En su homilía, el prelado recordó que “todos estamos llamados a la esperanza”, y exhortó a “no acostumbrarse a la habitualidad”.
“¡Tenemos que vivir agarrados, tomados y sostenidos, creyendo en Dios y esperando de Él, que siempre va a estar presente en nuestra vida! Porque si no pegamos el salto cualitativo, nos ‘achanchamos’, nos aburguesamos”, afirmó. “De esto hay que despertarse para que ninguno quede dormido ni estancado”, agregó y manifestó: “Ninguno puede decir ‘ya llegué’, ‘estoy hecho’, ‘he culminado con mi vida’, sino que debemos perseverar hasta el final, cuando la vela se apague”.
“Si queremos una Iglesia viva –continuó el obispo- no tenemos que pedirle a los demás ¡tenemos que pedirnos a nosotros mismos! Y nosotros ¿qué?, ¿qué tenemos que ofrecer?, ¿qué tenemos para dar?, ¿cómo tenemos que darnos?”.
Finalmente, el obispo pidió “que ninguno quede rezagado”, y que “podamos despertarnos y podamos vivir en serio esa misión que Cristo puso un día y nos confió como un don”.
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