Mons. Arancedo: ¡Qué sería la vida de la Iglesia sin tantos y generosos catequistas!

Mons. Arancedo: ¡Qué sería la vida de la Iglesia sin tantos y generosos catequistas!

Santa Fe (AICA): “¡Qué sería la vida de la Iglesia sin tantos y generosos catequistas!”, exclamó el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, al reconocer y agradecerles a estos “maestros y testigos” su presencia “en la vida de la Iglesia y al servicio de esta misión que es única y personal”. “No es posible la catequesis sin la presencia del catequista, quien, con su vida y su palabra, da testimonio de la verdad del Evangelio”, subrayó.
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, recordó que el 21 de agosto, memoria litúrgica de San Pío X, se celebra el Día del Catequista, fecha en la que se renuevan “sentimientos de gratitud, de valoración y de acompañamiento a una misión que la Iglesia les confía”.

“¡Qué sería la vida de la Iglesia sin tantos y generosos catequistas!”, exclamó en su alocución semanal.

Por esto, el prelado reconoció y agradeció a los catequistas su presencia “en la vida de la Iglesia y al servicio de esta misión que es única y personal”, y sostuvo: “No es posible la catequesis sin la presencia del catequista, quien, con su vida y su palabra, da testimonio de la verdad del Evangelio.

“El catequista está llamado a ser ‘maestro y testigo’ de lo que trasmite y cómo lo acompaña. Ello me lleva a pensar que el catequista participa de una vocación eclesial, que es para él camino de formación, de espiritualidad y santidad”, subrayó.

“El catequista es, ante todo, un hombre, una mujer de Iglesia. Sin esta referencia no es testigo auténtico de lo que trasmite, porque no orienta y acompaña a una vida plena de fe. Puede trasmitir contenidos pero no iniciar en la vida de la Iglesia”, advirtió.

El arzobispo santafesino afirmó que, como toda vocación eclesial, el catequista está llamado a “ser fuente de espiritualidad y santidad” e indicó que “a la espiritualidad del catequista la veo en la línea de la maternidad de la Iglesia, que vive su entrega y alegría en el crecimiento de sus hijos. Una espiritualidad que se alimenta de esa obra siempre nueva y creativa, que es acompañar la historia de Dios en aquellos que la Iglesia le ha confiado. Su oración tiene en ellos una fuente de inspiración”.

“La santidad, como presencia creciente de Dios en nuestras vidas, se le presenta al catequista como un camino en el que la providencia de Dios, manifestada en Jesucristo, lo llama y lo hace su testigo. Hablaría de una santidad que reconoce su fuente en la providencia de Dios y su expresión en el amor maternal de la Iglesia”, concluyó.+

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