Mons. Marino recordó a los catequistas que su vocación es ser testigos de la misericordia
El catequista es alguien que asume una vocación, no es un trabajo más, un oficio más, el catequista lo es de alma, es alguien que está consciente de que está representando a Cristo, lo hace presente. Para eso tiene que estar él sumergido en Cristo, 'Yo soy la vida, ustedes los sarmientos, sin mí nada pueden hacer'. Esto es para todos, en esta tarea de la catequesis, el catequista procede siempre desde esa comunión permanente con Cristo, Él es el centro de la vida del catequista, nadie da lo que no tiene. No comunicamos sólo nociones de él, por supuesto hay que conocer la verdad revelada, pero sobre todo vivirla”, recordó.
El prelado insistió en afirmar que “ser catequista es una vocación e implica nuestra comunión de vida con el Señor, y también algunos renunciamientos a obligaciones familiares, u otros compromisos” y, citando al papa Francisco que alienta a ser una Iglesia en salida, sostuvo que “la catequesis es fundamentalmente un acto religioso, de animar, participando de la misión apostólica”.
Por último, monseñor Marino les agradeció a los catequistas por su entrega y los invitó a peregrinar a la catedral local, donde en el jubileo de los catequistas, por el Año de la Misericordia, cruzaron la Puerta Santa y participaron de la misa.
En la homilía, monseñor Marino invitó a los catequistas a “experimentar la gran misericordia de Dios” y dejarse “conducir por la pedagogía de la Iglesia que nos recuerda la necesidad de una continua purificación espiritual si queremos alcanzar la perfección del amor que Cristo nos pide.
“Quien ha experimentado misericordia, más fácilmente se convierte en instrumento y testigo de la misericordia de Dios. ¡Y qué necesidad tiene este mundo de entender que nuestras vidas están envueltas en la gran misericordia del Padre!”, sostuvo.
El prelado aseguró que la invitación especial del papa Francisco a practicar las obras de misericordia corporales y espirituales, “debe encontrar un eco particular en ustedes, al meditar una en particular: ‘Enseñar al que no sabe’”.
“Ante la ignorancia religiosa de nuestro tiempo, que puede llegar hasta el analfabetismo cristiano, el oficio del catequista, ejercido con humildad y amor, debe resplandecer como un testimonio de gran misericordia”, agregó.
Por último, monseñor Marino puso a San Pío X como ejemplo inspirador de los catequistas, y rogó a Dios que les conceda la gracia de “ejercer el servicio de catequistas con su mismo amor, como testigos de la misericordia del Padre”.+
Texto completo de la homilía
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