Presencia juvenil en la beatificación de Mama Antula

Junto a sacerdotes y religiosas y a muchas personas mayores, en la beatificación de Mama Antula se hizo notar una pujante presencia juvenil.

El día anterior, unos 2.800 jóvenes de la capital santiagueña y de otras zonas de la provincia compartieron un campamento en el campo del colegio San José, misericordista, próximo al lugar donde se haría la beatificación.

Allí asistieron a talleres sobre la vida de la santa y los valores cristianos, cantaron, rezaron, hicieron juegos, compartieron las comidas. Y vivieron con música y representaciones teatrales- la vigilia de la fiesta, hasta la medianoche.

La mayoría instaló sus carpas de muchos colores en un sector del gran predio de ese colegio, en dos sectores: uno para los muchachos y otro para las chicas.

El enviado de AICA recorrió el predio y pudo conversar con algunas jóvenes que compartían la comida –milanesas y fideos- sentadas en círculo sobre el césped. Colaboraban como voluntarias para facilitarles las cosas a los participantes.

“Es un acontecimiento que no se va a volver a repetir”, dijo Micaela Olmedo, de 17 años, que estudia en el Instituto Pío XII. “Necesitamos escuchar la Palabra de Dios”, dijo, y agregó que hay que ayudar a los jóvenes que pierden el sentido de la vida.

“Es algo maravilloso”, “Es un día muy bonito”, “Uno conoce gente”, apuntaron cerca de ella Irina López, de 15 años; Carla Luna, de 18, y Julieta Sayago, de la misma edad. En ese predio enorme y bien iluminado no faltaba quien tiraba al arco un penal desde lejos, quienes se sentaban alrededor de alguien que tocaba la guitarra o quienes simplemente charlaban en pequeños grupos.

Todo daba la impresión de alegría serena, de orden vivido voluntariamente, de buena convivencia. No se veía un papel en el pasto. Con un vale cada uno de los chicos podía retirar su comida y comerla junto con sus amigos.

Vigilia, hacia la medianoche
Saliendo de allí, del gran predio alambrado de ese colegio, se pasaba a otro sector del parque Aguirre, un enorme descampado donde al día siguiente se realizaría la beatificación. Allí en un escenario –no el de la beatificación, sino el reservado para el coro- había música, representaciones artísticas con indios con plumas y gauchos con botas, poesías y relatos, así como aparecía la Mama Antula, representada con su túnica negra y su cruz.

Distintos conjuntos interpretaban piezas musicales ante un público que ya iba menguando, de gente de todas las edades, grupos familiares sentados en sillas que al día siguiente se usarían para los asistentes a la beatificación.

También participaron en el espectáculo artístico integrantes del movimiento católico Banuev (Buenos Aires para la Nueva Evangelización).

“¿Hasta cuándo seguirá esto?”, le preguntamos al padre Tenti, uno de los organizadores, poco antes de la medianoche. “Hasta que termine. En Santiago se sabe cuando se empieza pero no cuando se termina”, bromeó, asumiendo la idiosincrasia local.

Marcha por las iglesias del centro
Ese día, más temprano, hacia las 18, una gran columna de jóvenes había partido de la Catedral con banderas, pancartas, imágenes de Mama Antula, cantando y rezando por las calles céntricas. La primera parada la hicieron en la antigua iglesia de la Merced, que desde 1823 hasta 1877 fue iglesia catedral hasta que se inauguró la basílica actual. Los mercedarios están en Santiago del Estero desde 1557.

En el atrio de esa iglesia hubo bailes folclóricos de chicos y chicas ataviados de paisanos, mientras algunas mujeres amasaban pan, en una representación de la vida doméstica de otras épocas. Sentados, complacidos, contemplaban esta representación juvenil dos representantes de otra generación: los padres mercedarios Manuel Caro, de 92 años, y Angel Danelutti, de 98.

Un rato después el padre Caro celebraría la Misa del día, muy concurrida, en ese antiguo templo, que tiene al lado un amplio colegio de moderna construcción de ladrillo visto. Pero la marcha juvenil siguió por otras calles, pasando por las iglesias de Santo Domingo y de San Francisco. Tanto en ellas como en la de los mercedarios podía observarse que sacerdotes jóvenes llevaban los hábitos tradicionales de sus órdenes religiosas.

Adoración al Santísimo

Frente a San Francisco se sacó el Santísimo Sacramento, que fue colocado en un altar colocado ex profeso fuera de la iglesia, que está frente a una plazoleta. Desde allí todos siguieron con devoción las oraciones.
Uno a uno, diversos jóvenes se acercaron a Jesús en la custodia, rezando desde un reclinatorio y pidiendo por diversas intenciones. “Para que siempre sigamos fieles en el camino hacia Ti”, “Por el Papa Francisco, que el Señor lo conserve, lo vivifique y lo haga feliz en la tierra, y no permita que caiga en manos de sus enemigos”, “Por los jóvenes que no te conocen, para que ilumines sus corazones”, “Por quienes le falta trabajo; por los que están solos, porque no pueden encontrar tu amor y están vacíos de corazón”.

No sólo había jóvenes de la ciudad, también algunos venidos de otros lados. Román, de 14 años, por ejemplo, había venido con un grupito de muchachos de la diócesis de Añatuya.

Lucas, un buen retratista de 14 años
En la misa de la beatificación había muchos jóvenes, pero en general no separados generacionalmente sino integrados en grupos familiares o de parroquias, movimientos o asociaciones. Una señora sostenía una pintura de Mama Antula, un cuadro pintado hace poco, no un impreso. Era Lidia Zurita, de 77 años, acompañada por Cintia Jiménez, una vecina suya del barrio 8 de abril. Participan de una capilla dedicada a Santa Catalina de Siena.

Al interesarse el cronista de AICA por la pintura, estas señoras hicieron llamar a su autor, Lucas Garnica, un muchacho de 14 años, que estudia el secundario con orientación en bellas artes. Al día siguiente, Lucas iba a acompañar a su bisabuela, allí presente, a una peregrinación a Catamarca, que ella hace desde hace 32 años. La bisabuela, Nila Chávez, no podía en sí de gozo por compartir esta manifestación de fe con su bisnieto. Y alabó el retrato que hizo de Mama Antula: “¿Vio cómo le han salido de bien los ojos?”. (Jorge Rouillon)

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