Mons. Castagna: transformar el sufrimiento de cada día en redención auténtica

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que “el mundo necesita hacerse cargo de sus indecibles sufrimientos y recorrer un camino penitencial que lo conduzca de regreso a Dios” y aseguró: “No es ésta una especulación piadosa sino la convicción de que el camino penitencial, que el mundo debe recorrer, con o sin ganas, permanece vigente”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que “el mundo necesita hacerse cargo de sus indecibles sufrimientos y recorrer un camino penitencial que lo conduzca de regreso a Dios”.

“No es ésta una especulación piadosa sino la convicción de que el camino penitencial, que el mundo debe recorrer, con o sin ganas, permanece vigente”, precisó en su sugerencia para la homilía dominical.

“El sufrimiento, como decía un obispo amigo ya fallecido, es ‘el ingrediente normal de la vida humana’. Pretender escapar de él es cometer el error de salirse de la vida”, advirtió, y precisó: “Las adicciones - sobre todo el alcohol y las drogas - responden a ese inútil propósito”.

El prelado sostuvo que “Jesús exhorta a ‘cargar la propia cruz’ y a transformar el inseparable sufrimiento de cada día en auténtica redención”.

Texto de la sugerencia

1.- Misión del Precursor. Juan Bautista es una figura emblemática, precediendo a Cristo, el Redentor anunciado por los profetas y esperado por el pueblo. Su austeridad dice a las claras que la penitencia es una virtud sanadora. Por ello enfoca su predicación a concientizar al pueblo de sus pecados, ofreciéndole el bautismo - a orillas del Jordán - para que le sirva de signo penitencial. Su admirable honestidad le inspira aclarar de qué bautismo se trata: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. (Marcos 1, 7-8) La humildad, que siempre es reconocimiento de la verdad, lo hace honesto y valiente. En virtud de la misma enfrenta a sus tradicionales adversarios: los fariseos y Herodes. Así paga con la vida su intransigencia en la exposición de la verdad, que da por contada una inquebrantable obediencia a Quien lo envía e inspira.

2.- El pueblo espera a Cristo. La liturgia de la Iglesia no puede soslayar a este gran profeta que precede inmediatamente al Mesías de Dios. Aparece como pieza infaltable en el misterioso engranaje del Adviento. Su persona, salida del santo hogar de Zacarías e Isabel, y del desierto, invita a la transparencia en una sociedad tensionada y sin rumbo - la suya - necesitada de conversión. La actualidad, quizás más que nunca, requiere la presencia del Bautista para que siga preparando al pueblo que espera. El objeto de su esperanza es Cristo. No está por llegar, ya está entre nosotros - a partir de la Resurrección - ofreciéndonos el perdón y la santidad. El desatino con que se actúa evidencia hasta qué grado nuestra sociedad cierra sus oídos al mensaje de Juan. La Iglesia, en su misión de ofrecer la integridad del Evangelio, debe prestar atención a su preparación, haciendo actual el ministerio precursor de San Juan Bautista. ¿Cómo? Una pregunta simple, de difícil respuesta práctica. Son fatigantes los discursos de los diversos intelectuales del ámbito de la teología y de la pastoral. Los prácticos son los santos, testigos y eficaces evangelizadores en un mundo que ya no cree en el discurso, aunque ocasionalmente lo disfrute y aplauda.

3.- Contenido profético del ministerio de Juan. Juan, testigo admirable de la Verdad, cuya llegada prepara, no atrae por la calidad literaria de su discurso, sino por su contenido profético. Es la Palabra de Dios que toma la palabra del Profeta y resuena en su voz. Será el anticipo inmediato de la incursión de Dios, hecho Hombre, en la historia de los hombres. El Adviento, que celebramos, es memoria y representación del Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Juan lo identifica y presenta en el Jordán, para él mismo y para el pueblo penitente que lo sigue. Aquel pueblo representa al mundo a lo largo de su convulsionada historia. El ministerio precursor del Bautista, llegado a su cumplimiento, con la aparición del Señor, debe ser subsumido por la acción evangelizadora de la Iglesia. El mundo necesita hacerse cargo de sus indecibles sufrimientos y recorrer un camino penitencial que lo conduzca de regreso a Dios. No es ésta una especulación piadosa sino la convicción de que el camino penitencial, que el mundo debe recorrer, con o sin ganas, permanece vigente. El sufrimiento, como decía un obispo amigo ya fallecido, es “el ingrediente normal de la vida humana”. Pretender escapar de él es cometer el error de salirse de la vida. Las adicciones - sobre todo el alcohol y las drogas - responden a ese inútil propósito. Jesús exhorta a “cargar la propia cruz” y a transformar el inseparable sufrimiento de cada día en auténtica redención.

4.- Humildad y reflexión. ¡Muy difícil discurso! Considerado absurdo en la perspectiva frívola que adopta la sociedad contemporánea. Si consentimos en confirmar su veracidad, el anecdotario, al que acudir, es abundante. Necesitamos más humildad y seriedad en la exposición de los temas de urgente tratamiento. Se requiere, para ello, más sabiduría que conocimiento enciclopédico. No es habitual esa disposición espiritual e intelectual en nuestro entorno social y cultural. Juan Bautista es, como lo califica Jesús: “más que un profeta”, por lo tanto, dispone de una sabiduría que lo emparenta con la Palabra de Dios, encarnada y formulada para el mundo en Jesús. La celebración del Adviento reedita el primer Adviento. Está Juan que prepara, y María que concibe por obra del Espíritu; está el mundo distraído en sus cosas e inconsciente del Misterio que anuncian los ángeles y comprenden los pastores; está José, solícito cumplidor de la voluntad del Padre, y, está el silencio adorador de los Magos y de los pobres. Es preciso impregnarse de ese saludable y contemplativo silencio.+

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