Mons. Castagna: El poder de los medios de comunicación
En un extenso párrafo, el prelado correntino se refiere al gran poder de ciertos medios de comunicación social que, en manos de hombres y mujeres particularmente dotados para formar o deformar la opinión pública, en lugar de informar sobre la amarga y escabrosa realidad, la agravan y promueven. “Lo vemos a diario y nos hartamos ante el asedio de una información insistente, que deja de serlo para convertirse en una especie de invitación al desorden y al crimen. Se habla de libertad cuando es el libertinaje el principal objetivo que mueve cierta programación y forma de presentar la noticia. Los grandes empresarios de medios de comunicación deben ponerse de acuerdo para contribuir eficazmente al mejoramiento del nivel cultural y moral de los proyectos que patrocinan. ¿Lo hacen? En el interior de las familias, que desean sinceramente una sana educación integral para sus hijos, se hace sentir la desazón a causa de la ausencia de programas televisivos adecuados y de imágenes saludables”, expresa monseñor Castagna.
A continuación el texto de la homilía sugerida para el VI domingo durante el año:
1.-El Maestro despliega su enseñanza.
Este texto supone a un Maestro, sentado apaciblemente entre sus discípulos, desplegando sus enseñanzas, una tras otra, en el desarrollo metódico de su doctrina. Es observado por los fariseos y maestros de Israel.Ofrece su concepto del auténtico valor de la Ley y, en él, de su exclusiva misión de darle cumplimiento.No lo querrán entender a su debido tiempo y, muchos de ellos, perderán la oportunidad vaticinada por los profetas y patriarcas. Sin embargo, allí está el Mesías y Maestro, sometiéndolos a la prueba ineludible de la fe. Por la fe llegamos a la Verdad, porque llegamos a Dios. De esa manera se “cumple toda justicia” y toda legislación humana obtiene su validez. Es verdad que no debemos utilizar la religión para hacer política, pero debemos atender la presencia trascendente de Dios en los espacios “laicos” o “sin religión” para que quienes los ocupen, se encuentren con su Señor y Redentor. “Dios es el Padre de nuestra vida”, decía el beato Pablo VI. No lo podemos encerrar entre los márgenes de un esquema cultual, por más inspirado -por Él- que aparezca. Dios desborda con su presencia toda forma religiosa. Sin negar la validez, de la que Cristo ha sido su autor, la gracia de Dios actúa con generosa eficacia donde encuentra una búsqueda honesta por parte del hombre.
2.-Corrección o cumplimiento de la Ley.
Jesús va presentando diversas cuestiones: el adulterio, el divorcio, el juramento y el respeto a la vida humana. Su lectura dista, muy de lejos, de las interpretaciones incompletas o incorrectas que corren entre sus contemporáneos. La Ley y los Profetas reciben, de parte de algunos intérpretes, una lamentable distorsión -proveniente de sus “duras cervices”- que pretende suavizar las exigencias morales de la Ley hasta deformarla. En la secuela de enseñanzas del Maestro divino, es utilizada una fórmula intencionalmente descriptiva: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5,27-28). “También se dijo…” (Ib 5,31). “Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados…” (5,33). “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo…” (5,38-39)- “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo…”. (5,43-44).La lectura íntegra del texto evangélico, seleccionado para la Liturgia de hoy, nos ofrece la posibilidad de cumplir a la perfección la Ley divina, en la Persona y en la enseñanza de Jesús: el Verbo eterno hecho hombre. Sus puntuaciones, incluso sus aparentes contradicciones, no constituyen más que la recta interpretación de la Ley y sus consecuencias en el comportamiento moral de quienes deciden acatarla. Jesús es el legítimo intérprete de la Ley, en su calidad de Profeta, ya que -por su condición divina- es el Supremo e indiscutido Legislador.
3.-El poder de los medios de comunicación.
Necesitamos que la legislación humana se refiera -explícita o implícitamente– a Quien es el cumplimiento de toda ley: Jesucristo. Cuando no ocurre, al menos como aproximación, se produce un caos selvático, donde la delincuencia hace retroceder a los seres humanos a los niveles más primitivos de incivilización. Alarmados recibimos la información de graves desórdenes morales que rivalizan en criminalidad y se erigen en íconos siniestros para una masa ingente de jóvenes que “no estudian ni trabajan”. La violencia y el desenfreno sexual cargan las tintas en muchas expresiones -de la cultura cinematográfica y literaria– que, en lugar de informar sobre la amarga y escabrosa realidad, la agravan y promueven. El gran poder de los medios en manos de personas particularmente dotadas para formar o deformar la opinión pública, predispone al rechazo del mal o a su incentivación. Lo vemos a diario y nos hartamos ante el asedio de una información insistente, que deja de serlo para convertirse en una especie de invitación al desorden y al crimen. Se habla de libertad cuando es el libertinaje el principal objetivo que mueve cierta programación y forma de presentar la noticia. Los grandes empresarios de medios de comunicación deben ponerse de acuerdo para contribuir eficazmente al mejoramiento del nivel cultural y moral de los proyectos que patrocinan. ¿Lo hacen? En el interior de las familias, que desean sinceramente una sana educación integral para sus hijos, se hace sentir la desazón a causa de la ausencia de programas televisivos adecuados y de imágenes saludables.
4.-La visión cristiana de la Ley.
Cristo se presenta como cumplimiento y plenitud de la Ley. La justicia y la misericordia encuentran en Él lo que falta al orden social y a la selección de instrumentos para su conveniente ejecución. No es cuestión de que lo religioso controle y rija la acción estrictamente política de los ciudadanos. Su misión, al menos desde la perspectiva evangélica, es infundir la fe. Para ello se vale de la Palabra y pone al servicio de los creyentes la gracia de los sacramentos. La visión de los asuntos temporales, desde la serena mirada de quienes tienen fe, otorga a la realidad común un sentido de la vida que no puede dejar de inspirarlo todo. Es un aporte imprescindible el suyo, en diálogo constructivo con otras cosmovisiones, no ajenas al Misterio de Cristo, por el hecho de adoptar otras formas -o ninguna- de las ya consagradas. Tertuliano decía expresando su convicción de la universalidad del único Misterio de Cristo: “El alma humana es naturalmente cristiana”.+
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