Cuando se enfría el amor todo se vuelve gris

San Juan (AICA): ¨Uno de los riesgos mayores que afronta la humanidad es perder lo que la distingue del resto de la creación: el amor. Y junto con esa pérdida se degrada la libertad, la paz, la amistad, la sonrisa, la alegría, la ternura, el sentido de la vida… Cuando se enfría el amor todo se vuelve gris, aburrido, sin sentido¨, expresa Mons. Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, en su comentario dedicado al primer domingo de Cuaresma.
"Uno de los riesgos mayores que afronta la humanidad es perder lo que la distingue del resto de la creación: el amor. Y junto con esa pérdida se degrada la libertad, la paz, la amistad, la sonrisa, la alegría, la ternura, el sentido de la vida… Cuando se enfría el amor todo se vuelve gris, aburrido, sin sentido", expresa monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, en su comentario semanal, esta vez dedicado al primer domingo de Cuaresma.

"La Cuaresma -señala- nos lleva derechito a la celebración de la Pascua y a renovarnos en la vida de la fe, en la alegría. El camino que nos plantea está conformado por tres capas de pavimento que debemos transitar simultáneamente: la oración, el ayuno y la limosna".

Tras citar y transcribir tres párrafos del mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este año, donde se refiere a la oración, el ayuno y la limosna, el prelado sanjuanino prosigue manifestando que "oración, ayuno y limosna están entrelazados y se necesitan mutuamente. Al privarnos de cosas superficiales o importantes podemos ahorrar un dinero con el cual ayudar a los pobres", y propone cómo guardar el fruto económico de los sacrificios, para dedicarlo a los pobres.

Nuevamente cita al papa Francisco quien propone un lema para esta cuaresma: "Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría", tomado de unas palabras dichas por Jesús poco antes de entrar en Jerusalén para ser arrestado, condenado y crucificado, que figuran en el capítulo 24 del Evangelio de San Mateo.

Comentando estas palabras, monseñor Lozano dice que "uno de los riesgos mayores que afronta la humanidad es perder lo que la distingue del resto de la creación: el amor. Y junto con esa pérdida se degrada la libertad, la paz, la amistad, la sonrisa, la alegría, la ternura, el sentido de la vida.

"Cuando se enfría el amor todo se vuelve gris, aburrido, sin sentido. Cualquier pavada nos cansa o irrita. Nos volvemos quejosos, apáticos, desconfiados y hasta podemos caer en el cinismo. Va ganando lugar en nosotros una actitud de desprecio de todo, y la tristeza golpea a la puerta.

"Tratamos mal a los hermanos, los juzgamos sin piedad, vemos sus defectos como si fueran ofensas intencionadas a mí mismo. Nos volvemos intolerantes, sin capacidad de comprensión. Hasta nos aislamos de los amigos y la familia, haciendo cada uno la suya. Los vínculos se vuelven funcionales según lo que necesitamos o nos conviene. Pero el amor emprende la fuga casi sin que nos demos cuenta.

"Tratamos mal a la creación sin tener un corazón agradecido. Vamos contaminando todo a nuestro paso, con una mentalidad materialista del 'uso y tiro'. No nos vemos como familia humana, y por tanto no cuidamos la casa común. Nos comportamos como tiranos en lugar de entrar en comunión con la hermana agua, la madre tierra.

"Tratamos mal a Dios a quien no vemos como Padre y amigo. Le desconfiamos, nos escondemos de su presencia como hicieron Adán y Eva según relata el libro del Génesis. Dejamos de rezar, de hablar con Él, de escuchar su Palabra.

"Nos tratamos mal cada uno a sí mismo, sin perdonarnos derrotas y fracasos. Se desdibuja del rostro la sonrisa, damos paso a la amargura, a veces a la angustia existencial.

"Cuando se enfría el amor perdemos la esperanza, y todo parece inútil".

"La Iglesia -señala el arzobispo- cada año nos propone cuarenta días de purificación y liberación. Para ello nos invita a ir al “desierto”, signo de aridez que nos ayuda a mirar lo único necesario. En la Biblia el desierto es el lugar en el que habla Dios. Adentrarse allí me hace dejar atrás lo que me puede distraer o dispersar, para encontrar y reavivar “el centro” de la vida.

"El desierto es el lugar del encuentro y del reencuentro con el primer amor, el noviazgo, la Palabra. El lugar de la aridez donde en el contraste la vida brilla de manera deslumbrante. Hay desiertos que despojan para el encuentro. En la provincia de San Juan las manifestaciones de piedad popular multitudinarias se producen en el desierto como San Expedito en Bermejo, o Santa Bárbara en Mogna, entre otros.

"No basta el desierto, no alcanza con el silencio. Hace falta querer buscar a Dios y ser encontrados por Él. Nuestro Padre está deseoso de entrar en amistad con vos, conmigo, con todos. En Él el amor no se enfría jamás. La Palabra de Dios durante este Tiempo nos muestra el Amor sin límites de Jesús, para que no se enfríe nuestra respuesta de amor", concluye monseñor Lozano.+

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