Mons. Castagna: “La prescindencia de Dios hace, de muchos seres humanos, verdaderos vagabundos”

Mons. Castagna: “La prescindencia de Dios hace, de muchos seres humanos, verdaderos vagabundos”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, advirtió que “la prescindencia de Dios hace, de muchos seres humanos, verdaderos vagabundos”, y consideró que se requerirá una “convergencia valiente de valores” para hallar el antídoto al mal de la delincuencia callejera, el terrorismo y la inseguridad que “enluta a familias pacíficas y contamina el clima para la convivencia social”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “la prescindencia de Dios hace, de muchos seres humanos, verdaderos vagabundos”, y advirtió como consecuencia de ello “la creación es manipulada hasta su destrucción”.

“Lo estamos comprobando en el mal trato a que es sometido nuestro planeta y, particularmente, a la inconsideración cruel con que unas personas tratan a otras”, indicó en su sugerencia para la homilía dominical.

“Hasta en estos principios del siglo XXI, la delincuencia callejera y el terrorismo causan deplorables y sangrientos incidentes. La inseguridad enluta a pacíficas familias y contamina el clima para la convivencia social”, puntualizó.

El prelado consideró que “se requerirá una convergencia valiente de valores para hallar el antídoto a tanto mal”, y recordó que “los valores se encarnan, más allá de su hallazgo y lúcida formulación. No se imponen con métodos represivos sino con una educación a todo nivel y por todos los medios”.

“Si Cristo es el modelo revelado a imitar, la acción evangelizadora debe penetrar saludablemente el ámbito de la cultura popular, inspirar una eficaz y actualizada legislación, como también la administración de la justicia y el ejercicio del poder político”, sostuvo.

Texto de la sugerencia

1. La senda que conduce a la Vida es estrecha. No sé si nuestros contemporáneos experimentan el temor al fracaso existencial: haber vivido en vano; vivir sin rumbo, como flotando sobre el abismo de una existencia vacía y angustiarse ante la perspectiva de una eternidad semejante. Es comprensible que el Señor sea el depositario de la dramática confesión de aquellos primeros interlocutores: "Una persona le preguntó: 'Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". (Lucas 13, 23); incluye la fragilidad de la vida temporal y el miedo de que la misma acabe y se diluya. La salvación y la perdición constituyen las antagónicas alternativas de la vida humana. Jesús responde a esa desgarradora cuestión de manera única y simple: "Luchen para abrirse camino por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán". (ibidem. 13, 24). Nos encontramos atrapados por el facilismo, como cultura de lo inmediato sin esfuerzo, desde el latrocinio incalificable hasta el "dolce far niente" irresponsablemente apetecido como ideal de vida. Las enseñanzas del Maestro divino, y su personal testimonio, ilustran el itinerario de quienes quieran orientarse a la salvación. La intervención de la gracia, del todo necesaria, no prescinde del consentimiento libre de cada persona, como esfuerzo que duele. La exhortación al despojo se reduce a recalificar el aporte personal como generosa renuncia: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga". (Lucas 9, 23). La estrechez de la senda que conduce a la Vida abarca la existencia de quienes deciden recorrerla en pos de Jesús.

2.- La necesidad de la gracia y de nuestra respuesta. Recuperar el equilibrio, o la plena vigencia de la virtud, resulta de cargar la propia cruz cada día. Somos - nosotros mismos - la cruz que debemos cargar: nuestros naturales límites, nuestras falencias y pecados, los altercados con un entorno agresivo y desalentador. No es fácil poner el propio y obligatorio esfuerzo sin creer que exclusivamente de él depende el resultado. Sin él no se dará, pero, abandonarlo porque no se logre el propósito intentado es presunción y soberbia. Somos colaboradores en la continua actividad creadora de Dios. Él sigue siendo, sin interrupción, el Creador. Nuestra obligada colaboración está subordinada a la suya. La prescindencia de Dios hace, de muchos seres humanos, verdaderos vagabundos. Como consecuencia la creación es manipulada hasta su destrucción. Lo estamos comprobando en el mal trato a que es sometido nuestro planeta y, particularmente, a la inconsideración cruel con que unas personas tratan a otras. Hasta en estos principios del siglo XXI, la delincuencia callejera y el terrorismo causan deplorables y sangrientos incidentes. La inseguridad enluta a pacíficas familias y contamina el clima para la convivencia social. Se requerirá una convergencia valiente de valores para hallar el antídoto a tanto mal. Los valores se encarnan, más allá de su hallazgo y lúcida formulación. No se imponen con métodos represivos sino con una educación a todo nivel y por todos los medios. Si Cristo es el modelo revelado a imitar, la acción evangelizadora debe penetrar saludablemente el ámbito de la cultura popular, inspirar una eficaz y actualizada legislación, como también la administración de la justicia y el ejercicio del poder político.

3.- Que la Verdad no nos sorprenda distraídos. Se juega el sentido auténtico de la vida. Es única y no hay reencarnación para corregir los errores cometidos en el ceñido lapso de la vida terrenal. Cristo, su enseñanza, está a disposición de todos. Se manifiesta - si agudizamos el sentido de la fe - en cada instante de nuestras brevísimas jornadas. Es admirable cómo se producen esas gracias, con tal que mantengamos la atención puesta en Él. No deja de expresarnos que debemos ser cautos y poner, de nuestra parte, el mayor cuidado para que la Verdad no nos sorprenda distraídos. Es riesgo común sentirse privilegiados por causa de contactos institucionales y sociales con "lo católico", en razón de cierta "amistad" con Obispos y sacerdotes, hasta con el mismo Papa Francisco, sin haber decidido una sincera y profunda conversión del corazón. Son fuertes las advertencias del Señor: "Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'. 'Pero él les dirá: No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!". (Lucas 13, 26-27). Lo aparente puede anular lo verdadero si nos prestamos a hacerle el juego. El dicho, debilitado por el abuso, mantiene todo su valor: "Las apariencias engañan". Para ser fieles a la verdad se requiere un grado alto de honestidad, que no se da en todos. Jesús debió combatir contra los escribas y fariseos hasta definirlos como cultores de las apariencias y deformadores habituales de la Ley de Moisés. Engañaban a un pueblo educado en la obediencia a los Mandamientos divinos - que aquellos respetados dirigentes debían transmitir, aunque no fueran "respetables" - pueblo no obstante consternado ante el escándalo del antitestimonio, que el mismo Redentor denunciará con dureza.

4.- Cristo, el Dios cercano. La fe establece una relación inquebrantable con el Salvador. La Palabra que celebramos cada domingo alimenta la fe y, desde ella, orienta el comportamiento de quienes deciden seguir a Cristo entre los obstáculos interpuestos por la incredulidad y el relativismo. Es preciso escuchar y obedecer a la Palabra que ha asumido nuestra carne y nuestra historia. Que ha fijado definitivamente su morada entre nosotros para que lo sepamos próximo en cada uno de nuestros acontecimientos: gozosos, atribulados y riesgosos. En Cristo, Dios manifiesta su presencia transformadora, aún cuando la tragedia nos haga exclamar angustiados: "¿Dónde está Dios?".+

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