Una gran cantidad de fieles desbordó el templo parroquial en la noche del 21 de diciembre para participar de la misa, que fue concelebrada por más de 25 sacerdotes que llegaron desde distintos puntos del territorio diocesano y de la arquidiócesis de Tucumán.
Estuvo presente la gobernadora, doctora Lucía Corpacci, acompañada por el ministro de Gobierno y Justicia, Marcelo Rivera, y el intendente de la capital, licenciado Raúl Jalil, quienes acompañaron a la familia del sacerdote y a la comunidad parroquial en este difícil momento.
En el inicio de su homilía, monseñor Urbanc agradeció la presencia de los fieles laicos, familiares, amigos, personas comprometidas de la parroquia, sacerdotes, tanto a los que vinieron de Tucumán, que fueron sus compañeros, como a los de la diócesis local.
“Hemos venido a celebrar la Pascua del padre Raúl. Hoy estamos depositando en tierra lo que hemos escuchado en el texto del Evangelio, cuando Jesús dice que si el grano de trigo que cae en tierra no muere se vuelve infecundo, pero si muere da muchos frutos. Cuando más parece inútil nuestra vida es cuando más fecunda se vuelve, la paradoja del plan de Dios, cuanto más parecía inútil la existencia de Jesús muerto en la Cruz, es cuando realmente consiguió la victoria. Cristo resucitó”, afirmó.
El prelado aseguró que “Cristo lo ha venido a buscar al padre Raúl hoy, y no me cabe la menor duda que va a derramar sobre nuestra diócesis, sobre esta parroquia, sobre tantos chicos que él ha acompañado, abundantes bendiciones. Va a ser mucho más fecundo su ministerio a partir de ahora, porque entra la obra de Dios, ya no la nuestra. El que trabaja siempre en los corazones es el Señor, él es el que transforma. Hoy nuestro querido padre Raúl está siendo como Juan Bautista, es preciso que Cristo crezca y que yo disminuya”.
Asimismo, enfatizó que “estamos entregándole a Dios, un hombre apasionado por hacer el bien, por entregarse sin medida”, y aseguró que “Jesús va a continuar esta obra. Él le ha dicho al padre Raúl: ‘Hasta aquí, tienes que venir, quiero que estés conmigo. Has hecho una gran obra, has empezado un gran trabajo, lo voy a seguir yo’”.
Monseñor Urbanc exhortó a los presentes a que “le agradezcamos a Dios el regalo que nos ha hecho en la persona del padre Raúl Contreras, agradezcamos a sus padres, a sus hermanos, familiares”, y pidió, “sobre todo a los chicos que han sido tan acompañados por él, que se dé el gran milagro de que se vean libres de la esclavitud de la droga, del sinsentido de la vida. Que el padre Raúl les conceda desde el cielo la gracia de encontrarle el sabor, el sentido a la vida”; y a las personas que han trabajado estrechamente con él, las impulsó a que “sigan apostando por este trabajo de liberación que se estaba haciendo”.
El prelado rogó a Dios que “nos conceda renovarnos en la esperanza que no defrauda, en la esperanza que hemos puesto en el Señor de la vida, que venció a la muerte, que rompió todas las cadenas que oprimen al hombre”, expresando su deseo de que “suscite en alguno de estos chicos que han sido objeto de los desvelos del padre Raúl la experiencia del llamado a la vida sacerdotal”.
Por otro lado, invitó a que “sigamos el hermoso ejemplo que nos dejó el padre Raúl, que realmente deseemos ser santos, servidores de los demás, sin medirnos y trabajando juntos en la gran obra de la construcción del Reino de Dios”, y elevó “una oración especial por esta obra que el padre, con tanto celo, cariño, entrega, comenzó acá en el sector sur de la ciudad, para que se siga liberando de la esclavitud de las adicciones a tantos niños y adolescentes jóvenes. Que esta partida, para nosotros temprana, no para Dios, signifique que queremos tener un antes y un después en la lucha contra el flagelo de las adicciones”, sentenció.
“Una fe comprometida en el barro, en el dolor”
En nombre de los sacerdotes, el presbítero Rogelio Suárez, párroco de Paclín, manifestó que “el padre Raúl conoció a nuestro Señor Jesucristo desde muy chico, lo siguió y por ello mismo fue consagrado sacerdote. Fuimos ordenados hace exactamente 21 años y 8 días. El padre Raúl fue un hombre de profundo silencio, de pocas palabras, incansable misionero, evangelizador, se metía donde los demás teníamos miedo de hacerlo. No le importó ensuciarse la ropa, la vida, la salud, la fama, con tal de salvar de la maldita droga a tantos niños, adolescentes y jóvenes. Lo hacía con convicción, estaba jugado, porque sabía que Jesús lo había hecho antes. Cuando todos decían no, esperemos, él ya estaba en la cancha, vivía para los otros”.
Mencionó a los compañeros del Seminario, quienes “hoy te recuerdan en sus misas, desconcertados y llorosos, por el amigo que se fue”, y “los presentes aquí, te presentan en el altar de igual manera. Todos los que te conocimos y te quisimos, te pedimos que ruegues por nosotros, por tus hermanos sacerdotes, por tu madre y tus hermanos, por los feligreses de los distintos lugares donde ejerciste tu ministerio, que fueron los beneficiarios de las misericordias divinas”.
Finalmente, señaló: “Nos consuela la firme esperanza en la resurrección gloriosa, un día nos encontraremos allá en la Pascua eterna para gozar de la visión de Dios, eso lo creíste y lo enseñaste. Gracias, hermano, por el inmenso testimonio de una fe comprometida en lo social, en el barro, en el dolor, en la miseria. Nos queda la certeza de lo que decía el gran Benedicto XVI, el que cree nunca está solo ni en la vida ni en la muerte”.
Seguidamente, dos jóvenes y una voluntaria del Hogar Jesús Nueva Esperanza presentaron ante la comunidad una foto del Padre Raúl de gran tamaño con la leyenda: “El curita de los pobres”, que luego entregaron a su familia.
Antes de la bendición final, el obispo roció con agua bendita e incensó el féretro que guarda los restos mortales del sacerdote, ante el que desfilaron los fieles para despedir a su querido padre, entre lágrimas, oraciones y canciones.
Sus restos descansan en el Panteón del Clero, que se encuentra en el cementerio municipal Fray Mamerto Esquiú.+
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