Mons. Mestre: Hacer buenas obras para glorificar al Padre
¡Ser sal de la tierra!
En primera instancia, Jesús “juega con la metáfora de la sal”, comenzó diciendo el prelado marplatense. “La sal era muy importante en la cultura antigua”, afirmó, ya que su uso sanaba enfermedades, era antiséptica y permitía conservar alimentos por más tiempo. Luego mencionó tres propiedades: realza el sabor de la vida, “ante una vida insípida, aburrida, atomizada debemos asumir el desafío de ser sal para dar sabor”; que “lo invade todo”, es decir “no debe quedar espacio libre, ninguna periferia geográfica y existencial debe perderse el buen sabor del Evangelio de Jesucristo”; en último lugar, la nobleza de la sal nos invita a ser “refugio seguro para el que lo necesita”.
¡Ser luz del mundo!
Al mencionar a la luz, monseñor Mestre mencionó dos metáforas “la ciudad en la montaña y la lámpara en la casa”. Como discípulos, “no podemos renunciar a ser luz”, porque con su luz en nuestro corazón, seremos luz para los demás. “Nuestro mundo está marcado por las tinieblas y la oscuridad”, afirmó el prelado, “tantos hermanos por diversos motivos necesitan ser iluminados”. Por este motivo, “estamos llamados a ser la luz del mundo”.
¡Qué sean vistas nuestras buenas obras para glorificar al Padre!
Finalmente, el obispo invitó a preguntarse: “¿Por qué hago lo bueno que hago?”. Los hipócritas son quienes hacen las cosas para ser vistos, pero “las buenas obras deben llevar a que todos glorifiquen la Padre que está en el Cielo”. “No tenemos que hacer el bien para caretear, para creérnosla, para hacernos los cancheros o creer que somos mejores”, dijo monseñor Meste, sino que “lo que hagamos de bien debe ser para que los hermanos glorifiquen a Dios”.+
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