Mons. Buenanueva: Dios quiere que todos los hombres se salven
¿Por qué su voluntad, en vez de mi voluntad? ¡Soy un hombre libre! ¿Por qué subordinarme a un poder que viene de fuera, a normas y leyes que, serán muy sabias, pero que no termino bien de entender qué tienen que ver conmigo?, interrogó, y respondiendo a tal inquietud, explicó que Jesús me invita a desear, como Él y con Él, que se haga la voluntad de su Padre.
Incluso Jesús, detalla el obispo, orando en el huerto de Getsemaní, pide: Abba, Padre, todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. En ese momento, Jesús, el Hijo, al sumergirse así en la oración, siente angustia, una tristeza de muerte.
En este sentimiento de Jesús, destaca el prelado, nos ponemos en sintonía con Él: Verlo a él buscar, en todo, la voluntad de su Padre; que ella sea el pan cotidiano de su vida de peregrino y misionero. Verlo hacer la voluntad de Dios estando con los pobres, los pecadores, resucitando a los muertos, entregando la vida.
En Jesús hemos conocido la libertad de Dios que no es autoritarismo de líder tóxico, capricho de celebridad de moda, ni desinhibición del que no se ha dado cuenta de que otros están con él en la aventura de la vida.
Dios quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad, recuerda monseñor Buenanueva, y añade que toda la libertad y voluntad divina se concentran en una palabra sagrada que también hemos conocido gracias a tu Hijo, Jesús: resurrección.
La reflexión del prelado continúa respondiendo al interrogante inicial: Eso es lo que has querido siempre, desde el primer instante de la creación. Es lo que Vos querés, y lo que yo busco, aunque, en ocasiones, me pierdo un poco, manifiesta, reconociendo la sintonía con Jesús y la coincidencia entre las voluntades humana y divina.
En la tierra como en el cielo, recuerda el obispo, tomando el cielo como símbolo de la trascendencia de Dios, misterio de amor y libertad. El cielo ha sido abierto para nosotros por Jesús, por su pascua de pasión, muerte y resurrección, señala, y agrega que nuestro cielo es la humanidad gloriosa del Señor, cuerpo entregado y transfigurado en el que hay lugar para todos. En ese cuerpo transfigurado por el Espíritu, el querer de Dios se cumple plenamente: vida para todos.
Suplicamos que se haga la voluntad del Padre en esta historia, porque aprendemos por una dolorosa experiencia, que nuestra libertad no consigue todo, de una vez y para siempre. Suplicamos hacer la voluntad de Dios, alimentándonos de ella cada día, con la fatiga de tener, muchas veces, que empezar de nuevo, haciéndonos cargo de las limitaciones propias y ajenas, culminó.+
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