El Papa en la FAO recordó la urgencia de actuar para garantizar la seguridad alimentaria
En el vestÃbulo se descubrió la escultura que el Santo Padre regaló a la FAO -una escultura de mármol que representa a Aylan, el niño sirio ahogado en el Mediterráneo frente a las costas de TurquÃa en octubre de 2015-. Después, el Papa mantuvo un breve encuentro en la Sala de China con el director general, con el director general adjunto, Daniel Gustafson, y con el Jefe del Gabinete, Mario Lubetkin. Al final, firmó en el Libro de Honor.
El Papa fue al segundo piso del edificio, donde saludó en la Sala del Caribe al presidente de Madagascar y al ministro de Asuntos Exteriores de Madagascar, asà como a los ministros de Agricultura de Madagascar, Italia, Canadá, Francia y Estados Unidos, al subsecretario de Medio Ambiente de Gran Bretaña, al secretario de agricultura de Alemania, al comisario europeo de Agricultura, al comisario de agricultura de la Unión Africana, al Ministro de Exteriores de México, al embajador de Japón en la FAO, al presidente del Fondo Internacional de Desarrollo AgrÃcola y al director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos.
Seguidamente en el Salón de Plenos, después de la apertura de la sesión por el señor Enrique Yeves, se proyectó un video sobre el tema del DÃa Mundial de la Alimentación y las palabras de apertura del director general, José Graziano da Silva, a continuación, el Papa pronunció su discurso.
En su discurso el Santo Padre lamentó los efectos de la inseguridad alimentaria entre las poblaciones más desfavorecidas del planeta y llamó a poner freno a las guerras y a la degradación medioambiental, principales obstáculos en la lucha contra el hambre.
El Papa se remitió a estudios realizados por las Naciones Unidas y otros organismos para afirmar que los dos principales obstáculos en la lucha contra el hambre son los conflictos y el cambio climático.
“Está claro que las guerras y los cambios climáticos ocasionan el hambre, evitemos pues el presentarla como una enfermedad incurable�, afirmó.
En su discurso, Francisco mostró la urgencia de actuar para garantizar la seguridad alimentaria. “Las muertes a causa del hambre o el abandono de la propia tierra son una noticia habitual, con el peligro de provocar indiferencia. Nos urge pues, encontrar nuevos caminos para transformar las posibilidades de que disponemos en una garantÃa que permita a cada persona encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusiónâ€�.
Francisco propuso la implantación de un nuevo lenguaje en la cooperación internacional. “Me hago a mà mismo, y también a vosotros, una pregunta: ¿SerÃa exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categorÃa del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia?â€�.
Sobre las migraciones, el Papa recordó que, para huir de sus situaciones de miseria y falta de oportunidades, o incluso de situaciones de serio peligro para sus vidas, los migrantes “se desplazan hacia donde ven una luz o perciben una esperanza de vida. No podrán ser detenidas por barreras fÃsicas, económicas, legislativas, ideológicas. Sólo una aplicación coherente del principio de humanidad lo puede conseguirâ€�.
En su discurso, el Papa quiso entrar en el debate sobre la vulnerabilidad: “Vulnerable es el que está en situación de inferioridad y no puede defenderse, no tiene medios, es decir sufre una exclusión. Y lo está obligado por la violencia, por las situaciones naturales o, aún peor, por la indiferencia, la intolerancia e incluso por el odio�.
“El yugo de la miseria generado por los desplazamientos muchas veces trágicos de los emigrantes puede ser eliminado mediante una prevención consistente en proyectos de desarrollo que creen trabajo y capacidad de respuesta a las crisis medioambientales. La prevención cuesta mucho menos que los efectos provocados por la degradación de las tierras o la contaminación de las aguas, flagelos que azotan las zonas neurálgicas del planeta, en donde la pobreza es la única ley, las enfermedades aumentan y la esperanza de vida disminuye�.
Finalmente, destacó la aportación de la Iglesia Católica que, “con sus instituciones, teniendo directo y concreto conocimiento de las situaciones que se deben afrontar o de las necesidades a satisfacer, quiere participar directamente en este esfuerzo en virtud de su misión, que la lleva a amar a todos y le obliga también a recordar, a cuantos tienen responsabilidad nacional o internacional, el gran deber de afrontar las necesidades de los más pobres�.
