El pontífice aseguró que en esa celebración se “respiró la atmósfera de la plenitud del tiempo” y no porque se trate de la última noche del calendario solar, sino porque, expresó, “la fe nos lleva a contemplar y sentir que Jesucristo, Palabra hecha carne, ha dado plenitud al tiempo del mundo y a la historia humana”.
Recordó que María fue la primera en experimentar este sentido de “plenitud” donada por la presencia de Jesús. Una plenitud, agregó, que fluyó “a través de su corazón humilde y lleno de fe” así como “a través de su carne impregnada del Espíritu Santo”.
Es de María que la Iglesia ha heredado y hereda continuamente “esta percepción interior de plenitud” que alimenta un sentimiento de gratitud como “la única respuesta humana digna del inmenso don de Dios”, subrayó.
Francisco afirmó que se trata de un agradecimiento conmovedor, que, a partir de la contemplación de aquel Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, “se extiende a todo y a todos, al mundo entero” y añadió: Es por tanto un "gracias" que refleja la Gracia y no viene de nosotros sino “de él”. No proviene del ego, sino “de Dios”.
Asimismo, lamentó que los humanos hayan “desperdiciado y herido de muchas maneras con obras de muerte, con mentiras e injusticias”.
“Las guerras son el signo notorio de este orgullo reincidente y absurdo, pero también lo son todas las pequeñas y grandes ofensas a la vida, a la verdad, a la fraternidad, que causan múltiples formas de degradación humana, social y ambiental”, sostuvo.
El Papa invitó a “asumir ante Dios” a los hermanos y a la creación, e indicó que lo que prevalece esta noche es la “gratitud” que siente en su alma al pensar en todas aquellas personas que viven “con el corazón abierto” en esta ciudad.
Esas personas que “contribuyen cada día con pequeños pero preciosos gestos concretos para el bien de Roma” y para ello citó como ejemplo una serie de comportamientos propios de aquellas personas que expresan concretamente el amor por Roma: aquellas que tratan de hacer de la mejor manera su deber, aquellas que se mueven en el tráfico con sabiduría y prudencia respetando los lugares públicos, así como aquellas que prestan atención a las personas mayores o en dificultad.
También expresó su inmensa estima por los padres, maestros y educadores que “intentan formar a los niños y jóvenes en un sentido cívico y en una ética de responsabilidad”. “Estos y miles de otros comportamientos” -dijo– expresan, sin discursos y sin publicidad, “un estilo de educación cívica cooperando silenciosamente en el bien común”.
El Santo Padre afirmó que estas personas, aunque no sean noticia, “son la mayoría de las personas que viven en Roma”. Personas, precisó, que a pesar de encontrarse muchas de ellas en condiciones de dificultades económicas “no lloran, ni albergan resentimientos y rencores, sino que se esfuerzan por hacer su parte todos los días para mejorar un poco las cosas”.
Por último, Francisco invitó a los fieles presentes a “expresar la gratitud por todos estos artesanos del bien común”, que aman su ciudad “no con palabras sino con hechos”.+
AICA la hacen y la sostienen sus propios lectores mediante aportes voluntarios. Para enviar su donativo mediante tarjeta de crédito o de débito, transferencia bancaria, Pago Fácil, Rapipago y otras opciones, ingrese en: http://donar.aica.org/
Publicar un comentario