Y prosiguió reflexionando: "Una vez más, sobre el Tabor se muestra Dios ante los hombres a quienes presenta a su Hijo muy amado. El pueblo que sigue a Jesús, que lo escucha, representado por los apóstoles, es el verdadero Pueblo de Dios, la verdadera descendencia de Abraham, que debe escuchar al Señor. Todos los signos de Dios están aquí presentes: la nube, la montaña, el resplandor. Es el cara a cara del Creador y de su criatura, el encuentro del cielo y de la tierra, de Dios con el hombre. Y el acontecimiento mucho más profundo: el del Padre con su Hijo Jesucristo".
"Jesús permite que -por un momento- su divinidad y gloria resplandezcan a través de las apariencias humanas y así se presenta a sus discípulos y a nosotros como realmente es. El deseo de los justos del Antiguo Testamento y del Nuevo fue siempre el de contemplar la gloria de Dios, contemplar el rostro de Dios. Esta visión del rostro de Dios está ordenada a robustecer la fe y a ayudar a llevar la cruz del Señor".
Monseñor Martorell explicó que junto a Jesús transfigurado aparecen dos hombres: Moisés y Elías. La Ley (Moisés) que Jesús vino a dar plenitud, y los profetas (Elías) cuyos vaticinios y promesas vino a cumplir. La presencia de estos personajes muestra la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La transfiguración habla de los sufrimientos que Jesús tendrá que padecer y de su partida que estaba por suceder. Lo mismo que Moisés y Elías, que en sus persecuciones habían sufrido por causa de Dios; también tendrá que padecerlas Jesús. Gloria y dolor, contrapuestos entre sí se mezclan en la visión, pero que son contrastantes del único misterio pascual de Cristo: muerte y resurrección, cruz y gloria.
Finalmente, el prelado misionero señaló que "Jesús transfigurará también nuestro frágil cuerpo en un cuerpo glorioso como el suyo. La transfiguración del cristiano será solamente plena en la vida eterna, pero ya ha comenzado aquí en la tierra, por medio del bautismo. El Señor nos da la gracia para caminar en este mundo con el corazón puesto en las cosas de Dios, aceptando llevar en nuestro corazón la cruz del Señor a través de tantas vicisitudes de la vida, sufrimientos, injusticias, dolor y muerte. Pero detrás de ellas está el gozo de la resurrección".+
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