Discurso del Santo Padre
Señor Director General,
Distinguidas autoridades
Señoras y Señores:
Agradezco la invitación y las palabras de bienvenida que me ha dirigido el director general, profesor José Graziano da Silva, y saludo con afecto a las autoridades que nos acompañan, asà como a los Representantes de los Estados Miembros y a cuantos tienen la posibilidad de seguirnos desde las sedes de la FAO en el mundo.
Dirijo un saludo particular a los ministros de agricultura del G7 aquà presentes, que han finalizado su Cumbre, en la que se han discutido cuestiones que exigen una responsabilidad no sólo en relación al desarrollo y a la producción, sino también con respecto a la Comunidad internacional en su conjunto.
1. La celebración de esta Jornada Mundial de la Alimentación nos reúne en el recuerdo de aquel 16 de octubre del año 1945 cuando los gobiernos, decididos a eliminar el hambre en el mundo mediante el desarrollo del sector agrÃcola, instituyeron la FAO. Era aquel un perÃodo de grave inseguridad alimentaria y de grandes desplazamientos de la población, con millones de personas buscando un lugar para poder sobrevivir a las miserias y adversidades causadas por la guerra.
A la luz de esto, reflexionar sobre los efectos de la seguridad alimentaria en la movilidad humana significa volver al compromiso del que nació la FAO, para renovarlo. La realidad actual reclama una mayor responsabilidad a todos los niveles, no sólo para garantizar la producción necesaria o la equitativa distribución de los frutos de la tierra ―esto deberÃa darse por descontado―, sino sobre todo para garantizar el derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades, tomando parte además en las decisiones que lo afectan y en la realización de las propias aspiraciones, sin tener que separarse de sus seres queridos.
Ante un objetivo de tal envergadura lo que está en juego es la credibilidad de todo el sistema internacional. Sabemos que la cooperación está cada vez más condicionada por compromisos parciales, llegando incluso a limitar las ayudas en las emergencias. También las muertes a causa del hambre o el abandono de la propia tierra son una noticia habitual, con el peligro de provocar indiferencia. Nos urge pues, encontrar nuevos caminos para transformar las posibilidades de que disponemos en una garantÃa que permita a cada persona encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusión.
El escenario de las relaciones internacionales manifiesta una creciente capacidad de dar respuestas a las expectativas de la familia humana, también con la contribución de la ciencia y de la técnica, las cuales, estudiando los problemas, proponen soluciones adecuadas. Sin embargo, estos nuevos logros no consiguen eliminar la exclusión de gran parte de la población mundial: cuántas son las vÃctimas de la desnutrición, de las guerras, de los cambios climáticos. Cuántos carecen de trabajo o de los bienes básicos y se ven obligados a dejar su tierra, exponiéndose a muchas y terribles formas de explotación. Valorizar la tecnologÃa al servicio del desarrollo es ciertamente un camino a recorrer, a condición de que se lleguen a concretar acciones eficaces para disminuir el número de los que pasan hambre o para controlar el fenómeno de las migraciones forzosas.
2. La relación entre el hambre y las migraciones sólo se puede afrontar si vamos a la raÃz del problema. A este respecto, los estudios realizados por las Naciones Unidas, como tantos otros llevados a cabo por Organizaciones de la sociedad civil, concuerdan en que son dos los principales obstáculos que hay que superar: los conflictos y los cambios climáticos.
¿Cómo se pueden superar los conflictos? El derecho internacional nos indica los medios para prevenirlos o resolverlos rápidamente, evitando que se prolonguen y produzcan carestÃas y la destrucción del tejido social. Pensemos en las poblaciones martirizadas por unas guerras que duran ya decenas de años, y que se podÃan haber evitado o al menos detenido, y sin embargo propagan efectos tan desastrosos y crueles como la inseguridad alimentaria y el desplazamiento forzoso de personas. Se necesita buena voluntad y diálogo para frenar los conflictos y un compromiso total a favor de un desarme gradual y sistemático, previsto por la Carta de las Naciones Unidas, asà como para remediar la funesta plaga del tráfico de armas. ¿De qué vale denunciar que a causa de los conflictos millones de personas sean vÃctimas del hambre y de la desnutrición, si no se actúa eficazmente en aras de la paz y el desarme?
