Mons. Buenanueva reflexionó sobre monjas, penitencias y torturas
“’Penitencia’ suena a castigo por un mal comportamiento. En cristiano, sin embargo, quiere decir: cambio del corazón. Es la penitencia interior, hecha de humildad y confianza en Dios, amor y generosidad con los demás”, diferenció.
“La penitencia interior se manifiesta en actos externos. Así, basada en la palabra de Jesús y en la Biblia, la Iglesia recomienda el ayuno, la oración y la limosna. Y las tres juntas: me privo de algo para compartir con los más necesitados, y todo esto acompañado de la oración que me abre a Dios”, agregó.
El prelado precisó que “de todo esto, lo único que regula la Iglesia es el ayuno con la abstinencia: obligatorio el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Y cada viernes del año, abstinencia, por ser día penitencial”.
”La Iglesia suele insistir en las obras de misericordia que nos acercan a los que sufren; en el cumplimiento de los propios deberes cotidianos, tan áridos como importantes; y en la paciencia ante las adversidades que tiene la vida por sí misma. Ahí está la mejor penitencia. Y la más real.
La enseñanza de la Iglesia es clara: la penitencia interior es siempre la más importante. A ella apuntan todas las prácticas externas y corporales”, subrayó.
Monseñor Buenanueva consideró que la palabra “mortificación” (dar muerte) puede ayudar a entender qué es la penitencia. “Todo gesto penitencial apunta, como decíamos al cambio interior, y tiene su modelo en la pasión del Señor: nos une a Cristo paciente que, por amor, abraza la cruz. Con Cristo morir, ser sepultado y resucitar a una vida nueva. Ese es el dinamismo de la vida cristiana”, sostuvo.
”Pero también, la penitencia es mortificación porque busca disciplinar el egoísmo que nos lleva a buscar el propio interés por encima del verdadero bien, para nosotros y para los demás”, aclaró, e indicó que “aquí aparece otra palabra, ‘ascesis’, que quiere decir: ejercicio”.
“La penitencia, la mortificación y la ascesis cristiana buscan que los discípulos de Jesús lo busquemos a Él, su voluntad en nuestras vidas y la salvación de los demás no menos que la propia. De ahí la necesidad de estar atentos a nuestro corazón y sus movimientos interiores que nos quitan libertad para ver con claridad lo que Dios nos pide en cada situación concreta de la vida”, precisó.
”Mucho más en una sociedad en la que, la cultura dominante, apunta en una dirección totalmente contraria: consumo, bienestar, placer y diversión por encima de todo. Es también la cultura de la evasión, las adicciones y diversas formas de autoagresión a sí mismo, sometiendo el propio cuerpo a un desgaste extenuante que, en muchos y lamentables casos, lleva a la muerte o al hundimiento moral. No es extraño entonces que semejante mentalidad no comprenda o que incluso se burle y desprecie como locuras las formas cristianas de penitencia”, advirtió.
Monseñor Buenanueva consideró que “en este contexto, el testimonio cristiano ha de hacer resplandecer el camino penitencial del Evangelio como un camino de genuina humanización, en la misma medida que transfigura al penitente a imagen de Cristo resucitado”.
“Siempre recuerdo algo que contaba el cardenal Pironio: cuando había una situación difícil, sobre todo mientras trabajaba en la Curia romana, el cardenal se tomaba una tarde para visitar enfermos, ancianos o personas en situación de riesgo. Ese sumergirse en dolor, saliendo al encuentro de quienes viven la pasión de Cristo, era un camino genuinamente evangélico de conversión que le devolvía libertad interior para ver con claridad por dónde pasaba Dios en la propia vida. Ese es el camino de conversión al que todos estamos invitados”, concluyó.+
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