La Acción Católica pidió que no haya “imposiciones” en las leyes que se pretenden reformar
“No pueden provenir de la imposición de mayorías parlamentarias por encima de los consensos necesarios”, advirtió.
“Todos hemos experimentado lo perjudicial de este tipo de maniobras que en nada favorecen la cultura del encuentro a la que nos llama el papa Francisco y se traducen en medidas cortoplacistas y meramente coyunturales”, sostuvo.
Los laicos católicos hicieron estas y otras observaciones, a la luz de la doctrina social de la Iglesia y el magisterio del pontífice, en una declaración con el título “Un llamado a la reflexión en búsqueda de equidad, justicia y sustentabilidad”
Texto de la reflexión
Ante los proyectos de ley que se encuentran actualmente en discusión en el Congreso Nacional a instancias del Poder Ejecutivo, nos parece oportuno, como trabajadores cristianos reflexionar y comprometernos “concretamente en las realidades terrenales, iluminándolas con la luz que viene de Dios”[1] y es nuestro deber compartir dicha reflexión con todos los varones y mujeres de buena voluntad con quienes compartimos cotidianamente nuestro caminar.
Todos nosotros, pero en particular nuestros dirigentes sociales y políticos, tenemos la obligación de fomentar el bien común de nuestro pueblo. En esta búsqueda muchas veces son necesarios cambios o modificaciones de mecanismos y estructuras que no estén dando la respuesta adecuada a las distintas necesidades de nuestra sociedad. “La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social”[2].
Si bien dichas adecuaciones, sin lugar a duda, requieren que cada uno esté dispuesto a ceder en alguna medida en sus intereses particulares, esta cesión en beneficio del bien de todos, debe ser soportada en forma proporcional por cada uno de los actores involucrados en virtud de los mayores beneficios recibidos y en ningún caso puede ir en detrimento de los derechos de aquellos más vulnerables. Como pidieran nuestros obispos para estas fiestas navideñas, debemos poner todos nuestros esfuerzos para “que nadie se sienta olvidado en esta Patria. Que los pobres, los inmigrantes, los pueblos originarios, los ancianos, los niños, los encarcelados, quienes últimamente perdieron seres queridos, los trabajadores, los que buscan trabajo y los más frágiles del Pueblo, se sientan amados y valorados en su inmensa dignidad”[3].
Los cambios que sean necesarios deben surgir de la definición de Políticas de Estado que resulten de un diálogo fecundo y de plazos adecuados, no pueden provenir de la imposición de mayorías parlamentarias por encima de los consensos necesarios. Todos hemos experimentado lo perjudicial de este tipo de maniobras que en nada favorecen la cultura del encuentro a la que nos llama el Papa Francisco y se traducen en medidas cortoplacistas y meramente coyunturales. “Pero no podemos ser ingenuos y pensar que el diálogo se dará naturalmente y sin conflictos. Hacen falta agentes que trabajen sin cesar para generar procesos de diálogo en todos los niveles: a nivel de la empresa, del sindicato, del movimiento; a nivel barrial, de ciudad, regional, nacional, y global. En este diálogo sobre el desarrollo, todas las voces y visiones son necesarias, pero en especial aquellas voces menos escuchadas, las de las periferias”[4].
Los proyectos propuestos deben ayudarnos a “encontrar el modo de salir de una economía de mercado y de finanzas, que no da al trabajo el valor que corresponde, y orientarla hacia aquella en la que la actividad humana es el centro”[5]. En este sentido, no sólo debemos cuidar los derechos de los trabajadores activos de manera de favorecer su desarrollo personal y familiar por lo cual es necesario que las medidas que se decidan adoptar favorezcan la preservación de las fuentes de trabajo, reconozcan su verdadera dignidad y el deber del Estado de proteger a los trabajadores en cuanto actores más vulnerables de la relación laboral, sino también el de aquellos que han accedido a su jubilación porque “un pueblo que no cuida a sus abuelos y no los trata bien es un pueblo que ¡no tiene futuro!”[6].
“No queremos un sistema de desarrollo económico que fomente gente desempleada, ni sin techo, ni desterrada”[7], necesitamos leyes que regulen la vida social con equidad, justicia y sustentabilidad desde una mirada objetiva, seria y responsable de lo vigente para que los cambios propuestos no atente en términos reales al derecho de una vida digna y plena.
Que el Niño de Belén y su Madre nos reúnan como hermanos evitando caer en la tentación de violencia y la confrontación que en nada favorecen a nuestro pueblo.+
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