"La cizaña -señaló el prelado- puede venir de afuera, cuando otro te puede sembrar la duda, te puede perturbar, te puede ensuciar, desestabilizarte o tentarte en muchas cosas; pero también es cierto que la cizaña puede salir de lo más profundo de nuestro corazón. Por eso el ser humano siempre es un misterio de luces y sombras, cosas buenas y también algunas negativas.
"Frente a esta constatación -prosiguió reflexionando monseñor Frassia-, esta tensión, esta dualidad, no ontológica, pero sí una tensión entre lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, la gracia y el pecado, está la paciencia de Dios enfrentada a nuestra impaciencia. Paciencia de Dios que espera hasta el final y nuestra impaciencia que no soporta ver el error en otros, o no soporta ver nuestras propias fragilidades. Frente a esta visión negativa uno sucumbe, pierde la esperanza, pierde la constancia y pierde la perseverancia. Es importante la actitud de paciencia de Dios y también de nuestra perseverancia.
"El perdón de Dios viene siempre, vence siempre, viene para todos, no excluye a nadie y ningún pecado puede romper el puente de la misericordia de Dios. Como decía San Juan XXIII Dios es la dulzura y esa es la plenitud de la fuerza. También nosotros debemos ser suaves y dulces con nuestros hermanos. Recordando a San Francisco de Sales: una gota de miel atrae más que un tonel de vinagre.
El obispo concluyó invitando a pedir al Señor "sabiduría y paciencia, pero que siendo conscientes de que todos tenemos un regalo, un don, y además una respuesta y una responsabilidad, que prevalezca en nosotros el bien y vaya disminuyendo notablemente el mal en nuestras vidas.+
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