El Papa instó a ex alumnos jesuitas a responder con compasión a las necesidades de los refugiados
“Trágicamente, en el mundo de hoy -dijo el Santo Padre- más de 65 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus lugares de residencia. Este número sin precedentes va más allá de la imaginación. El número total de refugiados es ahora mayor que la población de Italia. Si vamos más allá de las meras estadísticas, sin embargo, descubrimos que los refugiados son mujeres y hombres, niños y niñas que no son diferentes de los miembros de nuestras familias y nuestros amigos. Cada uno de ellos tiene un nombre, un rostro y una historia, como el derecho inalienable de vivir en paz y de aspirar a un futuro mejor para sus hijos”.
Francisco recordó después al padre Pedro Arrupe, a quien está dedicada la Asociación, que también fue el fundador, hace más de treinta y cinco años del Jesuit Refugee Service, en respuesta a la situación del boat people, los sudvietnamitas expuestos a los ataques de los piratas y a las tormentas en el mar del sur de China, mientras trataban de escapar desesperadamente de la violencia en su tierra natal. “Por desgracia, el mundo de hoy –señaló- sigue siendo escenario de un sinfín de conflictos. La terrible guerra en Siria, como las guerras civiles en el sur de Sudán y en otras partes del mundo pueden parecer imposibles de resolver. Esta es precisamente la razón por la que su reunión “para contemplar y actuar” sobre la cuestión de los refugiados sea tan importante”.
“Más que nunca, mientras la guerra hace estragos en diferentes partes del mundo, mientras que un número nunca antes visto de refugiados muere tratando de cruzar el Mar Mediterráneo -que se convirtió en un cementerio- o pasa años y años en los campos, la Iglesia necesita que se llenen del valor y el ejemplo del padre Arrupe –prosiguió Francisco- A través de su educación jesuita, están invitados a ser “compañeros de Jesús” y con San Ignacio de Loyola como guía, se los envía al mundo para ser hombres y mujeres para y con los demás. En esta coyuntura de la historia, hay una gran necesidad de personas que escuchen el grito de los pobres y respondan con compasión y generosidad”.
El Papa instó a los ex alumnos a recordar sus raíces ignacianas a la hora de responder a las necesidades de los refugiados, aplicándose a entender las causas de la inmigración y ofreciendo al mismo tiempo al Señor “toda su libertad, su mente, su inteligencia y toda su voluntad”, y subrayó que durante este Año de la Misericordia -en que la Puerta Santa de la basílica de San Pedro permanece abierta para recordar que la misericordia de Dios se ofrece a todos ahora y siempre- la Iglesia necesitaba su ayuda para responder a la tragedia humana de los refugiados “a través de actos de misericordia que promuevan su integración en el contexto europeo y más allá de él”.
“Los animo, por tanto –indicó- a recibir a los refugiados en su hogares y comunidades para que su primera experiencia de Europa no sea la traumática de dormir en el frío en las calles, sino la de una acogida cálida y humana. Recuerden que la auténtica hospitalidad es un profundo valor evangélico, que alimenta el amor y es nuestra mayor seguridad contra los odiosos actos de terrorismo”.
También mencionó Francisco en ese contexto que todavía menos del 50% de los niños refugiados tienen acceso a la escuela primaria, por desgracia ese número se reduce al 22% de los adolescentes refugiados inscritos en las escuelas secundarias y menos del 1% accede a una educación universitaria. “Junto al Jesuit Refugee Service pongan en movimiento su misericordia y ayuden a transformar esta situación en el ámbito educativo. Haciendo así –recalcó- construirán una Europa más fuerte y un futuro más luminoso para los refugiados”.
“Les doy las gracias porque se han adentrado en las cuestiones tan difíciles que plantea la acogida de los prófugos. Muchas puertas se les han abierto gracias a la educación recibida de los jesuitas, mientras los refugiados encuentran muchas puertas cerradas. Han aprendido mucho de los refugiados que encontraron. Al dejar Roma y regresar a sus casas, los exhorto a contribuir a transformar sus comunidades en lugares de bienvenida donde todos los hijos de Dios tengan la oportunidad, no solamente de sobrevivir, sino de crecer, de florecer y de dar fruto”. Sus lugares de bienvenida de la comunidad en la que todos los hijos de Dios tienen la oportunidad, no sólo para sobrevivir sino crecer, florecer y dar fruto”.
“Y mientras perseveren en esta tarea constante para garantizar acogida e instrucción a los refugiados –concluyó el Pontífice- piensen en la Sagrada Familia -María, José y el Niño Jesús- en su largo viaje a Egipto como refugiados que huían de la violencia y encontraron refugio entre los extranjeros. Y recuerden también las palabras de Jesús: “tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero y me alojaron”. Lleven estas palabras y estos gestos hoy con ustedes y que les sirvan de consuelo y de ayuda”. +
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