Los feligreses capitalinos y peregrinos de otros rincones de la provincia partieron desde la catedral en una procesión con la imagen del Santísimo Salvador por las calles de la ciudad, para luego regresar al templo y dar inicio, en el exterior, a la misa solemne, presidida por monseñor Fernández.
En su homilía, el obispo diocesano hizo un llamado a comprometerse para hacer de nuestra ciudad, provincia y patria, “un verdadero hogar de familia”, donde estén incluidos niños, jóvenes y ancianos.
“El hombre creyente –dijo el prelado- sabe del amor comprometido de su Dios y que nada ni nadie podrán apartarlo del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Con la certeza de este amor, generaciones enteras de creyentes a lo largo de estos dos milenios cristianos, han vivido y luchado desde la fe para hacer cada día un mundo mejor”.
“En esta fe han luchado con la fuerza del amor para que el amor de Cristo transformara también la vida cotidiana. En esa fe han fundado ciudades como la nuestra, queriendo crear un espacio donde se pudiera vivir amparado por el Señor en la construcción de la convivencia fraterna”, recordó.
Monseñor Fernandez destacó que pensar en una ciudad “es pensar en el ámbito de la convivencia fraterna, de la ayuda solidaria, del trabajo cotidiano por mejorar y crecer”. “Pensar en una ciudad es pensar en un hogar, familia y casa donde se comparte el pan ganado con el sudor de la frente y se abrigan sueños de prosperidad y de paz”, agregó.
“En una familia, y en una ciudad entendida también como una gran familia, nadie se salva solo”, aseveró y continuó: “Nadie prospera si no prosperamos todos, nadie levanta cabeza aplastando a otros, nadie sufre y pena por la injusticia sin que suframos y luchemos todos por vivir cada día mejor”.
“Estos propósitos pueden parecernos inalcanzables, sin embargo, no estamos solos”, afirmó y manifestó que con la fuerza de la fe podemos hacer el aporte que hoy necesita nuestra ciudad, nuestra provincia, nuestra patria para ser familia y fraternidad.
“Con los ojos llenos de cielo al contemplar al Señor transfigurado, hundamos nuestras manos en la tarea de cada día para mirar a cada jujeño, a cada argentino, a cada hombre, como un hermano. Un hermano con quien unir manos y corazones para construir este hogar de todos que es nuestra patria, nuestra ciudad, donde reine la justicia y la solidaridad”, invitó
“¡Es posible todo esto! Sí, es posible. Sólo falta que vos, yo, cada uno de nosotros nos sumemos y nos comprometamos para hacer de nuestra patria, de nuestra provincia, de nuestra ciudad, un verdadero hogar de familia”, concluyó invocando el auxilio de nuestro Salvador.
La misa concluyó con una bendición papal con indulgencia plenaria y, luego, la imagen del Santísimo Salvador regresó al interior del templo.+
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