Mons. Frassia pidió a la Virgen la reconciliación de los argentinos
La sección especial del Concejo Deliberante contó con la participación del intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, el presidente del cuerpo, Hugo Barruec, y ediles de todas las agrupaciones partidarias municipales.
En ese marco, el prelado llamó a decir: "Jesucristo, Señor de la historia te necesitamos" y, tras reconocer que hoy hay "cansancio, tensiones, preocupaciones e incluso adversidades", se preguntó si no será el momento para elevar una plegaria.
"Quédate con nosotros porque tenemos necesidad de saber que no estamos solos en el camino de la vida. Quédate con nosotros para ayudarnos a vencer el mal con el bien. Quédate con nosotros para ayudarnos a realizar una verdadera reconciliación de todos los argentinos. Quédate con nosotros para ayudarnos a construir un mundo más justo, mejor y más solidario", pidió.
El obispo consideró que "hoy nos toca a nosotros, ante este momento histórico dar la consabida, responsable y madura respuesta".
"Libres e independientes, convencidos del valor de una sana laicidad, estamos honrando, como herederos de una tradición inmemorial a nuestra Patrona, la Virgen de la Asunción. Renovemos nuestro compromiso por la justicia, la paz, la honestidad, la reconciliación y la construcción del bien común, para que pensando en Dios y obrando mancomunadamente 'engrandezcamos' a nuestra Patria", subrayó.
Monseñor Frassia pidió, además, que la diócesis de Avellaneda-Lanús "crezca espiritualmente engrandeciendo con María a Dios y que como ciudadanos construyamos la Nación que nos merecemos".
Texto del mensaje ante el Concejo Deliberante
Quiero agradecer en primer lugar a este Honorable Concejo Deliberante, a su presidente Don Hugo Dino Barrueco y a todos sus integrantes, que representan a la Comunidad de Avellaneda, la cordial recepción que me brindan como Obispo Diocesano para esta Sesión que cada año nos reúne para ofrecer nuestro homenaje a María de la Asunción, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Diócesis. Saludo en particular y agradezco la presencia del Sr. Intendente Municipal, Ing. Jorge Ferraresi y a todo su equipo de conducción.
María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo le dijo. La hizo madre nuestra cuando, clavado en la cruz, dijo al discípulo amado y a todos nosotros: “He aquí a tu madre”. En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto, el cielo tiene un corazón, dijo el papa emérito Benedicto en el 2005.
En el evangelio de San Lucas leemos el Magnificat, este hermoso poema que brotó de los labios, o mejor dicho del corazón de María, inspirada por el Espíritu Santo. En este canto maravilloso se refleja toda el alma, toda la personalidad de María. Podemos decir que este canto es un retrato, un verdadero ícono de María, en el que podemos verla tal cual es.
Quisiera destacar sólo un punto de este gran canto. Comienza con la palabra Magnificat: mi alma “engrandece” al Señor, es decir, proclama que el Señor es grande. María desea que Dios sea grande en el mundo, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un “competidor” en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande precisamente. Entonces la hace grande con el esplendor de Dios.
El hombre es grande, sólo si reconoce que Dios es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. No debemos alejarnos, sino hacer que Dios esté presente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida. Así también nosotros seremos divinos: tendremos todo el esplendor de la dignidad divina. Sobre todo en el atributo principal de Dios: la misericordia, el Papa Francisco en este año quiere que no solo testimoniemos a Dios desde la confesión de su Nombre, sino también con las obras concretas hacia los hermanos que las necesitan, en el horizonte del Evangelio, que es muy exigente porque pide el amor a los enemigos, y no devolver mal por mal, además de socorrer al necesitado.
María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo. Ella nos escucha siempre y siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
Estamos celebrando esta Fiesta de la Virgen, en el marco del Bicentenario de la Independencia de nuestra Patria.
