Mons. Arancedo: “No estoy solo, es la primera certeza de la fe”

Mons. Arancedo: “No estoy solo, es la primera certeza de la fe”

Santa Fe (AICA): “No estoy solo, es la primera certeza de la fe”, destacó el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo. “La fe nos introduce en un ámbito en el que sabemos que somos alguien para un Dios que nos ama y cuida y, por ello, no estamos solos. También nos abre a un horizonte que trasciende los límites de este mundo, porque nos habla y descubre, desde Jesucristo, el sentido personal y último de nuestra vida”, sostuvo.
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, recordó que el evangelio de este domingo “nos muestra la presencia de Jesús en esos momentos de dificultad que nos tocan vivir, y Él nos llama. Él siempre está, pero necesita que nosotros vayamos”, y destacó: “El encuentro con Jesús se da en un clima de libertad y confianza”.

El prelado explicó que en el texto de la tormenta que ponía en peligro la barca en la que se encontraban los apóstoles y ven a Jesús que se acerca caminando sobre las aguas y les dice: “Tranquilícense, soy yo, no teman”, lo que queda claro es “que Jesús siempre está en esos momentos, solo tenemos que ir a Él”.

“Cuando Jesús le tiende la mano y lo sostiene a Pedro, le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?, es una recriminación que nace del amor”, precisó en su alocución semanal.

El prelado indicó que “cada uno puede reconocer, o recordar en su vida, esos momentos difíciles en los que nos parece que todo tambalea y no encontramos una salida. Nos sentimos solos, incluso nos preguntamos: ¿por qué a mí? Corremos el peligro, además, de sentirnos víctimas de todos los males y hacer de nuestra vida una queja y demanda constante”.

“La fe en estas circunstancias no siempre nos da la solución que esperamos, parecería que nos deja sin respuesta, sin embargo, ella nos da la certeza de nuestra relación de hijos frente a un Dios que es Padre. No estoy solo, es la primera certeza de la fe”, sostuvo.

“Vuelve a aparecer el mismo reproche: ‘hombres de poca fe’. La fe nos introduce en un ámbito en el que sabemos que somos alguien para un Dios que nos ama y cuida y, por ello, no estamos solos. También la fe nos abre a un horizonte que trasciende los límites de este mundo, porque nos habla y descubre, desde Jesucristo, el sentido personal y último de nuestra vida”, concluyó.+

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