y a una reconciliación que “no es debilidad, sino expresión de fortaleza moral y moral y madurez espiritual”.
“Sintámonos protagonistas de una Argentina dispuesta a superar odios y divisiones que nos enfrentan y aíslan, no temamos reconocer errores, vivamos nuestro presente, nuestras relaciones y nuestra historia con espíritu de reconciliación que no es debilidad, sino expresión de fortaleza moral y madurez espiritual”, subrayó ante la multitud reunida en el Hipódromo provincial.
El prelado recordó que “la fe no estuvo ausente en aquellos congresistas aquí, en Tucumán, era para ellos una riqueza que sostenía sus deseos de Independencia en el contexto histórico en que vivían. No había contradicción entre su fe católica y el compromiso patrio”.
”La actitud de Jesucristo que amaba a su Patria, Jerusalén y que incluso lloró por ella nos ayuda a comprender esta dimensión social de la fe. (Lc. 19,41) Como argentinos, pienso, que nos haría bien esta actitud de dolor de Jesús por lo que nos falta de honestidad y justicia, de respeto por la vida y reconciliación”, aseguró.
”La fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, manifiesta, junto al amor y el compromiso con la Patria, una apertura fraterna a todos los hombres. La fe no nos aísla, es camino de encuentro, de respeto y de diálogo”, aclaró.
El arzobispo santafesino destacó que “en el marco del Año Santo de la Misericordia hemos elegido en este día celebrar la plegaria eucarística de la reconciliación”, y afirmó que “no podemos hablar de Dios sin una referencia a su misericordia que conocimos en Jesucristo, ‘el rostro misericordioso del Padre’”.
Al referirse a la meta de avanzar en “la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo”, que los obispos se propusieron al iniciar el camino hacia el Bicentenario 2010-2016, el prelado señaló que “la reconciliación está en el corazón mismo de la vida cristiana, porque tiene su fuente en Cristo que ‘nos reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona’”.
”Como argentinos venimos de una historia con luces y sombras, con desencuentros y heridas, con el flagelo de la corrupción y del narcotráfico, pero nos sentimos animados por la luz de la fe que fortalece nuestra esperanza y renueva nuestro compromiso de una Patria de hermanos”, aseveró, y aclaró que “cuando hablamos de perdón y reconciliación lo hacemos con la certeza de una verdad que nace del amor misericordioso del Padre; no hablamos de una utopía sino de una realidad que hemos conocido en Jesucristo”.
”La reconciliación no es impunidad, ella necesita de la verdad y del ejercicio de una justicia independiente respetuosa de las garantías constitucionales, pero aspira a una meta más alta y significativa”, sostuvo.
El presidente del Episcopado aseguró que “cuando abrimos nuestra mente y nuestro corazón al llamado evangélico de la reconciliación se abre un camino nuevo hacia la concordia y la fraternidad”.
Monseñor Arancedo recordó que “la Iglesia, que vivió y también padeció en sus miembros momentos duros y difíciles en tiempos de nuestra historia reciente, consideró en conciencia que era evangélico pedir perdón, y lo hizo público al inicio del Año Santo del Tercer Milenio. Lo vivimos como un acto de fidelidad al Dios del amor y la vida, de la misericordia y el perdón, de la reconciliación y la paz”.
”Este es el Evangelio que recibimos de Jesucristo, Señor de la Historia y no lo podemos callar, el que hoy nos llama a ser sus testigos en nuestras familias, en nuestras relaciones y al servicio de nuestra amada Patria”, concluyó.
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