Durante la inauguración, el Santo Padre saludó cordialmente a los presentes y agradeció, ante todo, las palabras pronunciadas por el cardenal Giuseppe Bertello, Presidente del “Governatorato” del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Francisco afirmó que le agrada pensar que lo que hoy se inaugura “no es simplemente un Museo, en su concepción tradicional”, y que le pareció oportuno el nombre elegido para esta colección: “Anima mundi”, es decir, el alma del mundo. “ Todos los pueblos están aquí, a la sombra de la cúpula de San Pedro, cerca del corazón de la Iglesia y del Papa ”, aseguró.
El Pontífice manifestó que, en su opinión, los Museos Vaticanos están llamados a convertirse cada vez más en una "casa" viva, habitada y abierta a todos, con las puertas abiertas a los pueblos del mundo entero. “Un lugar donde todos puedan sentirse representados” y donde se pueda “percibir concretamente que la mirada de la Iglesia no conoce preclusiones”.
“El que entre aquí debería sentir que en esta casa hay espacio también para él, para su pueblo, su tradición y su cultura: el europeo como el indio, el chino como el nativo de la selva amazónica o congoleña, de Alaska o de los desiertos australianos, o de las islas del Pacífico”, consideró.
Aquí, cada uno deberá saber que su arte tiene el mismo valor y que se lo cuida y conserva “con la misma pasión que se reserva a las obras maestras del Renacimiento o a las inmortales esculturas griegas y romanas, que atraen cada año a millones de personas”, señaló Francisco. De manera que aquí, el que venga, encontrará “un espacio especial: el espacio del diálogo, de la apertura al otro, del encuentro”.
Tras manifestar su aprecio y agradecimiento por esta exposición realizada bajo el signo de la transparencia, Francisco reafirmó que, precisamente la transparencia “es un valor importante, especialmente en una institución eclesial”, de la que siempre “tenemos necesidad”. Y dado que “las obras de arte son la expresión del espíritu de los pueblos, el mensaje que se recibe es que debemos ver siempre a cada cultura, al otro, con apertura de ánimo y con benevolencia”.
El Papa también recordó que “la belleza nos une” y “nos invita a vivir la fraternidad humana, contrastando la cultura del rencor, del racismo, del nacionalismo, que siempre está al acecho”. Y después de recordar que hace unos meses, desde este Museo, partieron hacia Pekín algunas obras de arte chinos y que anteriormente otras habían sido enviadas a algunos países islámicos, el Santo Padre reconoció: “Cuántas buenas iniciativas se pueden hacer gracias al arte, logrando superar incluso las barreras y las distancias”.
Finalmente, agradeció a todos los que cada día se ocupan de estas obras tan preciosas y manifestó su reconocimiento por haber inaugurado este nuevo espacio con una exposición especial dedicada a la Amazonía, precisamente en los días en que estamos viviendo el Sínodo dedicado a esta región. En ese sentido, agradeció a los Misioneros de la Consolata, a los Salesianos, a los Capuchinos y a los Javerianos, “diversos carismas que se han encontrado en nombre de la Amazonía”.
“Que este Museo Etnológico preserve su identidad específica en el tiempo y recuerde a todos el valor de la armonía y de la paz entre los pueblos y las naciones”, deseó, “y que el arte aquí recogido haga resonar la voz de Dios en cuantos visitarán esta colección ”, concluyó.
Orígenes del Museo Etnológico
Los orígenes del Museo Etnológico se remontan a 1925 cuando, por decisión del Papa Pío XI, se armó la Exposición Vaticana para dar a conocer las tradiciones culturales, artísticas y espirituales de todos los pueblos. Al final de la exposición, el acontecimiento temporal se transformó en una exposición permanente. Y de este modo nació el Museo Etnológico Misionero, que se encontraba en el Palacio de Letrán hasta su traslado, que a principios de la década de los años setenta, a la actual ubicación dentro de los Museos Vaticanos.
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