El papa Francisco, en el mensaje especial que envió con este motivo, nos dice a los obispos, a las autoridades y a todo el Pueblo Argentino: “que esta Celebración nos haga más fuertes en el camino emprendido por nuestros mayores hace ya doscientos años. Con tales augurios expreso a todos los argentinos mi cercanía y la seguridad de mi oración, quiero estar cerca de los que más sufren, los enfermos, los que viven en la indigencia, los presos, los que se sienten solos, los que no tienen trabajo y pasan todo tipo de necesidad, los que son o fueron víctimas de la trata, del comercio humano y explotación de personas, los menores víctimas de abuso y tantos jóvenes que sufren el flagelo de la droga”…”.Son los hijos más llagados de la Patria.”
Nuestros próceres invocaron desde el primer momento a Dios, fuente y razón de toda justicia, y confiaron en su gracia para echar sobre sus espaldas la grave responsabilidad de pensar, proyectar, y realizar una Nación soberana.
Tanto ayer como hoy, queremos decir: Jesucristo, Señor de la historia te necesitamos”:
Tú, nos eres necesario, Señor de la historia y de los corazones, porque sólo Tu iluminas el misterio de nuestra existencia y le das verdadero significado.
Tú, nos eres necesario, nuestro Redentor, para obtener el perdón de nuestros pecados y para caminar por la vía del bien, como nos exhorta el Papa Francisco en este año de la misericordia.
Tú, nos eres necesario, Divino Maestro, para conseguir una verdadera reconciliación entre los argentinos en la justicia, en la fraternidad, en el amor y en la paz, para hacer crecer la cultura del diálogo y del encuentro.
Te pedimos que te quedes con nosotros. No nos molestas, al contrario iluminas y das sentido a nuestra existencia. Las responsabilidades no se mezclan, debe haber autonomía pero si hay un verdadero correlato entre vida, familia, sociedad y fe. Una vez más insisto somos ciudadanos de los dos reinos. Así como es necesario pasar de habitantes a ciudadanos, es necesaria también la relación entre lo cívico y lo creyente, para evitar así todo carácter equívoco.
“Ambas sociedades, cada una perfecta, libre independiente, en el ámbito de las propias competencias, podrán cumplir su misión en plena autonomía y en plena armonía, y esto favorecerá en gran medida la serenidad y la prosperidad cristiana de la Nación”. (Discurso Santo Padre Beato Pablo VI a la Curia Romana de diciembre de 1966)
Hoy reconocemos que hay cansancio, tensiones, preocupaciones e incluso adversidades.
No será el momento, para pedir:
Quédate con nosotros porque tenemos necesidad de saber que no estamos solos en el camino de la vida.
Quédate con nosotros para ayudarnos a vencer el mal con el bien.
Quédate con nosotros para ayudarnos a realizar una verdadera reconciliación de todos los argentinos.
Quédate con nosotros para ayudarnos a construir un mundo más justo, mejor y más solidario.
Debemos trabajar por el Bien Común y aportar con objetividad, competencia, y responsabilidad a la vida social y política que necesita hoy más que nunca de una renovación profunda que lleve a poner fin a la corrupción y a un real progreso en la honestidad, en la rectitud moral, en la justicia y en la solidaridad. (Card. Re, Homilía Congreso Eucarístico, 19 de junio 2016, Tucumán)
Hoy nos toca a nosotros, ante este momento histórico dar la consabida, responsable y madura respuesta.
Libres e independientes, convencidos del valor de una sana laicidad, estamos honrando, como herederos de una tradición inmemorial a nuestra Patrona, la Virgen de la Asunción. Renovemos nuestro compromiso por la justicia, la paz, la honestidad, la reconciliación y la construcción del bien común, para que pensando en Dios y obrando mancomunadamente “engrandezcamos” a nuestra Patria.
Que nuestra Diócesis de Avellaneda-Lanús crezca espiritualmente engrandeciendo con María a Dios y que como ciudadanos construyamos la Nación que nos merecemos. Muchas gracias.+
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