Mons. Castagna: “La palabra debe hacer referencia a la verdad o no tiene valor alguno”
“Si se educa el sano sentido crítico en los ciudadanos, el bien decir agrada, pero, sus contenidos son examinados hasta lograr distinguir la verdad del error y la belleza del mal gusto. La enseñanza del Maestro divino reclama el cultivo de esa disposición intelectual y ética, que se identifica con una cierta ‘pre evangelización’”, consideró en su sugerencia para la homilía dominical.
“De esa manera, cuando sea anunciado explícitamente el Evangelio, los oyentes estarán dispuestos a prestarle atención y decidir responsablemente”, agregó.
El prelado sostuvo que “esa preparación reviste la importancia irreemplazable que, en el plan misterioso de Dios, obtuvo Juan Bautista como precursor del Señor”.
“La Iglesia tiene que aceptar el desafío que la actualidad le ofrece para formular su bimilenaria doctrina. Es así que se producirá una mutua colaboración, como el Concilio Vaticano II lo anticipara hace cincuenta años, y fuera corroborado en las diversas expresiones del Magisterio posterior. Los asombrosos adelantos de la ciencia y de la técnica no contradicen la fe, al contrario - si mantienen una relación justa y armoniosa con ella - constituirán un servicio invalorable para su exposición actualizada”, subrayó.
Texto de la sugerencia
1.- El lenguaje de las parábolas. Jesús hace un buen uso de las parábolas. Constituyen su lenguaje preferido, cuando quiere que lo entiendan los humildes y no lo entiendan quienes no lo son. Al llamar a la conversión reclama, de los así llamados, un abajamiento que los ponga al nivel que les corresponda. Existe la presunción de que cada cual es más de lo que es, a veces desbordando todo limite, hasta alcanzar una altura irreal y engañosa. El Demonio convierte la mentira en el rasgo que lo identifica, en su ser y en su obrar. Sus seguidores se distinguen por el mismo rasgo. La soberbia mantiene un progreso irrefrenable que causa tragedias en cada época. Cristo ha vencido al maligno, y lo vence en quienes deciden seguirlo. La soberbia es el claro signo de la influencia diabólica en la sociedad contemporánea. Contrariamente, el Divino vencedor del pecado y de la muerte, se presenta pobre y humilde, manso y silencioso. Allí está el secreto de su eficacia evangelizadora. Los grandes - que son los santos - se constituyen en testigos inigualables de la gracia, que es "poder de Dios para salvación de todos los que creen" (Romanos 1, 16). La virtud que los caracteriza es la humildad que, ciertamente, no es apocamiento ni timidez.2.- Pero, ¿quién es el prójimo? El doctor de la Ley no afloja en su intento de dejar sin palabras al Maestro. La respuesta de Jesús a la primera pregunta aprovecha la versación del mismo cuestionador: "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida" (Lucas 10, 28). La intención malsana de confundirlo arremete, con cierto aire de seguridad: "El doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: ¿Y quién es mi prójimo? " (Lucas 10, 29). La parábola del buen samaritano constituye una de las mejores expresiones del mandamiento principal. Es muy oportuna la pregunta del doctor de la Ley. Una vez más el Maestro divino, al formular la doctrina, sugiere cómo se la debe llevar a la práctica. Los doctores de la Ley, y sus semejantes, corren el peligro, también en nuestros tiempos,. de pretender demostrar, con un lenguaje académico, lo que no logran "mostrar" en sus vidas. Jesús insiste en el testimonio visible y demonstrativo de su discipulado. Recuerdo una de sus afirmaciones más impactantes: "No el que me dice: Señor, Señor!! entrará en el Reino sino quien cumple la voluntad del Padre". La palabra hace referencia a la verdad o no tiene valor alguno. Varios pasajes de los Evangelios reiteran esa enseñanza del Señor. No logramos aprenderla y producimos una cantidad innumerable de discursos brillantes e insustanciales.
3.- El discurso y el compromiso. Es lo que aparece, de forma habitual, en programas periodísticos calificados, deslumbrando o irritando a oyentes y espectadores. Si se educa el sano sentido crítico en los ciudadanos, el bien decir agrada, pero, sus contenidos son examinados hasta lograr distinguir la verdad del error y la belleza del mal gusto. La enseñanza del Maestro divino reclama el cultivo de esa disposición intelectual y ética, que se identifica con una cierta "pre evangelización". De esa manera, cuando sea anunciado explícitamente el Evangelio, los oyentes estarán dispuestos a prestarle atención y decidir responsablemente. Esa preparación reviste la importancia irreemplazable que, en el plan misterioso de Dios, obtuvo Juan Bautista como precursor del Señor. La Iglesia tiene que aceptar el desafío que la actualidad le ofrece para formular su bimilenaria doctrina. Es así que se producirá una mutua colaboración, como el Concilio Vaticano II lo anticipara hace cincuenta años, y fuera corroborado en las diversas expresiones del Magisterio posterior. Los asombrosos adelantos de la ciencia y de la técnica no contradicen la fe, al contrario - si mantienen una relación justa y armoniosa con ella - constituirán un servicio invalorable para su exposición actualizada.
4.- El amor verdadero hace el bien. El samaritano es modelo de quienes cumplen la voluntad del Padre. Se desprende de todo interés personal, no calcula los riesgos que deba enfrentar y compromete su tiempo, sus asuntos y su dinero. Es fácil decirlo, pero, cuando llega el momento de su ejecución, la mezquidad pulveriza las mejores intenciones. Aquel extranjero, sin detenerse en la identidad del herido, se pone a la obra de socorrerlo. No ocurre lo mismo con los otros transeúntes, de encumbrada posición religiosa y social. Con una simple parábola, Cristo ofrece una exacta definición del "prójimo". Su método pedagógico no deja márgenes para otra lectura. Su presuntuoso cuestionador caerá en su propia y saludable trampa: "¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? El que tuvo compasión de él, le respondió el doctor. Jesús le dijo: ve, y procede tú de la misma manera". (Lucas 10, 36-37)
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