“Brochero comprendió que si se encontraba el pueblo con Cristo, iba a transformarlo y liberarlo”
Monseñor Olivera describió este momento como “una gracia muy especial”, “un regalo muy grande”, no sólo para la diócesis sino para todo el territorio argentino.
Al ser consultado sobre el apodo Cura Gaucho, el obispo detalló que a José Gabriel del Rosario Brochero se lo llamaba así no sólo por su vestimenta, por ser conocedor de los oficios del campo, o por transportarse en mula de rancho en rancho, visitando a su pueblo e invitando a realizar los ejercicios espirituales, sino también porque la palabra “gaucho” es en nuestra tierra un sinónimo de cercanía, de alguien con buen corazón, dispuesto a ayudar.
“También la gauchada es parte de lo que nosotros entendemos de Brochero: ha sido un cura gaucho en el sentido más estricto, porque andaba con su mula, llamada “mala cara”, andaba a caballo, andaba recorriendo la extensa parroquia, y también porque era un hombre cercano, un hombre muy atento a las necesidades de los hombres y mujeres de su tiempo, de este pueblo que se le había confiado”.
Monseñor Olivera hizo luego un recorrido por la historia sacerdotal de Brochero, desde que le fue conferido su ministerio, hace 150 años, en Córdoba capital, hasta que, atravesando las Altas Cumbres llegó a la zona Traslasierra, donde expresó: “Aquí está todo por hacer”, y puso manos a la obra, no sólo descubriendo las necesidades sino trabajando en todos los oficios: fue albañil, fue carpintero, “se arremangaba la sotana” para trabajar y construir para su pueblo.
Según el obispo, Brochero “comprendió que si se encontraba el pueblo con Cristo, iba a transformarlo y liberarlo de los vicios y la mala vida, y fue rancho por rancho para invitarlos a hacer los ejercicios. Comprendió, muy bien comprendido, que si uno se encuentra con Jesús transforma su vida, no sólo espiritual, sino que esa espiritualidad se transforma en actitudes”, aseguró.+
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