Mons. Arancedo es prioritario recrear una cultura del trabajo
“Debemos conocer y respetar la igualdad de todo hombre que tiene su fuente en su misma dignidad humana, pero también saber reconocer la diversidad que no la niega, sino que la enriquece y compromete”, sostuvo en su alocución semanal.
El prelado puntualizó que el “talento recibido es un don y una tarea”, por lo que advirtió: “Cuando esta relación se pierde, no se la asume con responsabilidad, se empobrece el hombre y la misma sociedad”.
“El don recibido nunca debe quedarse encerrado en uno mismo, como algo para provecho propio, sino que debe definirse como una riqueza al servicio del otro, del bien común. El sabernos parte de una comunidad que me necesita es el principio de una sabiduría social que nos ayuda a superar los límites de nuestro pequeño mundo”, aseguró.
“Una cultura que pongo el acento solo en lo individual nos puede volver egoístas con lo que tenemos, y cerrarnos al encuentro con mis hermanos. Mis talentos pierden su horizonte de comunidad. Veo en estas actitudes la causa de muchas injusticias y violencia”, agregó.
Monseñor Arancedo indicó que “siempre que hablamos de cuestiones en la que el hombre es el centro y el protagonista del bien en la sociedad, tenemos que hablar de la dimensión moral que tienen los valores que sostienen. Lo moral no es una cuestión subjetiva sin referencia a la vida social, es la fuente de un obrar virtuoso”.
“A mayor talento, mayor responsabilidad. Esto requiere de una jerarquía de valores en los que la verdad, la justicia, la solidaridad, el respeto por la vida, el bien común tengan para el hombre un grado de exigencia que lo comprometa socialmente. El talento recibido nos habla de trabajo y fidelidad para hacerlos producir, en ello se opone a la pereza y la vagancia como a falta de compromiso con el deber asumido. Recrear una cultura del trabajo es parte de esta parábola de los talentos”.
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