Cardenal Poli: “El tiempo es la paciencia de Dios”

Santiago del Estero (AICA): El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Augusto Poli, presidió la misa de acción de gracias con que se cerró en esta ciudad la celebración de la beatificación de María Antonia de San José , Mama Antula, nacida en esta tierra santiagueña en 1730 y fallecida en Buenos Aires en 1799. “El tiempo es la paciencia de Dios”, dijo el cardenal, aludiendo a los más de dos siglos que pasaron entre la muerte de Mama Antula y su beatificación. Señaló que las hermanas de su congregación están en la misma Santa Casa de Ejercicios que ella levantó, donde hoy, más de dos siglos después, cientos de chicos y chicas “gozan de ese lugar para encontrarse con Dios y consigo mismos”. Expresó que “a nosotros, que a veces dejamos el lenguaje de la esperanza, que a veces postergamos lasa cosas del espíritu, ayer (en la beatificación) se nos volvió a decir: primero, Dios. En tu vida, primero Dios”.
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Augusto Poli, presidió la misa de acción de gracias con que se cerraron en esta ciudad los actos celebratorios de la beatificación de María Antonia de San José , Mama Antula, nacida en esta tierra santiagueña en 1730 y fallecida en Buenos Aires en 1799.

“El tiempo es la paciencia de Dios”, dijo el cardenal, aludiendo a los más de dos siglos que pasaron entre la muerte de Mama Antula y su beatificación. Señaló que las hermanas de su congregación están en la misma Santa Casa de Ejercicios que ella levantó, casi el único edificio que queda de esa época en Buenos Aires. Y allí hoy, más de dos siglos después, cientos de chicos y chicas “gozan de ese lugar para encontrarse con Dios y consigo mismos”.

“A nosotros, que a veces dejamos el lenguaje de la esperanza, que a veces postergamos lasa cosas del espíritu, ayer (en la beatificación) se nos volvió a decir: primero, Dios. En tu vida, primero Dios”.
Se advierte que esta idea, como síntesis de la vida de Mama Antula, estaba muy presente en la mente del arzobispo, que el día anterior la había dicho en un muy breve diálogo con el corresponsal de AICA y una periodista de El tiempo de Dios, una radio FM local iniciativa de laicos con clara definición católica.

“Primero Dios”

En la misa, el cardenal Poli proclamó: “Primero Dios” y animó a los presentes, que llenaban el templo: “¿Se animan a repetir: primero Dios?”. Dos veces requirió esa respuesta, que todos concretaron. Y aconsejó: “No nos olvidemos”. Y volvió a precisar que era así sin dejar de tener los pies sobre la tierra, que fue una mujer práctica, que no se evadió del mundo.

Animó a todos a cerrar los ojos un poquito y pensar. “Ahí va mama Antula, pasa por esos caminos de polvo y espanto del siglo XVIII”. Y asombraba a quienes no sabían de la tenacidad de sus gestos proféticos. Una mujer fuerte movida por una causa superior: la gloria de Dios en las almas. Al destacar su influjo sobre muchas personas con anhelos por la causa americana que se concretaron pocos años después de su muerte, comentó que Manuel Belgrano la conoció e hizo diez veces ejercicios espirituales de varios días.

Fervor y afecto
Concelebraron la misa el obispo de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic; el obispo de Quilmes, monseñor José Tissera, y dos obispos que recibieron calurosas muestras de afecto de quienes los conocían por haberse desempeñado en esta provincia: monseñor Ariel Torrado Mosconi, hoy obispo de Nueve de Julio, hasta hace poco auxiliar de Santiago, y monseñor Antonio Baseotto, que fue obispo de Añatuya. Concelebraron también unos veinte sacerdotes.

Un gran fervor y alegría se tradujo en los cantos y las contestaciones de los fieles, en una misa en la cual estaban en el frente una imagen de la Virgen de Loreto y dos estatuas, con vestimentas de tela, de Mama Antula y del beato cura Josè Gabriel Brochero.

Inspiración más allá de la tablet
Con sencillez, al comenzar la homilía el cardenal Poli empezó por pedir disculpas porque “tengo que leer de este instrumento”, por la tablet que abrió sobre el ambón. “Nos superó la técnica”, admitió sonriendo. “¿Vieron cuando uno quiere usar un instrumento y no le sale? Bueno, me pasó”.

No obstante, pudo leerla bien, pero agregó cosas según la inspiración del momento. Tras recordar las tandas de 200, 300 y hasta 500 asistentes a los ejercicios espirituales en la Santa Casa de Ejercicios, se calló un momento, evidentemente emocionado. “No pensaba que aquí iba a hacerlo públicamente, pero quiero pedirle perdón a Mama Antula. Los porteños la trataron mal, la apedrearon, la llamaron loca… pero bastó un tiempo para que su dulzura nos conquistara hasta el día de hoy”.

El pueblo santiagueño
Agradeció al pueblo santiagueño que ha contagiado su alegría a los visitantes, la alegría santificante de una beatificación. Y estimó: “Nadie mejor que un santiagueño para saber lo que le costó a ella dejar su tierra y sus afectos. Aunque nunca pudo volver en su vida terrena, lo hace ahora para asegurar a sus hermanos un camino seguro hacia el cielo”.

Al concluir la misa, monseñor Bokalic agradeció a todos y al papa Francisco, “que quiso que la beatificación se realizara aquí”. Dijo que esa misma mañana, al rezar el Angelus, el Papa mencionó la beatificación de maría Antonia de San José realizada el día antes en Santiago, y pidió que su ejemplo mueva a unirse más a Cristo y al Evangelio.

San Cayetano: de pequeña capilla a santuario
Al final, el cardenal Poli recordó que Mama Antula quiso que se honrara a San Cayetano en Liniers, un sueño que se concretó muchos años después. Ella se encomendaba a todos los santos: de por sí, a los santos jesuitas, y además a San José y San Cayetano. Les pidió a sus seguidoras que levantaran una capilla al santo. Y lo que era capilla del colegio de las hermanas terminó siendo un santuario del patrono del pan y el trabajo. El cardenal Poli fue allí desde que era seminarista. Y hace poco un seminarista le observó a él que hay una imagen chiquita de Mama Antula, y que la gente va y le toca los pies. “Acaso para que nos ayude a seguir caminando”, reflexioné el cardenal. Y animó a buscar las cosas de arriba, mientras vamos caminando como peregrinos. (Jorge Rouillon)

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