En su mensaje al Centro de Refugiados, -obra profética del Padre Arrupe-, el pontífice los alienta en su tarea a favor de los refugiados y le agradeció “porque muestran en los hechos que si se camina juntos, el camino da menos miedo” y dirigiéndose a los refugiados, el Santo Padre les pidió que “perdonen la cerrazón y la indiferencia de las sociedades, que no saben reconocer que, en lugar de ser un peso, problema o costo, ustedes son un don”.
“¡Demasiadas veces no los recibimos! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida que su presencia requiere”, señala Francisco en su video mensaje y añadió: “Son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos. Porque cada uno de ustedes puede ser un puente que une a pueblos lejanos, que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diversas, un camino para redescubrir nuestra humanidad común.
Finalmente Francisco exhortó a voluntarios, operadores y amigos del Centro Astalli a seguir “caminando con valentía a su lado, acompáñenlos y háganse guiar por ellos: los refugiados conocen los caminos que llevan a la paz porque conocen el olor acre de la guerra”, concluyó.
Texto del video mensaje del Papa:
«Queridos refugiados, queridos voluntarios, operadores y amigos del Centro Astalli
En este año de la Misericordia se celebran 35 años del Servicio de los Jesuitas a Refugiados en Italia, actividad que ha sido, ante todo, un caminar juntos, como único pueblo. ¡Y esto es bello y justo!
Hay que proseguir con valentía: «Era forastero y me hospedaste» (cfr. Mt 25, 35)
Era forastero. Cada uno de ustedes, los refugiados que llaman a nuestras puertas tiene el rostro de Dios, es carne de Cristo. Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin mérito alguno. Aquel que, como ustedes, huyo de su propia tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la contaminación y la desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con el cual compartir el pan, la casa, la vida.
¡Demasiadas veces no los recibimos! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida que su presencia requiere. Tratados como un peso, un problema, un costo, sin embargo, ustedes son un don. Son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos. Porque cada uno de ustedes puede ser un puente que une a pueblos lejanos, que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diversas, un camino para redescubrir nuestra humanidad común.
…y me hospedaron. Era forastero y me hospedaron. Sí, el Centro Astalli es el ejemplo concreto y cotidiano de esta acogida nacida de la visión profética del padre Pedro Arrupe. Fue su canto del cisne, en un centro de refugiados en Asia.
Gracias a todos ustedes, mujeres y hombres, laicos y religiosos, operadores y voluntarios, porque muestran en los hechos que si se camina juntos, el camino da menos miedo.
Los aliento a proseguir. Treinta y cinco años son sólo el comienzo de un camino que se hace cada vez más necesario, único camino para una convivencia reconciliada. Sean siempre testimonio de la belleza del encuentro. Ayuden a nuestra sociedad a escuchar la voz de los refugiados.
Sigan caminando con valentía a su lado, acompáñenlos y háganse guiar por ellos: los refugiados conocen los caminos que llevan a la paz porque conocen el olor acre de la guerra”.
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