Misa del campo bajo la lluvia en La Rural

Buenos Aires (AICA): A pesar de la lluvia, la Misa del Campo se celebró ayer al aire libre en la exposición rural de Palermo, como se hace todos los años desde 1959. Ofició la misa Monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires. En la homilía dijo que el campo tiene mucho para darnos, pero, explicitó, “no sólo lo que produce para el bien común y el progreso de los pueblos, sino porque en él encontramos una sabiduría para dar un sentido pleno a nuestras vidas”. El presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, leyó el Eclesiastés. Recibieron el premio Ave María la maestra rural salteña María Mercedes Páez y la joven Estefanía Sarde, de las Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe.
A pesar de la lluvia, la Misa del Campo se celebró ayer al aire libre en la pista central de exposición rural de Palermo, como se hace todos los años desde 1959.

Ofició la misa Monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires. En la homilía dijo que el campo tiene mucho para darnos, pero, explicitó, “no sólo lo que produce para el bien común y el progreso de los pueblos, sino porque en él encontramos una sabiduría para dar un sentido pleno a nuestras vidas”.

Al respecto, mencionó “tantas imágenes campestres en el Evangelio y en el Antiguo Testamento”. Como los pájaros del cielo, mencionados por Jesús, que no siembran ni cosechan y a los que nunca falta nada, y que nos invitan a confiar en la Providencia de Dios. O la presentación de Jesús como el Buen Pastor, que conoce a cada oveja por su nombre.

Citando al Eclesiastés, el obispo recordó que la vida terrena termina y “estamos llamados a una vida más plena, tenemos un tesoro en el cielo”.

Invitó a los presentes a dar gracias a Dios por el regalo de ser mujeres y hombres de campo, a saber vivir dando a la vida un sentido, a poner los frutos del campo “al servicio de los hermanos, del bien común, de nuestra patria”.

Tres jinetes bajo el aguacero
Al principio caía alguna que otra gota aislada aunque el cielo lucía encapotado, pero a mitad de la celebración ya se hizo fuerte la lluvia. El celebrante y sus ayudantes estaban bajo un toldito que guarecía el altar, con la leyenda “Sembrando futuro con esperanza”. Pero quienes flanqueaban el altar, con vacas, caballos, llamas, fueron invitados a retirarse con sus animales al arreciar la lluvia. No obstante, tres jinetes -dos de ellos con ponchos y uno con una cubierta impermeable-, permanecieron firmes aguantando el aguacero hasta el final.

El altar estaba decorado con fardos de pasto, choclos, manzanas y naranjas, tenía una estatua tallada en madera de la Virgen y el Niño, una gran escarapela blanquiceleste y diversos tejidos, y dos banderas a los costados: la argentina y la vaticana. Lo diseñó la señora Mini Firpo, junto con Sebastián Aráuz, continuando una tradición que por décadas estuvo a cargo de su madre, Marta Devoto de Firpo.

El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere, hizo la primera lectura, del libro del Eclesiastés. El vicepresidente, Daniel Pellegrina, hizo de guía y ayudó la misa. Su esposa, Catalina Velasco Suárez de Pellegrina, leyó la segunda lectura. Y sus pequeños hijos – Candelaria, de 10 años, Fátima, de nueve; Ignacio, de ocho; Pilar, de seis, y José María, de tres- acercaron ofrendas al altar, vestidos con ponchos y boinas.

Una maestra rural y una joven misionera
Antes de la misa, cuando todavía no llovía, la presidenta de Misiones Rurales Argentinas, Dina Livingston, presidió la entrega de los premios anuales Ave María a una maestra rural salteña, María Mercedes Páez, y a una joven misionera, Estefanía Sarde, de un grupo que misiona desde hace diez años en Tucumán.

Livingston señaló que los maestros rurales, a través de quienes la entidad llega a más de 40.000 chicos y sus familias, son un ejemplo de solidaridad y compromiso. “Luchando muchas veces con la soledad y las carencias, se entregan para que los chicos del campo puedan tener iguales oportunidades de educación, que les permitan aspirar a un futuro mejor”, dijo.

María Mercedes Páez tiene 29 años como maestra y se conectó con Misiones Rurales en 1987. Natural de Coronel Olleros durante años viajó todos los días a una escuela de 160 alumnos en Piqueta Cavada, una zona agrícola a 42 kilómetros de su casa. Luego vivió a 12 kilómetros de la escuela y ahora es vicedirectora de la escuela 07-036 en las Lajitas y vive en la misma cuadra del establecimiento. “Yo siempre digo que Misiones Rurales reconoce y mima –dijo la maestra a AICA-: una cartita de ánimo llega justo cuando uno tiene un problema.” Señaló que Misiones envía zapatillas, útiles, alimentos. Ella colabora organizando capacitación para docentes de su provincia. Y está investigando sobre el retraso madurativo que observa en alumnos alrededor del tercer grado.

Estefanía Sarde, de 28 años, forma parte de un grupo que misiona desde hace diez años en el ingenio La Florida, en el gran San Miguel de Tucumán y en Tafí Viejo, visitando a las familias, dando catequesis, construyendo una capilla. Pertenece a las Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe, instituto secular fundado en 1954 en Bolonia por el sacerdote italiano Luis Faccenda e integrado por laicas consagradas. En una zona tucumana sin gas, luz, cloacas ni asfalto, donde cuando finaliza la cosecha muchos sufren la inseguridad económica, ellas alfabetizan a adultos, estimulan a los niños y organizaron a un grupo de mujeres alrededor de un proyecto de inserción laboral: la panadería “El pan de la esperanza”.

Asistieron a la Misa varios ex presidentes de la Sociedad Rural, como Horacio Gutiérrez, Enrique Crotto, Eduardo de Zavalía, Luciano Miguens y Hugo Biolcatti. Recientemente falleció otro ex presidente de la entidad que solía asistir a esta celebración, Guillermo Alchouron. (Jorge Rouillon).+

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