En cuanto a los cambios climáticos, vemos sus consecuencias todos los dÃas. Gracias a los conocimientos cientÃficos, sabemos cómo se han de afrontar los problemas; y la comunidad internacional ha ido elaborando también los instrumentos jurÃdicos necesarios, como, por ejemplo, el Acuerdo de ParÃs, del que, por desgracia, algunos se están alejando. Sin embargo, reaparece la negligencia hacia los delicados equilibrios de los ecosistemas, la presunción de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, la avidez del beneficio. Por tanto, es necesario esforzarse en favor de un consenso concreto y práctico si se quieren evitar los efectos más trágicos, que continuarán recayendo sobre las personas más pobres e indefensas. Estamos llamados a proponer un cambio en los estilos de vida, en el uso de los recursos, en los criterios de producción, hasta en el consumo, que en lo que respecta a los alimentos, presenta un aumento de las pérdidas y el desperdicio. No podemos conformarnos con decir «otro lo hará».
Pienso que estos son los presupuestos de cualquier discurso serio sobre la seguridad alimentaria relacionada con el fenómeno de las migraciones. Está claro que las guerras y los cambios climáticos ocasionan el hambre, evitemos pues el presentarla como una enfermedad incurable. Las recientes previsiones formuladas por vuestros expertos contemplan un aumento de la producción global de cereales, hasta niveles que permiten dar mayor consistencia a las reservas mundiales. Este dato nos da esperanza y nos enseña que, si se trabaja prestando atención a las necesidades y al margen de las especulaciones, los resultados llegan. En efecto, los recursos alimentarios están frecuentemente expuestos a la especulación, que los mide solamente en función del beneficio económico de los grandes productores o en relación a las estimaciones de consumo, y no a las reales exigencias de las personas. De esta manera, se favorecen los conflictos y el despilfarro, y aumenta el número de los últimos de la tierra que buscan un futuro lejos de sus territorios de origen.
3. Ante esta situación podemos y debemos cambiar el rumbo (cf. Enc. Laudato si’, 53; 61; 163; 202). Frente al aumento de la demanda de alimentos es preciso que los frutos de la tierra estén a disposición de todos. Para algunos, bastarÃa con disminuir el número de las bocas que alimentar y de esta manera se resolverÃa el problema; pero esta es una falsa solución si se tiene en cuenta el nivel de desperdicio de comida y los modelos de consumo que malgastan tantos recursos. Reducir es fácil, compartir, en cambio, implica una conversión, y esto es exigente.
Por eso, me hago a mà mismo, y también a ustedes, una pregunta: ¿SerÃa exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categorÃa del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia? Estas palabras expresan, efectivamente, el contenido práctico del término «humanitario», tan usado en la actividad internacional. Amar a los hermanos, tomando la iniciativa, sin esperar a ser correspondidos, es el principio evangélico que encuentra también expresión en muchas culturas y religiones, convirtiéndose en principio de humanidad en el lenguaje de las relaciones internacionales.
Es menester que la diplomacia y las instituciones multilaterales alimenten y organicen esta capacidad de amar, porque es la vÃa maestra que garantiza, no sólo la seguridad alimentaria, sino la seguridad humana en su aspecto global. No podemos actuar sólo si los demás lo hacen, ni limitarnos a tener piedad, porque la piedad se limita a las ayudas de emergencia, mientras que el amor inspira la justicia y es esencial para llevar a cabo un orden social justo entre realidades distintas que aspiran al encuentro recÃproco. Amar significa contribuir a que cada paÃs aumente la producción y llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar polÃticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario.
