Francisco: Las buenas obras que hacemos al prójimo fortalecen nuestra fe

Ciudad del Vaticano (AICA): “Depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, también si es extraña o quizás hostil”, expresó este domingo el papa Francisco, desde la ventana del estudio del palacio apostólico, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, al reflexionar sobre la parábola del buen samaritano. A la multitud de fieles congregados en la plaza de San Pedro el pontífice les recordó que “la actitud del buen samaritano es necesaria para dar prueba de nuestra fe, la cual ‘si no está hecha de obras en sí misma está muerta”.
“Depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, también si es extraña o quizás hostil”, expresó este domingo el papa Francisco, desde la ventana del estudio del palacio apostólico, en sus palabras previas al rezo del Ángelus al reflexionar sobre la parábola del buen samaritano. A la multitud de fieles congregados en la plaza de San Pedro el pontífice les recordó que “la actitud del buen samaritano es necesaria para dar prueba de nuestra fe, la cual ‘si no está hecha de obras en sí misma está muerta’, como recuerda el apóstol Santiago”.

Francisco destacó que “mediante las buenas obras, que hacemos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe nace florece y lleva fruto”.

Al igual que en el Evangelio, Francisco aseguró que cada uno puede preguntarse “¿quién es mi prójimo?” y por eso Jesús respondió con esta parábola en la que se cuenta cómo habiendo un hombre en una calle de Jerusalén unos bandidos le asaltaron y dejaron abandonado. Pasó un sacerdote, luego un levita, pero no le ayudaron. Después pasa un samaritano, un habitante de Samaria, una región despreciada por los judíos, y él lo ayuda.

El Papa explicó que esto muestra cómo no se debe “catalogar a los otros para decidir quién es mi prójimo y quien no lo es”. “Depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, también si es extraña o quizás hostil”, añadió.

El Santo Padre concluyó pidiendo ayuda a la Virgen María para “caminar en la vía del amor generoso hacia los otros, la vía del buen samaritano”.

Palabras del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy la liturgia nos propone la parábola llamada del “buen samaritano”, del Evangelio de Lucas (10,25-37). Esta, en su historia sencilla y estimulante, indica un estilo de vida, cuyo centro no somos nosotros mismos, sino los otros, con sus dificultades, que encontramos en nuestro camino y nos interpelan. Los otros nos interpelan. Y cuando los otros no nos interpelan, hay algo que no funciona, hay algo en ese corazón que no es cristiano. Jesús usa esta parábola en el diálogo que mantiene con un doctor de la ley, a propósito del doble mandamiento que permite entrar en la vida eterna: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo (vv. 25-28). “Sí – replica ese doctor de la ley – pero quien es mi prójimo?” (v. 29). También nosotros podemos hacernos esta pregunta: ¿quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar como a mí mismo? ¿Mis padres? ¿Mis amigos? ¿Mis connacionales? ¿Los de mi religión? ¿Quién es mi prójimo?

Jesús responde con esta parábola. Un hombre, en el camino de Jerusalén a Jericó, fue asaltado por ladrones, golpeado y abandonado. Por ese camino pasan primero un sacerdote y después un levita, los cuales, incluso viendo al hombre herido, no se detuvieron y continuaron su camino (vv. 31-32). Después pasa un samaritano, es decir un habitante de Samaria, como tal despreciado por los judíos por no seguir la verdadera religión; y sin embargo él, precisamente él, cuando vio ese pobre desgraciado, dice el Evangelio, “tuvo compasión. Se acercó, le curó las heridas […], le llevó a una posada y cuidó de él” (vv. 33-34); y el día después lo encomendó a los cuidados del posadero, pagó por él y dijo que pagaría también el resto (cfr v. 35).

En ese momento Jesús se dirige al doctor de la ley y le pregunta: “¿Cuál de estos tres, –el sacerdote, el levita, el samaritano– te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Y ese naturalmente, porque era inteligente, responde: “Quién ha tenido compasión de él” (vv. 36-37). De esta forma Jesús ha volcado completamente la perspectiva inicial del doctor de la ley –¡y también la nuestra!-: no debo catalogar a los otros para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o no ser prójimo, la decisión es mía, depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que necesita ayuda, también si es extranjera o quizá hostil. Y Jesús concluye: “Anda, haz tú lo mismo” (v. 37). Bonita lección. Y lo repite a cada uno de nosotros: “Anda, haz tú lo mismo”. “Hazte prójimo del hermano y hermana que ves en dificultad”. “Anda, haz tú lo mismo”.

Hacer buenas obras, no solo decir palabras que se las lleva el viento. Me viene a la cabeza esa canción “palabras, palabras, palabras”. Hacer, hacer y mediante las buenas obras, que cumplimos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe germina y da fruto.

Preguntémonos, cada uno de nosotros que responda en el corazón, preguntémonos: ¿nuestra fe es fecunda? ¿Nuestra fe produce buenas obras? ¿O es más bien estéril, y por tanto más muerta que viva? ¿Me hago prójimo o simplemente paso de largo? ¿Soy de esos que seleccionan la gente según el propio placer? Está bien hacerse estas preguntas, y hacerlo a menudo, porque al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia; el Señor podrá decirnos: “Pero tú, tú, tú, ¿te acuerdas esa vez, en el camino de Jerusalén a Jericó? Ese hombre medio muerto era yo” (cfr Mt 25,40-45). “¿Te acuerdas? Ese niño hambriento era yo”. “¿Te acuerdas? Ese inmigrante que muchos quieren expulsar, era yo”. “Esos abuelos solos abandonados en las residencias, era yo”. “Ese enfermo solo en el hospital que nadie visita, era yo”.

Que la Virgen María nos ayude a caminar en el camino del amor generoso hacia los otros, el camino del buen samaritano. Nos ayude a vivir el mandamiento principal que Cristo nos ha dejado. Es este el camino para entrar en la vida eterna.+

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