La conferencia, que trata sobre “afrontar la desigualdad global en materia de salud”, se está realizando del 16 de noviembre hasta hoy, 18 de noviembre, en el Aula Nueva del Sínodo en el Vaticano.
En la carta, el Papa saludó y agradeció los participantes y entidades que trabajaron para llevar a cabo esa iniciativa y, citando datos estadísticos de la conferencia del año pasado, destacó la gran diferencia existente entre países ricos y países pobres, en cuanto al índice de esperanza de vida de sus habitantes y la posibilidad de recibir tratamientos sanitarios adecuados.
El Pontífice recordó que la conferencia anterior “mostró la gran brecha entre los países ricos y los países pobres en el acceso a las curas y tratamientos sanitarios”. “La Iglesia no puede por menos que interesarse de ello, sabiendo que su misión, orientada al servicio del ser humano creado a imagen de Dios, es también hacerse cargo del cuidado de su dignidad y de sus derechos inalienables”, manifestó Francisco, y reconoció su satisfacción ante el proyecto presentado por la Conferencia con el objetivo de afrontar de manera concreta estos desafíos: una plataforma operativa que comparta y trabaje conjuntamente con las instituciones católicas sanitarias, presentes en diversos contextos sociales y geográficos.
“Animo, de buen grado, a los actores de este proyecto para perseverar en el esfuerzo, con la ayuda de Dios. A ello están llamados en primer lugar los profesionales de la salud y sus asociaciones profesionales, llamados a hacerse promotores de una sensibilización cada vez mayor en las instituciones, los organismos de asistencia y la industria sanitaria para que todos puedan beneficiarse del derecho a la protección de la salud. Ciertamente, esto no depende solamente de la asistencia sanitaria, sino también de factores económicos, sociales, culturales y de toma de decisiones complejos”, agregó el Papa.
Y aseveró que “si el aspecto organizativo es crucial para proporcionar los debidos cuidados y ofrecer la mejor atención al ser humano, también es necesario que no falte nunca en los agentes sanitarios, la dimensión de la escucha, de la compañía y del apoyo a la persona”.
“La compasión –continuó Francisco- es un camino privilegiado para construir la justicia, ya que, ponerse en la situación del otro, no sólo nos permite ver sus fatigas, dificultades y miedos, sino también descubrir, dentro de la fragilidad que caracteriza a todo ser humano, su valor precioso y único, en una palabra: la dignidad”.
Finalmente, concluyó su mensaje dando una recomendación específica a la industria farmacéutica convocada en esta conferencia para afrontar el problema al acceso a las terapias antirretrovirales en edad pediátrica. Y haciendo referencia a la nueva Carta dirigida a los agentes sanitarios, el Papa pidió que las leyes internas de las empresas tengan presente “el derecho al acceso a estas terapias esenciales, sobre todo en los países menos desarrollados, y a las estrategias sanitarias orientadas a la búsqueda de la justicia y el bien común han de ser viables económica y éticamente”.
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