El compromiso de la diplomacia nos ha demostrado, también en recientes acontecimientos, que es posible detener el recurso a las armas de destrucción masiva. Todos somos conscientes de la capacidad de destrucción de tales instrumentos. Pero, ¿somos igualmente conscientes de los efectos de la pobreza y de la exclusión? ¿Cómo detener a personas dispuestas a arriesgarlo todo, a generaciones enteras que pueden desaparecer porque carecen del pan cotidiano, o son vÃctimas de la violencia o de los cambios climáticos? Se desplazan hacia donde ven una luz o perciben una esperanza de vida. No podrán ser detenidas por barreras fÃsicas, económicas, legislativas, ideológicas. Sólo una aplicación coherente del principio de humanidad lo puede conseguir. En cambio, vemos que se disminuye la ayuda pública al desarrollo y se limita la actividad de las Instituciones multilaterales, mientras se recurre a acuerdos bilaterales que subordinan la cooperación al cumplimiento de agendas y alianzas particulares o, sencillamente, a una momentánea tranquilidad. Por el contrario, la gestión de la movilidad humana requiere una acción intergubernamental coordinada y sistemática de acuerdo con las normas internacionales existentes, e impregnada de amor e inteligencia. Su objetivo es un encuentro de pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, no exclusión ni vulnerabilidad.
Aquà permÃtanme que me una al debate sobre la vulnerabilidad, que causa división a nivel internacional cuando se habla de inmigrantes. Vulnerable es el que está en situación de inferioridad y no puede defenderse, no tiene medios, es decir sufre una exclusión. Y lo está obligado por la violencia, por las situaciones naturales o, aún peor, por la indiferencia, la intolerancia e incluso por el odio. Ante esta situación, es justo identificar las causas para actuar con la competencia necesaria. Pero no es aceptable que, para evitar el compromiso, se tienda a atrincherarse detrás de sofismas lingüÃsticos que no hacen honor a la diplomacia, reduciéndola del «arte de lo posible» a un ejercicio estéril para justificar los egoÃsmos y la inactividad.
Lo deseable es que todo esto se tenga en cuenta a la hora de elaborar el Pacto mundial para una migración segura, regular y ordenada, que se está realizando actualmente en el seno de las Naciones Unidas.
4. Prestemos oÃdo al grito de tantos hermanos nuestros marginados y excluidos: «Tengo hambre, soy extranjero, estoy desnudo, enfermo, recluido en un campo de refugiados». Es una petición de justicia, no una súplica o una llamada de emergencia. Es necesario que a todos los niveles se dialogue de manera amplia y sincera, para que se encuentren las mejores soluciones y se madure una nueva relación entre los diversos actores del escenario internacional, caracterizada por la responsabilidad recÃproca, la solidaridad y la comunión.
El yugo de la miseria generado por los desplazamientos muchas veces trágicos de los emigrantes puede ser eliminado mediante una prevención consistente en proyectos de desarrollo que creen trabajo y capacidad de respuesta a las crisis medioambientales. Es verdad, la prevención cuesta mucho menos que los efectos provocados por la degradación de las tierras o la contaminación de las aguas, flagelos que azotan las zonas neurálgicas del planeta, en donde la pobreza es la única ley, las enfermedades aumentan y la esperanza de vida disminuye.
Son muchas y dignas de alabanza las iniciativas que se están poniendo en marcha. Sin embargo, no bastan, urge la necesidad de seguir impulsando nuevas acciones y financiando programas que combatan el hambre y la miseria estructural con más eficacia y esperanzas de éxito. Pero si el objetivo es el de favorecer una agricultura diversificada y productiva, que tenga en cuenta las exigencias efectivas de un paÃs, entonces no es lÃcito sustraer las tierras cultivables a la población, dejando que el land grabbing (acaparamiento de tierras) siga realizando sus intereses, a veces con la complicidad de quien deberÃa defender los intereses del pueblo. Es necesario alejar la tentación de actuar en favor de grupos reducidos de la población, como también de utilizar las ayudas externas de modo inadecuado, favoreciendo la corrupción, o la ausencia de legalidad.
La Iglesia Católica, con sus instituciones, teniendo directo y concreto conocimiento de las situaciones que se deben afrontar o de las necesidades a satisfacer, quiere participar directamente en este esfuerzo en virtud de su misión, que la lleva a amar a todos y le obliga también a recordar, a cuantos tienen responsabilidad nacional o internacional, el gran deber de afrontar las necesidades de los más pobres.
Deseo que cada uno descubra, en el silencio de la propia fe o de las propias convicciones, las motivaciones, los principios y las aportaciones para infundir en la FAO, y en las demás Instituciones intergubernamentales, el valor de mejorar y trabajar infatigablemente por el bien de la familia humana.
Muchas gracias.
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